Orden Lineal


Capitulo 1. El inconsciente

-Saps on està el gel?
-Al forn- contestó Marc.
-Juas!- Sofía hizo una mueca burlona- seràs borinot.
Entraron en la cocina.

Marc abrió la despensa.
-Queda vodka, dos de whisky obertes del cap de setmana...- siguió buscando- Voleu el vostre Peché?
-On estàn els gots de plàstic?- preguntó Sofía.
-En una borsa de Continente- contestó Marc- si no trobes per a tots, açí queden de tubo.

Marc cogió una bolsa de plástico y le enseñó donde estaban los vasos. En otra bolsa metió las cuatro botellas. Abrió la nevera de playa y sacó una botella de Coca-Cola de dos litros y una de Fanta de Limón.
-La baralla crec que està en l'habitació de Rafa.

Marc y Sofía entraron en la habitación del hijo del dueño de la casa.
La cama estaba sin hacer. Camisetas arrugadas tiradas por el suelo y apuntes desordenados esparcidos por encima del escritorio debajo de varios Jueves que hacían de pisa papeles, eran parte del escenario de la habitación.
Marc empezó a escarbar en los cajones del escritorio.



Sofía se quedó mirando unas Polaroid que estaban pinchadas en el corcho de la pared del que colgaba una bandera Estelada.
-¿De cuando son estas fotos?- preguntó ella.
-Del concierto de Alejandro Sanz.
-"Cómo te echo de menos..."- empezó a canturrear Sofía- La verdad es que estás hecho un guarro con las barbas que me llevas- dijo ella como hablando para si misma.
Dame un respiro!- dijo él mientras seguía buscando- me he pasado el verano currando y me tenía que afeitar todos los días.

-Al final- Sofía seguía mirando las fotos del corcho-¿Cómo has quedado con "esa" del coche?
-"Esatiene nombre- Marc empezó a buscar encima de la cajonera de pino llena de pegatinas del Bloc- ¿Donde habrá puesto la baraja? Pues nada, lo hemos dejado.
-¿Hemos?- Sofía se dio la vuelta y miró a Marc- No es lo que me ha dicho Carol.
Marc cesó en su búsqueda y se la quedó mirando.
-Si ya te ha contado lo que ha pasado ¿Qué quieres que te cuente?
Sofía le miraba mientras meditaba cómo preguntarle.
-Me ha dicho que la has dejado tú.
-Sois unas cotillas de los cojones- dijo Marc mientras reanudaba la búsqueda.


Sofía descolgó una foto del corcho.
-¿Es la bella esta d´açí?- preguntó ella.
-Sou imbécils- dijo Marc sin prestarle atención- Només ens trau dos anys.
-Te dit bella de guapa, que no t´enteres-dijo ella- no vella (vieja).
Marc le miró de reojo con cara de pocos amigos.



-¡Va!- dijo ella sentándose de un salto en la cama- ¿No me lo vas a contar?
Marc dejó de buscar las cartas.
-¿Qué quieres saber? ¿Que he estado currando todo el verano como un imbécil para irme a vivir con una tía que me mandoneaba y que vosotros os habéis quedado a gusto porque es lo que me decíais? ¿Que en el momento de la verdad, después de trabajar como un negro, he visto que era un error y decido dejarlo?- Marc hizo una pausa- Pues sí, gracias por regodearos en mi miseria. ¡Enhorabuena, habéis acertado! Sois una mierda de amigos.

Sofía le miró muy seria y no decía nada.
Va!- dijo él- Sólo te falta preguntarme si lo de irme a vivir con ella era para echar un polvo de mierda todas las noches.

-Marc- Sofía no sabía qué decirle- Marc, nadie se ha reído de ti.
Marc le devolvió una mirada de hastío y se sentó en la silla de madera del escritorio.

Sofía se levantó de la cama. Conocía muy bien a Marc y sabía que no expresaría sus sentimientos.
-Marc- dijo ella muy suave.
Se acercó a Marc y le abrazó la cabeza contra su vientre.
Sintió como él también le abrazaba y apretaba en un abrazo más sentido.
-Estic fet una merda- dijo Marc dentro de aquellos brazos que conocía tan bien- Sento que vaig per la vida com cagalló per sèquia.

Sofía se sentó en las rodillas de Marc y le abrazó el cuello acariciándole su pelo cortado al uno. Siempre le gustó acariciarle la cabeza y la sensación de lengua de gato de su pelo estilo militar.
-Es una mierda equivocarse- dijo él.
-Es que tienes que equivocarte Nene- dijo ella- la vida son equivocaciones, si no, no vives.

Sofía aflojó el abrazo y se separó un poco de Marc para poder mirarle a los ojos.
-Siempre has querido vivir rápido Nene- dijo ella en un susurro- Siempre has vivido rápido. Como un inconsciente.
Marc miró a Sofía con ojos comprensivos, muy abiertos, hizo una pausa y habló muy bajo.
-Si ahora fuese hace dos años, te llamaría Nena y sabría que querrías hacer el amor conmigo.


***
Carol estaba buscando el café en la despensa. Los padres de Rafa seguro que tenían un paquete para cuando iban el fin de semana a la playa.
Encontró la cafetera de hierro y detrás había un Tupperware cilíndrico marrón con un dibujo naranja en un costado.
Le temblaban las manos. Respiró hondo intentando centrarse en el asunto del café.
Como pudo, abrió el plástico y le recibió el aroma a café molido.
Con manos nerviosas, se lo llevó todo a la encimera de la cocina.
Intentó abrir la cafetera pero no pudo, no tenía ánimo para hacer fuerza. Cogió con una mano el asa negra y con la otra abrazó la parte de abajo de la cafetera.
-Puta!

-Si intentas abrir así la cafetera, te vas a cargar el asa- dijo Marc.
Carol se sobresaltó. Le tendió la cafetera.
-Prueba tú- dijo Carol.
Marc cogió la cafetera y giró el depósito haciendo fuerza. Al final, giró sobre sí mismo y se abrió. Marc sonrió satisfecho.
-El mérito es tuyo, me la has aflojado.

Carol no sonreía. Cogió las dos partes de la cafetera y le dio la espalda a Marc. Se dirigió al grifo y llenó el depósito. Le seguían temblando las manos.
-¿Ahora quieren café para jugar a las cartas?- dijo Marc- ¿Pero no íbamos a empezar con los cubatas?
-Sí- a Carol casi ni se le oía- Ginés dice que se dormía.
-Pues si quieren todos, con esa cafetera no preparas ocho cafés- dijo Marc.

-¿Estáis preparando café?- preguntó Sofía que entraba en ese momento en la cocina.
-Sí- contestó Carol sin mirarle- Mira a ver si encuentras tazas para todos.
-Mejor vasos de plástico y así no hay que liarse a fregar luego- dijo Marc.
Durante unos instantes, ninguno de los tres dijo nada.
-Bueno, voy a sacar la bebida y el hielo, ahora vengo a ayudaros a sacar las cosas del café- Marc se cargó con las bolsas y salió al porche de la casa.

Las vistas de la casa de playa de los padres de Rafa eran espectaculares. Desde el porche se veía el mar y L' Illa.
-¿Quién quiere un chorro?- preguntó Marc interrumpiendo el debate sobre si las dos lenguas eran lo mismo.
-¿Has ido a buscar las botellas a la destilería?- preguntó Ginés.
-Estaba haciendo una cata- bromeó Marc-. Voy a ayudar a las chicas con el café.

Marc entró en la cocina y vio que Sofía y Carol se estaban mirando muy tensas. Ninguna de las dos hablaba. La cafetera emitía un sonido inequívoco indicando que el café ya había subido.
Marc no entendía muy bien la escena.
-Se va a quemar la cafetera- se acercó al fogón y apagó el gas.
Observó a Carol y Sofía que seguían mirándose sin decir nada.
Extrañado, cogió una bandeja metálica y puso el azucarero, un bote de leche condensada, unos vasos de plástico y la cafetera.
-Dejadlono me ayudéis- bromeó Marc.
Las dos seguían mirándose sin hacerle caso.
-¿Pasa algo?- preguntó él.
-No pasa nada- contestó Sofía mirando muy seria a Carol- ahora te ayudamos a sacar las cosas. Dile a Rafa que deje de tocarse los huevos y que venga a decir donde están las cosas que para algo la fiesta es en su casa.

Marc salió a la terraza cargado con la bandeja del café.
-No creo que las cuatro y media de un viernes sean horas para hablar de política- dijo Marc.
-Es verdad, sois un rollo- dijo Suny- vamos a jugar al Hijo Puta.
-¿Y las cartas Marc?
-No las he encontrado- dijo Marc- Rafa ¿Donde están las barajas?
-En un cajón de mi escritorio al lado del walkman.


***
Cogieron el autobús de vuelta a la ciudad.
Al llegar a la estación de autobuses, cada cual marchó en su dirección. Marc y Carol vivían muy cerca y se fueron juntos. Los dos marchaban en silencio, cansados después del largo día.
Llegaron a la esquina donde siempre se despedían.

-Marc- dijo ella- ¿Qué te pasa tío?
Marc se la quedó mirando.
-Ahora no puedo quedarme a hablar, si llego tarde a casa, me echan el paquete.
-¿Quedamos mañana para un café en Leberry?
-¿A las cuatro y media?
-Vale.
-Hasta mañana.


***
Carol llegaba un poco tarde. Se cogió al asa de su bolso y apresuró el paso debajo de los soportales que llevaban a Leberry.
Seguro que Marc ya le esperaba dentro. Entró en la cafetería y buscó con la mirada a través del humo. Marc estaba sentado en la mesa que casi siempre ocupaban, al lado del ventanal que daba a la calle lateral. No estaba solo, Sofía y Ginés estaban con él.
-Este tío es tonto- dijo Carol para sí misma.

-¡Hola!- Ginés saludo a Carol con dos besos.
Marc se levantó, le dio dos besos a Carol y le preguntó qué queria tomar.
-¿Qué estas tomando tú?- preguntó ella.
-Un café bombón.
-Lo mismo- afirmó ella. Se fijó en que Marc se había afeitado.
Marc se acercó a la barra.
-¿Tienes tabaco?- preguntó Sofía.
-Sí- Carol sacó el paquete de Fortuna del bolso y le ofreció un cigarrillo a Sofía.
-¿Ya nos vais a apestar la ropa?- se quejó Ginés.


***
-Me tengo que marchar ya- dijo Sofía- tengo que ayudar a mis padres a recoger el puesto.
-Si vas para el centro, te acompaño- dijo Marc.
Carol miró a Marc muy seria y resopló.
-Bueno. Espera que tengo que ir al baño- dijo Sofía.
Sofía se levantó y fue al fondo de la cafetería.

-¿Qué estas haciendo Marc?- dijo Carol muy seria.
Marc la miró un poco extrañado levantando los hombros.
-Marc, te estás equivocando- siguió Carol.
-¿De qué?- preguntó él.
-Tío, lo que te ha pasado con Sandra es una putada, pero liarte con Sofía no te va a ayudar a superarlo.
Marc guardó silencio.
-Sofía no es quien tú conocías hace dos años.
-¿A ti quién te ha preguntado?- dijo él.
-Marc, Sofía lo único que tiene de santa es su Santo que celebramos ayer- Carol se acercó más a Marc- Tío, piensa por una vez en tu vida con la polla y no te dejes llevar por lo que sientes, que Sofía no va a volver contigo.
-¿Tú que sabrás?
-Líate con Suny, pásalo bien una temporada, pero no quieras olvidar lo de Sandra con alguien por la que sientes algo, además que ella no querrá volver contigo.
-No voy a volver con ella- dijo Marc.
-Ayer os vi en la habitación de Rafa- soltó Carol.

Marc se quedó callado unos momentos mirando a Carol.
-Marc, que ella sólo está pensando en irse a Valencia con lo del Partido- dijo Carol- creo que está medio liada con uno de Valencia.
-Para ti es fácil dar consejos de pena porque nunca te pones en mi situación- dijo Marc- me juzgas sin tener en cuenta mis circunstancias.
-Marc, ayer hablé con ella en la cocina y le dije que de qué iba liándose ahora contigo- dijo Carol intentando que Marc comprendiese- y me dijo que sólo quería animarte. Yo le dije que así no te animaba, que así te iba a liar y es lo que te pasa, que te estás equivocando.
-Eres muy cruel- dijo él- ¿Me estas diciendo que se enrolló conmigo por lástima?
-Sí tío- Carol prefirió hacerle daño- no es buena tía. Te estás equivocando.
-Si no te equivocas no vives- dijo Marc- Tus consejos son de puta pena. Prefiero equivocarme a quedarme como estoy.

En ese momento, Sofía salía del baño y se dirigía hacia ellos.
Carol la vio venir y vio cómo a Marc se le iluminaba la cara.
-Marc, no lo hagas, te vas a dar una ostia.
Marc guardó silencio. Cuando Sofía estaba a dos mesas de distancia de ellos, se levantó y salió a su encuentro.
-¿Vamos?- preguntó él.
Sofía asintió con la cabeza. Marc se acercó a Ginés que estaba hablando con unos chicos en la barra para despedirse.


***
Marc y Sofía iban caminando juntos sin decir nada durante un par de manzanas.
-Has estado un poco raro hoy en la cafetería- dijo Sofía.
Marc guardó silencio, caminaba mirando al suelo.
Pasaron otra manzana más. Cuando estaban a la altura de la puerta de un teatro, Marc paró un momento.

-Espera un momento Sofía.
Sofía paró en seco y se le quedó mirando. Marc pudo ver en su cara un gesto de que comprendía una cosa que no le gustaba.
-No puedo parar Marc, llego tarde y me llevo la bronca- dijo ella reanudando la marcha.
-Bueno- eso le dejó descolocado. Siguió el paso de Sofía que andaba cada vez más rápido-. Sofía, yo el año pasado estuve saliendo con gente y este año con Sandra. Esta semana he estado con Suny pero...
Sofía paró en seco y miró a Marc.

-Me he dado cuenta de que lo único que estaba haciendo, era tratar de olvidarte, tratar de engañarme con otras personas y olvidar que no puedo remediar pensar en ti todos los días desde que lo dejamos.

Sofía guardó silencio unos segundos, tomó aire y lo soltó.
-Marc, tú ahora mismo eres parte de mi pasado- dijo ella-. Allí estás bien.

Él la miró durante unos instantes guardando silencio.
-Me tengo que ir- dijo ella.
Dio la vuelta dándole la espalda. Paró el paso, giró sobre sus talones, le acarició la cabeza, sonrió y se fue.


***
-¿Cenas algo antes de irte con los amigos?
-Hoy no salgo- dijo Marc.
-¿No sales un sábado?
-No hemos quedado, además no tengo ganas.
-Pon la mesa.

La cena consistía en merluza a la vizcaína.
Marc sólo estaba bebiendo Fanta de Naranja.
-No bebas tanto gas, que luego se te hincha el estómago- dijo su madre- y empieza a cenar que eso frío no vale.
Marc obedeció. Picoteó el plato. Hacía pasar los bocados de merluza con tragos de Fanta.

-No has cenado nada- dijo su madre.
-Me he comido un gofre- mintió Marc- no tengo mucha hambre.
-¡Claro! Has guarreado, te has llenado de gas y has matado el hambre.
-Bueno, me voy a mi cuarto a leer.

Cogió un libro pequeño de la estantería, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach y se tumbó.

Marc dio un salto en la cama, fue corriendo al cuarto de baño y vomitó el café bombón, la merluza y la Fanta.


Capítulo 2. Espera


-Tenía dos años menos que yo y era cincuenta veces más inteligente. Era también el mejor en muchos aspectos- dijo Elena.
-Eso es de El Guardián Entre el Centeno.
-¡Vaya! Yo lo estoy leyendo ahora.
-¿Y qué tal?


-Un poco raro, pero me gustan los libros de gente al margen de la sociedad.
-Si te gusta, te recomiendo Escupiré Sobre Vuestra Tumba de Boris Vian. 
Está ambientado en la misma época más o menos. Un tipo con crítica a la sociedad moralista americana y con mucho sexo para la época en la que se escribió el libro. De hecho estuvo prohibido. 

-Te invito a un café.
-Pero si el de la máquina es gratis.
-Más barato me sale- los dos rieron-. ¿Cómo lo tomas?
-En vaso de plástico, sin café, ni azúcar, con agua caliente y bolsita de té - dijo Elena.
Alberto sonrió.
-Te acompaño. Probaré ese café a la Elena, pero yo con azúcar.

Yolanda apareció por recepción
- Alberto, ya hemos terminado. Claudio se queda de guardia.
-Bueno, probaré ese café otro día. Me tengo que ir. Ya sabes que al Boss no le gusta vernos por aquí sin hacer nada. Que te sea leve.

***
Alberto bajó en su parada de metro. Tenía la suerte de que la línea coincidía con la de su trabajo, así que tardaba muy poco en ir a su piso compartido.
Enfrente de su salida había un McDonalds. Él se dirigió al bar de al lado.
-¿Me pones un bocata de calamares a la plancha con salsa picante para llevar? Y una caña mientras espero.
-¿No se queda a ver el partido jefe?
-Paso Jácome, con Casillas en plan paralotodo, paso.


-A ver cómo nos organizamos. ¿Quién ha traído coche?
-Yo voy con Isa y Ariadna, caben dos más, Asun y Yolanda. Claudio…
-He venido en moto. ¿Entonces para donde tenemos pases?- preguntó Claudio.
-¿Y eso donde está?- carcajadas generalizadas-. Vale, en Serrano 41.
-Alberto, yo voy contigo- dijo Elena.
-Venga, así me dices cómo llegar, que ya me ha costado encontrar el restaurante.
-Id cogiendo los pases y nos vemos allí- dijo Yolanda.

-¿No serás una adorable-odiosa Géminis?
Elena sonrió.
-¿Cómo?
Alberto también sonrió.
-Por la música. Primero ese Bodrio y después me pones La Roux, que es de mis grupos favoritos.
-Claro, si te lo he cogido de la lista del itunes- hubo una pausa- ¿A qué te referías con lo de ¿cómo has dicho?... adorable...¿Géminis?
Alberto sonrió.
-Los Géminis son muy peculiares, haciendo honor a su signo, son en un momento el día, te prestan toda su atención, los mejores amigos del mundo, no te dejan de llamar y al siguiente momento, la noche, se olvidan de ti y no sabes si es que has hecho algo malo y como no te toca estar en su mente en ese momento, ya puedes llamarles que te ignoran. -Jajaja- Elena se desternillaba- ¡Pues sí que te caen bien!
-No te equivoques, yo les quiero, sólo tienes que entenderles y aceptarles tal y como son porque valen la pena. Mi mejor amigo, desde que nacimos, nos llevamos tres meses, es Géminis y vale la pena que sea mi amigo, porque en esos momentos en que estás en su vida, son momentos maravillosos y te hace sentir muy especial.
Los dos estaban con una sonrisa en los labios.

-Mira, una novia que tuve era Géminis. Era una chica que te hacía feliz a cada momento.
-Tuviste. Así que había un pero...
-Pero, durante el curso medio vivíamos juntos. Yo sabía que ella tenía un novio en el pueblo. Cuando llegó el verano, se volvió al pueblo. A los quince días de no verla, fui a Tarancón y me encontré con el pastel de que me decía que había decidido volver con su novio porque era su persona de toda la vida y lo nuestro le daba vértigo.
-¿Eso te dijo?- preguntó Elena con cara de asombro.
-No sé ni lo que me dijo. Algo así me parece recordar.
-¿Y aún así dices que te caen bien?- Elena se partía- y tú ¿qué signo eres?

-Libra.
-¡Oh! ¡Un comebolas!- le tomó el pelo ella.
-Jajaja, y que nos comemos mucho la bola también y queremos convencer a los demás.
-¡Muy argentinos! Yo soy Sagitario. ¿Cuál es tu signo favorito?
-No sé cómo se supone que son todos los signos, sólo los de la gente que conozco, pero los Piscis me caen muy bien... y los Sagitario también.
-Serás pelota. Mi novio es Piscis.
-¿Y qué tal es?
-Ahora mismo te quito la razón porque se está portando muy mal con nuestra relación- Elena dudó en si debía seguir contando. Lo estaba pasando muy bien y no quería historias serias.

-Trabaja para Cruzcampo. Empezó de comercial, hizo unos cursos de promoción interna y lleva tres meses en Zaragoza de subdirector de zona.
Cervecero! ¿Me conseguiría birra gratis? Suena a jefazo.
-Sí. Un poco jefe sí que es. Y está cambiando a un tipo de persona que no sé si me gusta- se estaba poniendo triste y eso Elena no iba a permitirlo- en fin. 
-Y esto de los horóscopos ¿Para qué crees tú qué sirve?
-Pues para hablar de algo mientras vas en el coche, en vez de si hace frío o si llueve, porque no sé si te has dado cuenta de que estamos perdidos.
-No estamos perdidos. Mira ahí esta Felipe Varela, un poco más abajo está Gucci y un poco más adelante a la izquierda es donde hemos quedado.

Aparcar no les llevó mucho rato. Un jueves noche, en la zona de oficinas, podías tener la suerte de encontrar sitio sin muchos problemas. Aún así, aparcaron a tres manzanas de la sala.
La acera no estaba en sus mejores condiciones y Elena llevaba mucho cuidado mirando dónde pisaba.
-Cógete a mi brazo.
-¡Que caballero!-dijo burlándose de él.
-Cógete anda que con esos taconazos te vas a matar.
Elena se cogió al brazo de Alberto. Ahora entendía a su abuela, a ella esto siempre le había parecido una cursilada de película de los años cincuenta, pero la verdad es que, con los tacones que se había puesto hoy, iba mucho mejor y ya iba perdiendo el miedo a matarse.

-Usas armani manía.
-¿Eres nariz de plata?- dijo Alberto.
-Trabajé unos meses en El Corte Inglés en el departamento de perfumes, en Armani Gloria Van der Bilt. Allí aprendí a maquillarme.
-Tú eras de esas que cuando pasas por la planta baja, primero disparan, te empapan de perfume y luego te dicen ¿Kouros de Yves Saint Laurent?
-No seas malo, es un trabajo muy duro. Todo el día de pie de punta en blanco y con la jefa de planta rondando todo el rato para que lo tengas todo ordenado y soportando a la gente, que somos unos pesados. A ver si te gusta el mío- Elena ladeó ligeramente la cabeza ofreciendo el cuello a Alberto.
Él se acercó al lóbulo de Elena e inspiró suavemente.
Un escalofrío recorrió a Elena de arriba a abajo. Tuvo suerte de estar cogida al brazo de Alberto o creyó que habría perdido el pie con esos tacones que se había puesto hoy.
-Me gusta
-Es A Scent de Issey Miyake- acertó a decir Elena con la voz quebrada.

Siguieron caminando sin decir nada durante unos pasos.
-¿Tú cómo es que no tienes novia?
-¿A ti quién te ha dicho que no tengo novia?- contestó él divertido.
Elena se quedó un poco cortada.
- Era una forma de preguntártelo.
-¿Tengo pinta de no tener novia?
Alberto se dio cuenta de que había sonado muy brusco y que se había puesto, no sabía por qué, a la defensiva.
-Pues la verdad es que no tengo novia- y se echó a reír.
A ella le apareció de nuevo la sonrisa en la cara.
Él dudó durante unos momentos si contarle su historia. Estaba muy a gusto y no quería volver a estropearlo.

-Entonces he acertado, ¿cómo es que no tienes novia?-volvió a preguntar Elena en broma.
Alberto esbozó una sonrisa amarga y sintió la necesidad de desahogarse.
-Pues mira. Hace unos meses que he salido de una relación de años- no sabía si seguir-. Durante una época de mi vida, no estaba a gusto conmigo mismo. Yo soy muy impulsivo y eso me llevó a una serie de relaciones intensas pero dolorosas y decidí cambiar- ya que estaba, iba a continuar. Ella no parecía que se estuviese asustando, más bien parecía tomarlo un poco a broma-. Así que busqué una relación convencional, con alguien dulce y buena persona, pensando que llevando una vida estándar sería feliz.
-Como en las series de la tele- dijo ella regalándole una sonrisa de complicidad.
Él sonrió, al menos parece que le comprendía.
-Sí. Una familia tipo Seven in Heaven.
-No te veo yo a ti de cura-bromeó Elena.
-Eh, el color negro es mi favorito.
-¿Porque adelgaza?
Él no pudo evitar soltar una carcajada. Alberto era más bien delgado.
-Bueno ¿Y qué pasó al final?
-Pues que no puedes auto engañarte durante mucho tiempo. Te vas minando por dentro, porque no te sientes como tú eres de verdad y haces daño a la otra persona. Así que llega un día que lo dejas. Cambias de ciudad...
-Y empiezas a trabajar en la empresa del Boss, donde se trabaja tanto que no da tiempo ni para pensar-le completó Elena.

Él pensó que Elena era divertida. En el trabajo siempre estaba seria, bueno en realidad, todos estaban serios. No había mucho tiempo libre. A él le daba la impresión de que las demás compañeras le hacían un poco el vacío. Según Claudio, eso era porque Elena iba maquillada y muy arreglada todos los días a trabajar y "las tías son muy celosas". A Alberto, Elena le parecía guapa. Tenía unos ojos negros ligeramente exóticos, muy a lo Nuria Roca y la cara plana con una nariz pequeña y un poco infantil. A parte de eso, el ir siempre con modelitos, probablemente de Zara, pero modelitos, la hacían más atractiva. A él en particular, no le importaba mucho si ella iba con la última falda o con los estupendos pantalones de vestir que llevaba hoy o en vaqueros de tiro largo. Lo que le estaba gustando de ella era lo inteligente y viva que parecía.

-¡Eh! ¿Dónde habéis  aparcado?
-¿Qué?
-¡Nosotros al lado de Recoletos!
-¿Qué?- Allí estaban todos y todas ya- Voy a pedir a la barra ¿Queréis algo?- ofreció Alberto.
-¡Si dices el nombre del Boss, las copas son gratis!- le dijo Claudio.

Dos copas después ya estaban todos haciendo el indio en una parte de la sala con los acordes de Enrique Iglesias.
Elena le dijo a Alberto.
-Te invito a un chupito.
-Se te ha pegado lo de invitar gratis.
Elena soltó una carcajada.
-Venga vamos a la barra.
-La verdad es que para lo mala que ha sido la cena, por lo menos la fiesta está bien- comentó él.
Durante un momento no sabían que decirse.

"You're the dust and I'm the rain...

Refugees atronaba en la sala. Elena elevó el tono de voz por encima del ambiente.
-¿Cómo se llamaba el libro que me comentaste el otro día?
Acercándose al hombro de Elena, Alberto contestó.
 -¿Qué?
-El libro que me comentaste, el de Boris Noseque- dijo Elena más cerca de él.
-Escupiré Sobre Vuestra Tumba.
-¿Te apetece que vayamos a tu casa y leemos los fragmentos que creas que me puedan gustar?

Alberto hizo una pausa de un segundo. Estaba seguro de lo que le había dicho, pero Elena era muy bromista y con la música tan alta, no podía interpretar su tono de voz ni el sentido de lo que le estaba proponiendo.
Como siempre, le miró a los ojos y volvió a acercarse a ella.
-Es un libro muy complejo. No es de los que se pueda leer en una sola noche y al día siguiente te olvidas de él. O al menos yo no me lo tomaría de esa manera.
Elena puso su mano en el hombro de Alberto, se acercó a su cabeza y le dijo al oído
- Si no fuese así, no querría leerlo.
Refugees seguía.
" Don't say there's nothing between us..."

Se hizo un silencio de unos segundos entre ellos. Alberto cogió a Elena de la mano.
Empezaron a avanzar entre la multitud, él abriéndole paso a ella. Al pasar junto a un pilar del local, dejó la copa a medias que aún llevaba en la mano que no le unía a ella y siguió avanzando en dirección al guardarropa.
Elena se dejaba llevar en un avance lento, que se le hacía eterno entre el gentío. No pensaba en nada, sólo quería que todo el mundo se apartase de su camino y que esa mano cálida y firme que le guiaba por la jungla de la noche, no le soltase y le llevase lejos de todo aquello.
-Los abrigos por favor.
Mientras esperaban a que la chica del guarda buscase sus cosas, no se soltaron de la mano. Ya no había ramas ni árboles por los que dejarse llevar, pero no les importaba.
Salieron del local dejando atrás la música de Alphaville.

" ..Do you really want to live forever..." 

-¡Espera!


Capítulo 3. Pop


-Tengo que mear.
-¿Qué haces?- le miró ella extrañada mientras Antonio se dirigía a los coches que estaban aparcados en batería-. Anda, sube a mi casa, no lo hagas ahí.
-Da igual. A Carol le dio risa.
-No seas guarro, sube a mi casa.
-Que no. Que no tardo nada. Además, paso con tus padres arriba. -Entramos sin hacer ruido, haces pis y si quieres bajamos otra vez- propuso ella.
Antonio dudó. Sabía que si subía y se despertaban los padres de Carol, ella no volvería a bajar.
-Soy especialista en mear rápido entre dos coches. -Anda ven bobo- Se acercó los cuatro pasos que le separaban de él. Le cogió del brazo y tiró de Antonio llevándolo hacia el portal.
Antonio se dejó llevar.


Entraron en el ascensor.
-¿En qué piso vives? -El cuarto.
4 personas Max 300kg. Pudo leer Antonio. En la chapa alguien había rayado el nombre de Marc x Jùlia.
En el reducido espacio, Antonio tuvo consciencia de lo menuda que era Carol.
No se hablaban. Se dirigían furtivas miradas, a veces directas a sus cuerpos otras al espejo que les devolvía su escena como un cuadro de Renoir.
La máquina del tiempo que es un ascensor, llegó a su destino.
Se abrieron las puertas. En el rellano había por lo menos cuatro puertas y un olor característico a madera húmeda impregnaba el aire.




-Es el B.
Carol sacó del bolso un llavero de madera con muchas llaves. Seleccionó una del manojo y la introdujo en la cerradura. Al girar la llave, los cerrojos de la puerta blindada dieron un golpe seco tras otro que hizo eco en la escalera por cada una de las tres vueltas que necesitó para abrir la puerta. 
Las bisagras de la puerta chirriaron suavemente.
Antonio pensó que si aquello no había despertado a los padres de Carol, nada lo haría.

Entraron a oscuras en el pasillo que hacía de recibidor.
-Es la tercera puerta de la izquierda- susurró Carol.
-No veo nada- dijo Antonio en voz baja.
-Enchufa el móvil. Es todo recto- dijo ella entre risas ahogadas.
Antonio dudó.
-Ve tu delante.
Carol avanzó por el estrecho pasillo entre espasmos de risa silenciosa.
-Calla que al final nos van a pillar- susurró Antonio. También empezó a aguantarse las ganas de reír. 

La puerta del cuarto de baño gruñó al abrirse.
-Pasa- invitó Carol.
Antonio entró. Pulsó la llave de la luz y se encendieron las bombillas del espejo. Daban más bien poca luz. Cerró la puerta.
Levantó la tapa del inodoro y empezó a orinar intentando apuntar fuera del agua para hacer el mínimo ruido posible. 
Cuando terminó, pulsó el descargador de la cisterna, no bajó la tapa del inodoro y abrió el grifo del lavabo. Empezó a lavarse las manos.
De repente escuchó el click de un interruptor de la luz y en la penumbra de las bombillas del espejo del cuarto de baño se quedó helado. Ese click le sonó como una bomba. Por debajo de la puerta del baño pudo ver luz en el pasillo.

-Joder- dijo ahogando la exclamación.
(¿Ahora qué hago? Seguro que se han despertado cuando he tirado de la cadena)- pensó.
Decidió esperar. No sabía qué hacer. Se dio cuenta de que ni se movía en un vano intento de no estar allí en ese momento.
Empezó a entrarle la risa.
-(Esto es ridículo. Ni que tuviese 15 años).
Esperó un par de eternos minutos más. No escuchaba ruido fuera.
Respiró hondo y decidió salir. Aquello empezaba a parecerle algo patético.
Había luz en el pasillo y en la habitación del fondo que debía de ser el salón comedor.
No vio a Carol en el pasillo, así que se dirigió al comedor. Saludaría a su padre o madre y se iría.

Cuando entró en el salón, vio a Carol sentada en el sofá y dos copas de vino blanco encima de la mesa de centro de madera blanca de Ikea.
-Tendrías que verte la cara- dijo Carol y empezó a reírse a carcajadas.
Antonio estaba confundido y tenía media sonrisa en la boca. No entendía nada. Estaba de pie en la puerta del salón como un pasmarote sin moverse y sin decir nada.
-Anda tonto ven al sofá. Esta es mi casa. Vivo sola- dijo compadeciéndose de él.
Antonio bajó la cabeza y empezó a reírse para sus adentros.
-Serás cabrona.

-Mis amigas están aún estudiando el postgrado, pero yo llevo ya dos años trabajando en la agencia. Éste es mi piso- explicó Carol.
-¿Tuyo?
-Alquilado. Pero mi humilde morada- entonó grandilocuente con una gran sonrisa.
Antonio se sentó en el sofá junto a ella.
Carol cogió las dos copas y le ofreció una a él.
-Por tu Congreso del Cereal que ha hecho que vengas y nos conozcamos- brindó ella con gesto entre serio y divertido.
Antonio sonrió.
Brindaron y bebieron.

-¿Lo has decorado tú?-preguntó Antonio mientras se preguntaba-(¿Y ahora qué? ¿Me ha invitado a subir porque quiere algo o sólo para hablar?).
-Sí. Cuando lo cogí, las paredes tenían gotelé grueso medio amarillento.
-(La verdad es que está buena).
-Los muebles eran del Cuentamé y la vajilla de antes- continuó Carol-. Rasqué las paredes...
-¿Rascaste las paredes? Eso es un trabajazo- dijo él-. (Qué bien le queda la blusa toffee que lleva)- sus senos se marcaban firmes.
-Sí. Con estas manitas- continuó ella-. Puse el papel en las paredes. ¿Te gusta?
El papel era de un fondo marfil con filigranas en morado y berenjena.
-Es original- sonrió él. Estaba tan cerca de ella que podía oler su perfume de matices madera y limón.
-Los muebles los he ido cogiendo de Ikea. El de la tele lo encontré al lado de un contenedor, lo lijé y lo pinté.
-(No se callará...)- pensó él.
-El sofá era de mi tía- continuó Carol- le cambié el relleno y compré unas fundas de una casa de telas.
-Te ha quedado genial, parece nuevo- contestó Antonio- ¿Es siestero? (Cómo me gustaría que nos tumbásemos juntos en este sofá hecho por ti). 
-Jajaja. Sí. Ya le he hecho la forma de mi espalda- bromeó ella-. Estas copas son de A Loja Do Gato...

Antonio le estampó un beso rápido y corto en los labios y se quedó a unos centímetros de ella. 

Por primera vez en toda la noche, Carol se quedó sin palabras. Le miró sorprendida y giró la cabeza.
-(Joder. La he cagado)-pensó él-. Carol yo...-empezó a disculparse a media voz.

Carol se abalanzó sobre Antonio. Le cogió con una mano de la nuca y con la otra de la cabeza y empezó a besarle los labios con fuerza.
Se puso a horcajadas encima de él y relajó un poco la presión de sus besos.
-¿No tenías otra forma de decirme que me callara?- le susurró ella al oído.
Siguió besándole con dulzura el cuello.
Los labios de él bajaron buscando los de ella. Cuando se encontraron, comenzaron a besarse suavemente, explorando con la lengua los rincones de su boca.
Mientras se besaban, Carol empezó a desabrochar la camisa de Antonio y acarició el vello de su pecho.
Él desabrochó un botón de la parte de arriba de su blusa y se la sacó por la cabeza. La tumbó boca abajo contra el sofá, retiró el pelo de su nuca y empezó a besársela  mientras le acariciaba la espalda.

-¿Para esto me decías que me acompañabas a casa? ¿Por si me pasaba algo y te creaba cargo de conciencia?- gimió Carol.
-¿No te gusta que haya venido?- susurró él.
-¿Te parece que no me esté gustando?- dijo ella a media voz con una sonrisa en la boca.
Carol se dio la vuelta. Con él encima, le desabrochó el pantalón, metió las manos dentro de los calzoncillos y le cogió el culo con las dos manos. Lo tenía pequeño y duro, con un poco de vello suave.

Antonio se levantó, se puso de rodillas a los pies de ella, le desabrochó el pantalón, lo cogió de la parte de abajo de las perneras y tiró de las dos puntas a la vez sacándole los pantalones en un sólo movimiento rápido y eficaz. La había dejado en braguitas y sujetador.
Con ambas manos, comenzó a acariciarle la parte de delante de los muslos desde las rodillas hacia las caderas.
-Me haces cosquillas- le sonrió pícara.

Ella se levantó y se puso de rodillas enfrente de él. De un empujón, hizo que se tumbase boca arriba en el sofá. Le abrió la camisa, cogió una copa de vino y derramó un poco sobre sus abdominales manchándole el pantalón. El vino estaba frío y Antonio dio un respingo al tiempo que se le endurecían los pezones. Carol empezó a besarle por donde había caído el vino.

La erección se hizo visible a través del pantalón desabrochado de Antonio.
Ella miró el bulto que era ostensible debajo de sus Unno. Carol sonrió, le miró a los ojos y metió la mano dentro de sus bóxer ajustables. Cogió su miembro con firmeza y le sonrió.
-¿Ya estás así?-le susurró con picardía.
-En La Cigale no hablabas tanto- susurró él.
Carol sonrió, le acarició con suavidad el pene, sacó otra vez la mano de su paquete y le terminó de quitar los pantalones y los calzoncillos. Se puso a horcajadas encima de Antonio y empezó a frotar sus partes íntimas contra su pene ejerciendo presión sobre él a través de sus braguitas. Se irguió y apretó contra su órgano presionando su clítoris en cada nueva embestida.

De repente se levantó y se puso de pie.
-¿Qué haces?- preguntó él con voz entrecortada por la excitación.
-Ahora vengo- dijo ella mirándole cómplice.
 Antonio la vio salir del salón. De espaldas en braguitas y sujetador estaba muy sexy.
Al momento Carol volvió con una sonrisa de oreja a oreja. Le tiró un paquetito a Antonio que seguía acostado con la camisa abierta como única indumentaria.
Antonio miró lo que le había tirado Carol, durex pudo leer en el paquetito de color plata y azul con letras blancas.

***
Antonio seguía durmiendo en la cama.


Carol se levantó con un poco de resaca. Era viernes y tenía que ir a trabajar. Le dejaría dormir un poco más y después le despertaría para que se marchase.
Se puso unas braguitas limpias y una camiseta Bazinga!
Fue al salón a ordenarlo un poco. Recogió los pantalones de Antonio que estaban tirados por el suelo.
En la alfombra, dónde antes estaban los pantalones, había un llavero de Cruzcampo y un papel blanco medio arrugado.
Era un ticket de compra de la FnacEl Guardián Entre El Centeno 20,50€.



Capítulo 4. Primero con la cabeza y después con el corazón.


Él había terminado un poco antes de lo habitual.
El día había sido muy largo y con sólo una hora para comer, terminar a las siete se agradecía. Se maldijo por no tener nada planeado para esa noche.
Dirigió sus pasos hacia la estación de metro Lista.
No tenía ganas de ir a su piso y ponerse a ver los capítulos de HIMYM que estaba descargando, con lo temprano que era y tampoco tenía ningunas ganas de hacerse el hervido de espinacas ni el atún en papillotte que tenía para cenar.



Después de enviar cinco wasap y no poder quedar con nadie, decidió girar sobre sus talones y poner rumbo al Vips de Ortega y Gasset. Pasearía un poco para matar el tiempo y se cogería algo del mini súper del Vips, así no tendría que cocinar.
Le gustaba pasear por la Milla de Oro. El ambiente era muy naif, con los chicos y chicas sacados de un catálogo de Tommy, Polo y Spagnolo, ayudaba a desconectar.

Carla no había cogido cesta. Se suponía que sólo iba a coger una ensalada César, pero no pudo resistirse a los volcanes de chocolate que se hacían en el horno en 12 minutos y la última edición del Vogue.
Mientras esperaba su turno en la cola de la caja, ojeó unas páginas de la revista al azar.

-Son ocho con treinta por favor-dijo con voz nasal el cajero.
Carla abrió el bolso, rebuscó hasta encontrar la cartera.
-¡Vaya!-sólo llevaba un billete de cinco. Volvió a escarbar en el bolso y sacó el monedero. Una moneda de un euro, tres de cincuenta céntimos, dos de diez céntimos...y nada más.
Carla abrió el bolso de nuevo y comenzó a rebuscar en los bolsillos interiores con la esperanza de encontrar alguna moneda más.
-Le faltan 60 céntimos- informó la voz de pito del cajero.
-Ya, ya...- Carla seguía buscando apurada. Empezó a sacar cosas del bolso. Una barrita de cereales, una muestra de Fleur Defendue de Lolita Lempicka, una agenda...
-Toma, cóbrate.
Carla observó sorprendida cómo una mano depositaba tres monedas de veinte en la bandeja de pago.
Boquiabierta, miró por encima del hombro a ver quién había completado su cuenta.
-¡Oh! ¡Qué lindo!- Al momento de decir lo que pensaba se ruborizó. No podía creer que se le hubiese escapado esa frase tan cursi.
-Su ticket y su bolsa- informó la voz de pito.
Carla tardó más de lo normal en coger ambas cosas. Estaba descolocada con la situación.
El peso de la bolsa en su mano, le devolvió al presente. Entonces se fijó en quién había pagado la parte de la cuenta que no había podido completar.
Era un chico de unos treinta años, moreno, que vestía con camisa azul de Replay, pantalones esport gris oscuro de PuroEgo y cazadora de motorista de cuero color café.
-Gracias- alcanzó a decirle al extraño con su acento porteño.
-No hay de qué- contestó él sin hacerle caso al tiempo que pagaba su cuenta y cogía su bolsa.

Carla se dirigió a la puerta pensando aún en lo que le había sucedido cuando decidió esperar al extraño y darle otra vez las gracias.
Él no tardó mucho en dirigirse a la salida donde montaba guardia Carla.
-¡Hola!- dijo ella un poco nerviosa-. Gracias otra vez por dejarme el dinero.
-De nada-. Contestó él con aire extrañado.
-Me has salvado el cuello- bromeó ella.
Él sonrió- No exageres.
-Sí- continuó ella- me hubiese costado mucho decidir qué dejar de las tres cosas y sobrevivir a esta noche.
-Jajaja. Vale, si son objetos de primera necesidad, entonces sí que era importante tu compra- contestó con aire divertido.
-Llevo mi cena, chocolate y mi Vogue- dijo ella triunfal.
-Sí que es gordo- bromeó él señalando la revista- casi tanto como mi libro.
-¿Qué estas leyendo?- sintió curiosidad Carla.
-La Potencia De Uno, de Bryce Courtenay- contestó él enseñándole la cubierta del libro.
- No lo conozco. ¿Qué tal es?- Carla ya se estaba relajando.
-Es muy crudo. Va de la capacidad de sobreponerte a las adversidades creyendo en ti mismo. Es muy duro porque el libro maltrata mucho al personaje, que es un niño, pero supera siempre las adversidades en una montaña rusa de circunstancias buenas y malas, amando a las personas.
-Tendré que leerlo y no algo tan superficial como mi revista- bromeó ella.
-¡Eh! Que yo también leo Más Allá- le siguió el juego él.
Los dos rieron a carcajadas.
-Déjame que vayamos a un cajero y te devuelvo el dinero- se ofreció Carla.
-¡Sí mujer! Por sesenta céntimos- se rió él- no lo acepto.
-Bueno, pues otro día que nos veamos te lo devuelvo. ¿Vives por aquí?
-No hace falta. Es sólo dinero y ayudarte no me ha costado nada- explicó él-. Con las gracias es suficiente- le sonrió.
-Bueno, pues gracias otra vez. Yo me llamo Carla- se presentó ella.
-Yo...- en ese momento sonaron los acordes de Avril Lavigne - perdona, el móvil.
-Sí. Rafa. Te he mandado un wasap antes porque he terminado temprano de trabajar. Sí. ¿Nos hacemos unas salchipapas?¿No?Vale¿Entonces donde?Sí. Creo que sé ir. Cojo el metro y nos vemos allí.
-Perdón- se excusó él- me tengo que ir Carla. Ha sido un placer conocerte.
-Bueno. Pues gracias otra vez- dijo ella.
-No me ha costado nada. Hasta otra.

Estos volcanes de chocolate eran la perdición.
-¿Qué hacen hoy en la tele?- preguntó Carla mientras rechupeteaba la cucharilla.
-Perdona Si Te Llamo Amor, en Divinity- le contestó Maia.
-¿Otra vez?
-No hacen otra cosa decente para nuestro corazón- bromeó Maia.
Maia y Carla compartían piso desde hacía cinco meses. Ninguna de las dos tenía pareja y se pasaban las noches bromeando sobre cómo tenía que ser quien ocupase sus corazones.
-Vale, tú eres la crítica televisiva de la casa- de todas formas estaba cansada y lo bueno de esta película es que además de romántica, al haberla visto ya, no le importaba perderse el final si se dormía en el sofá.

***

Carla había terminado con los últimos expedientes y ya se iba de su despacho de la consultoría en la que ejercía su especialidad.
Se quedó pensando un rato. Decidió que no iría directa a casa.

Después de esperar media hora mirando los nuevos trajes de Hugo Boss se quedó mirando en el cristal del escaparate unos instantes y decidió ir a casa.
***

Se había puesto una blusa beige de Óscar de la Renta y traje de chaqueta y pantalón de Purificación García negro de raya diplomática. Decidió que hoy no esperaría en la acera de enfrente. Entraría y con la excusa de comprar un libro, haría tiempo dentro.
Después de echar tres vistazos al expositor de libros, se decidió a preguntar.
-¿Tenéis La Potencia De Uno?- preguntó Carla.
-Espere que lo consulte- replicó la voz de pito-. No, no lo tenemos.
Carla pensó que probaría en la Fnac.
Se fue a casa un poco alicaída.

-Carla ¿Qué te pasa?- preguntó Maia.
-Hace tres días me pasó una cosa. No le di importancia. Pero es que no me lo puedo sacar de la cabeza-. Carla le explicó la historia del extraño que le completó la cuenta del Vips.
-¡Que bonito tía! ¿Era guapo?- bromeó Maia.
-No es eso lo que me tiene obsesionada. Es lo que hizo. Me quedé desarmada y no paro de pensar en encontrarlo otra vez para conocerle y saber más de él.
-Tía. Tú estás mal- bromeó Maia-. Esto de no tener novio y de idealizar a los chicos no debe de ser sano-. Continuó- vamos a irnos de cena hoy y a pillarnos una buena y ahogamos las penas con calorías, cerveza y chocolate.
Vamos a ir al Vips a ver si nos encontramos a tu caballero- le dijo guiñándole un ojo.

-Este Vips no es- dijo Carla- fue en el de arriba, no en el de Serrano.
-En este conozco a Nora, que es encargada y no pagamos la cerveza- le sonrió Maia.

Tras la cuarta ronda de cerveza, ya casi no recordaban el motivo de la cena. Lo estaban pasando en grande. Se estaban echando unas risas de lo más sano.
-¡Por tu Don Juan de pacotilla!- brindó Maia un poco borracha- Que nos ha traído aquí a pillarnos un buen ciego un jueves por la noche.

Sus carcajadas no pegaban mucho con el ambiente tranquilo del restaurante.
Nora, la amiga de Maia, se sentó con ellas a tomarse una ronda. De risa en risa se les hizo las mil.
-¿Nos vamos a tomar una copa al Gabana?-propuso Nora- a ver si vemos a algún famoso.
-Yo si no me ligo a Andrés Velencoso esta noche, no podré dormir- dijo con lengua enredada Maia.
Las tres rieron a carcajadas.
Cogieron sus chaquetas y bolsos y se dirigieron a la salida del local.
-¿Cogemos un taxi?-propuso Carla.
-¡Qué va!, si está aquí al lado- dijo Maia.

Cuando salieron del local, se encontraron con el frío de la noche madrileña.
Entre risas y hablando de sus cosas, Maia y Nora se habían quedado un poco detrás de Carla, que había salido antes del Vips.
Carla se quedó petrificada. No lo podía creer. ¿Tan borracha iba? Una pareja salía del pub de la parte de arriba del Vips de Serrano y ya enfilaban la acera.
-Maia- susurró Carla sorprendida.
-¿Qué te pasa?- le preguntó Maia extrañada.
-¡Es él!- contestó Carla.
-¿Quién?
-El chico del Vips de Ortega y Gasset- respondió Carla.

Espera!-gritó Carla.

El chico y la chica se dieron la vuelta, un poco extrañados, se miraron y parecían preguntarse si se referiría a ellos.
Carla se armó de valor y caminó hacia la pareja.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- dijo dirigiéndose al chico.
-¡Hola!-dudó él-. Bien supongo.
Carla se dio cuenta de que no la había reconocido.

-Soy Carla. No se si te acordarás que nos conocimos el otro día en el Vips- empezó a sentirse fatal. No creía que se le hubiese ocurrido hablarle a un chico al que apenas conocía y que además se notaba que no se acordaba de ella y que encima iba con su novia cogida de la mano.
-¡Ah! ¡Hola!- él pareció recordarla-. ¿Qué tal estás? ¿Te has terminado ya el Vogue?
-Jajajaja. Sí.- Carla se quedó callada unos segundos- Esto... es que te he visto y te quería dar las gracias por lo del otro día- Carla ya no sabía donde meterse. ¿Qué locura le había llevado a hacer esto? Por lo menos él parecía lo bastante educado como para seguirle un poco la conversación y no hacerle sentir peor de lo que ya se sentía.

-Otra vez te digo que no me costó nada ayudarte- explico él-. El otro día no me terminé de  presentar. Yo soy Alberto y ella es Elena.
-Encantada- alcanzó a responder Carla. Ya se le iba pasando un poco el bochorno.
-Bueno Carla, ha sido un gusto encontrarte- dijo Alberto-. Ahora nos tenemos que ir a leer un libro- dijo Alberto mirando a Elena.
Elena y Alberto se sonrieron con una mirada cómplice.
-¿La Potencia De Uno?- preguntó Carla. No quería que Alberto se fuese tan pronto después de haber pasado dos días buscándolo. La realidad le iba sacando de su sueño, pero ella se resisitía a separarse de él.
Alberto la miró extrañado y al momento cayó en la cuenta y sonrió.
-No, otro más divertido- sonrió Alberto-. Bueno, hasta otra Carla.
-¡Adios!- contestó Carla.

Carla vió cómo se alejaban Alberto y Elena. Ella cogida al brazo de él, hacían un bonita pareja y ella se sentía sola y sin un amor otra vez.


Capítulo 5. La cama.


-¿Te tienes que ir?-preguntó ella.
-No imagino poder estar en ningún lugar mejor que junto a tu cuerpo desnudo-contestó él.
Júlia apoyó la cabeza en el pecho de Marc y le acarició el mentón. No podía parar de mirarle a los ojos negros. Jugueteó con su pelo.
-¿Cómo me dices esas cosas?-preguntó ella.
Él guardó silencio.
Prendas de ropa tiradas por el suelo y unas sábanas arrugadas habían sido testigo de lo que había pasado allí hacía unos minutos.
Él le dio un suave beso en los labios como única respuesta.
-¿Te ha gustado mi regalo de cumpleaños?-preguntó Júlia con una sonrisa.
-No digas eso, suena feo-bromeó él mientras su mano jugueteaba con la curva de la espina dorsal de Júlia-. Pero sí, es el regalo que más me ha gustado de esta noche.


Los bucles del cabello de Júlia caían desordenados por sus hombros. A Marc le gustaba el olor de su pelo pelirrojo natural. Marc pudo verse reflejado en sus ojos verdes.
-¿Quieres que me vaya?-preguntó él.
A Júlia le cambió la expresión de felicidad del rostro al de incredulidad.
-¿Por qué iba a querer que te fueses?-le preguntó extrañada.
-Ya veo que no quieres. Lo decía porque me has preguntado que si me tenía que ir. No sé si mañana tienes guardia-se explicó Marc.
-Sí que trabajo mañana. Pero ¿Crees que es algo que me importe mucho ahora?-le susurró ella.
Puso una pierna sobre el vientre de él, se acercó un poco más a su rostro y comenzaron a besarse.
-Podría acostumbrarme a este tipo de regalos-dijo Marc entre susurros.

Habían sido unos días maravillosos. La llamada de Júlia, cuatro días antes, le había sorprendido. A Júlia la conoció mientras estudiaba en la Universidad. No compartían facultad, pero sí que habían estudiado carreras sanitarias.
Júlia era una chica que había aparecido accidentalmente en su vida ocho o nueve veces y que siempre le encantó. Por el lenguaje corporal de Júlia, Marc sabía, sentía, que esa atracción era correspondida. Por caprichos del destino, siempre que se habían cruzado sus vidas, él o ella habían tenido pareja. Hasta hace cuatro días en que Júlia llamó a Marc y habían quedado para ir al cine. Ésta era la segunda vez que quedaban, esta vez con los amigos, para el cumpleaños de Marc.

-¡Sí claro!-dijo ella entre risas-¿Y a mí que me vas a regalar a cambio?
-Será que tú no has disfrutado también del regalo...-dijo él seductor.

-¡Calla!-dijo de repente Marc.
-¿Qué pasa?-dijo ella.
-Escucha-. De fondo se escuchaba el inconfundible ritmo y los gemidos de una pareja haciendo el amor.
-¡Madre mía ! ¡sí que se oye!-dijo Marc.
-Debe de ser la chica del Cuarto B. Vive sola y tiene una vida social muy activa-contestó Júlia.
-Ya oigo lo activa que es-dijo Marc divertido.

-¿Te importa si nos han escuchado a nosotros?-sonrió Júlia.
-¡Qué me va a importar!-Marc cogió con suavidad a Júlia del cuello y le besó.- ¿Qué me va a importar a mi nada cuando estoy contigo?
-Podrías estar siempre conmigo-dijo Júlia con una sonrisa.
-No me soportarías-bromeó Marc.
-¿Por qué no?-dijo Júlia seria-vente a vivir conmigo.
-Sabes que soy muy complicado-siguió bromeando Marc-mi vida es muy complicada.
-Te lo vuelvo a decir. Vente a vivir conmigo, aquí, juntos.
Marc se puso serio, se incorporó un poco en la cama y le miró fijamente.
-Júlia, no sabes lo que me estás pidiendo.
-Vente a vivir conmigo. ¿Qué tienes que perder? Volver a vivir en casa de tus padres, después de haber estado años fuera de casa, es muy duro.
-Júlia, por favor, no sigas. Tú me gustas mucho. Estos dos días que hemos quedado, me han ayudado mucho a evadirme de mi situación personal, pero no voy a venirme a vivir ni contigo ni con nadie-se sinceró Marc muy serio.

Marc se preguntaba qué pasaba por la cabeza de Júlia para proponerle una cosa así.
Es cierto que ambos se conocían hacía muchos años y que los dos acababan de salir de unas largas relaciones, pero él no tenía claro ni qué iba a ser de si mismo. Por ahora se dedicaba a trabajar duro y retomar el contacto con las amistades de siempre.
Júlia había tensado mucho la situación y Marc estaba incómodo. No sabía muy bien qué decirle a Júlia para que no se sintiese rechazada, ella le gustaba mucho y sentía que podría llegar a estar con ella mucho tiempo. Pero Júlia había forzado la situación y muy pronto.

-Júlia-no sabía muy bien cómo decírselo-creo que es mejor que me vaya. Pasado mañana, si quieres,  podemos ir al cine como habíamos quedado y volvemos a hablar. No creo que ahora mismo seamos capaces de decirnos algo coherente.
-Marc, no te vayas por favor-suplicó ella.

Marc se levantó de la cama. Recolectó su ropa del suelo de la habitación y se la puso apresuradamente. Sólo quería salir de allí, de aquella situación.

Júlia observaba muy triste cómo se vestía Marc. Decidió levantarse también de la cama. Sacó unas braguitas limpias del vestidor y se puso una camiseta tongue de los Rolling.
Acompañó a Marc a la puerta de la casa.

-Marc-dijo triste-no te vayas. Hablemos. Nos sentamos en el sofá y hablamos.
-Júlia, es mejor que me vaya-intentó hacerle comprender él-dejemos pasar mañana y antes de ir al cine hablamos. Anda dame un beso.

Se besaron apasionadamente bajo el marco de la puerta abierta del piso de Júlia. Parecía que no se podían separar, que no querían separarse.

Marc salió a la calle y fue en busca de su coche.
-Mierda-maldijo.

Júlia se quedo sola en casa preguntándose por qué Marc no había querido quedarse a hablar con ella. Se dio cuenta de que tal vez lo que le había propuesto había sido un error.
Júlia no pudo aguantar las ganas de llorar.
Fue a la habitación a recoger su ropa que estaba tirada por el suelo con la mirada cegada por las lágrimas. Le sobresaltó el pitido del interfono.
¿Quién sería a estas horas?

-Júlia abre-. Era Marc. A Júlia se le aceleró el corazón. Sentía que había vuelto a por él. Marc lo había pensado mejor y venía a estar con ella.
Cuando abrió la puerta y le vio, no pudo resistirlo y se echó a los brazos de Marc.
-Te quiero, te quiero. Sabía que no estaba equivocada. Sabía que volverías-dijo en el cuello de Marc.

A Marc se le puso un nudo en la garganta.
-Júlia-dijo Marc-por favor no hagas esto-no sabía cómo decírselo-. Júlia, tú me gustas mucho y quiero seguir contigo, pero no he vuelto por lo que piensas. Me he dejado el bolso con las llaves del coche.

Marc pudo ver como se ensombrecía la mirada de Júlia.
Ella entró en el salón, donde habían empezado a besarse en lo que ahora le parecía había sido una eternidad, cogió el bolso de Marc y se lo llevó.

-No sabes lo que quieres-dijo ella casi sin voz.
-No sabes lo que quieres, ni sabes a quién quieres-Júlia estaba elevando el volumen de su voz-eres un desgraciado y haces desgraciados a los demás porque no sabes lo que quieres-Júlia ya estaba gritando.
-Júlia por favor no grites, dime lo que quieras, pero…
-Eres un desgraciado y una persona que no duda en decir lo que sea con tal de engañar a los demás y conseguir lo que quieres-dijo con todo el rencor del mundo Júlia.
-Júlia, las cosas que te he dicho son sinceras, yo no quiero hacerte daño…
-Eres un mierda ¿Cómo te atreves a decirme lo que me has dicho hace un momento mientras hacíamos el amor y después huir como un cobarde cuando alguien te abre su corazón?

Marc se sintió muy triste. Las palabras de Júlia le habían herido en lo más hondo de su ser.
Se dio la vuelta y bajó las escaleras andando, no quería esperar al ascensor con Júlia mirándole desde el quicio de la puerta.
Cuando llegó a la puerta del portal, todo le daba vueltas. No conseguía recordar donde había dejado el coche. Vio un banco de madera y se sentó. Se sentía mareado. Las palabras de Júlia, tronaban en su cerebro y no se callaban.
Se levantó y, por azar, encontró el coche. No sabía cómo sus pies le habían llevado hasta allí.

Entró y arrancó el motor. El reproductor de música se encendió de forma automática. Por los altavoces, Marc escuchó el inicio de una canción que le taladró el corazón.

“Con viento del este hiciste una cama
soplaste sobre ella para templarla
y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra
y dormíamos tan juntos
que amanecíamos siameses
y medíamos el tiempo
en latidos”



Capítulo 6. Sueños días.


Alberto salió de su sueño con un sobresalto.
Las primeras luces del día se colaban por las rendijas de la persiana mal bajada de la habitación. Volvió a cerrar los ojos, pero, a pesar de tener sueño, no tenía más ganas de dormir.
No tenía resaca, sólo el embotamiento diario y habitual que le regalaba su maldito reloj biológico, que de lógico tenía poco, cuando le despertaba todos los días a las siete de la mañana.

El disco duro de su mente comenzó a activarse y a tomar consciencia de que estaba en su habitación, que estaba en su cama, que el nórdico no le tapaba la espalda y que tenía el brazo derecho dormido.
Quiso rodar sobre sí mismo, pero recordó que no debería hacerlo. El aroma de A Scent le puso en situación, no estaba solo en la cama, ella había pasado la noche con él en su casa, en su habitación, en su cama.

Mientras contemplaba una negra melena que caía desordenada sobre la almohada y medio cubría su camiseta blanca de Benicassim, comenzó a recordar lo vivido sólo hacía cuatro horas.



Anoche fue la cena de empresa.
Habían ido a un restaurante malo donde, a pesar de sus intentos y los de Claudio por sacar temas divertidos y gastar bromas de anécdotas pasadas, habían terminado hablando de trabajo.
Después fueron a tomar unas copas a un local del barrio de Salamanca. No aguantó mucho en el pub, dos copas y un chupito y ella le propuso ir a su casa.
Tardaron más en ir a buscar el coche a pie, que en ir a casa de Alberto.

Se encontraba en paz consigo mismo.
Le gustaba contemplar su cabello desordenado y los meandros de su espalda que se adivinaban debajo de la camiseta. Podía escuchar cómo ella inspiraba rítmica y suavemente y esto le gustaba.
La contempló en silencio por un instante más y decidió que se levantaría y le prepararía el desayuno.
Se dio cuenta de otro detalle, no era el mejor momento para levantarse, aguantaría un par de minutos en la cama a ver si se solucionaba el problema solo.

Jugó a recordar las conversaciones de anoche.
Sonreía mientras repasaba lo que habían hablado. El baile de palabras que fue toda la velada entre ellos. Recordaba claramente cada una de las cosas que se habían dicho, cómo se encontraba a cada momento más a gusto con ella y el instante en el que ella le dijo que quería ir a que le leyese un libro a su casa. Cómo él se había atrevido a besarla primero, cómo ella había correspondido.



Inspiró hondo y decidió que pensar en todo aquello no iba a ayudarle a solucionar el problema.
Tiró con cuidado del hombro para sacar su brazo inerte de debajo de la cabeza de Elena, no quería despertarla.
Ella se movió y se reacomodó en la almohada, no parecía que se hubiese despertado.

Alberto fue directo a la ducha, giró el grifo monomando todo a la derecha y abrió el paso al torrente de agua.
Joder!- dio un respingo y aguantó todo lo que pudo el agua hasta que decidió que giraría el monomando a la posición central habitual. Entonces comenzó a enjabonarse.

Se puso una camiseta limpia sin planchar de algodón de Nologo y se dirigió al sofá, cogió el iPad y entró en la cocina.
Pulsó el icono de Safari, en Favoritos buscó PepitaCocinitas y decidió que haría crêpes para desayunar.

Elena no había pegado ojo en toda la madrugada.
La noche había sido un torbellino de emociones. Recordó las conversaciones con sus compañeras en la cena, que el tema de discusión rondase temas de trabajo, Mujeres Hombres y Viceversa y que todas prometiesen y jurasen que se iban a apuntar, por enésima vez, al gimnasio el lunes siguiente, la aburrieron sobremanera.
Recordó cómo miró a la mesa de enfrente y vio a Alberto y Claudio haciendo el payaso con Belén y Rebeca, seguro que diciéndoles sus típicas bromas pesadas y borderías en las que las comparaban con chonis y ellas les llamaban gays y pueblerinos y cómo deseaba estar en la mesa de enfrente y cómo cuando se repartieron en los coches, nadie se ofreció a llevarla y ella le dijo a él que le acompañaba a Serrano 41.

Cómo, aún no sabía por qué, el alcohol quizá, se había atrevido a decirle de una extraña manera que le gustaba. Cómo cuando salieron del pub, se encontraron con una chica que saludó a Alberto y ella creyó que sería alguna novia suya. El paseo tan especial hasta llegar al coche y cómo decidió que ya estaba bien de pensar y que pasaría la noche en su casa. Lo emocionada que se sintió al dormir en esas sábanas que olían a suavizante y a armani manía y abrazada por él y cómo se hizo la dormida cuando se dio cuenta de que Alberto ya estaba despierto y abandonó la cama sin decirle nada.

-Elena- susurró Alberto- Elena, son las ocho menos cuarto.
Elena giró sobre sí misma y miró a Alberto que estaba sentado en el borde de la cama mirándola con expresión de felicidad en la cara.
-Buenos días- dijo ella con la primera voz de la mañana.
-¿Qué tal has dormido?- le preguntó él.
Elena se desperezó, se incorporó en los codos, arqueó la espalda y se dejó caer otra vez en la almohada.
-Bien- dijo ella.

Durante un incómodo instante, ninguno de los dos dijo nada. Sólo se miraban, él con mirada ensoñadora y ella seria.
-He preparado algo para desayunar- decidió decir Alberto.
Se levantó de la cama y se acercó al escritorio donde tenía el ordenador. Elena se dio cuenta de que allí había una bandeja cuadrada.
Alberto acercó la bandeja y la posó en el colchón.
-Como no sabía qué te gusta desayunar, he preparado un poco de todo- empezó Alberto-. He preparado té, zumo de naranja, unas tostadas de baguette, pavo y queso, manzana y kiwi. No tomo leche, así que he puesto yogurt y muesli por si quieres echarle- Alberto parecía un camarero de hotel diciendo la carta del desayuno continental- y he hecho crêpes con Nutella.

Elena se frotó los ojos, se incorporó en la cama y no dijo nada.
A Alberto se le cayó el alma a los pies.
-Si quieres cualquier otra cosa, puedo bajar al bar de enfrente y lo subo- dijo esta vez más serio.
-No- dijo ella- así está bien.
Alberto ya no sabía qué decir ni qué estaba pasando.
Elena miró la bandeja, se quedó sentada en la cama y volvió a restregarse los ojos.
-¿Puedo usar el baño?- preguntó ella.
-Claro- Alberto se puso de pie- es la puerta de enfrente.

Elena salió de la cama y se dirigió al aseo.
Alberto la vio salir de la habitación con la camiseta de Benicassim que le había dejado anoche para dormir y las braguitas. Iba descalza, pero pensó que no tendría frío con la tarima que tenía puesta en toda la casa.
Se quedó mirando la bandeja con el desayuno esperando a que ella saliese del baño. Escuchó la puerta del aseo y esperó a que ella volviese a la habitación.
-Alberto- dijo ella- necesito una ducha o no soy persona.
Él se dirigió al armario, cogió una toalla limpia de ducha y una de tocador y se las dio.Volvió a darse la vuelta y abrió de nuevo el armario. Sacó un albornoz azul.
-Está limpio, lo usaba cuando hacía natación.
-Con las toallas está bien- dijo ella-. Gracias.

Elena entró de nuevo en el cuarto de baño, Alberto decidió subir la persiana de la habitación.
Recogió sus pantalones y la camisa que estaban tirados en el suelo y los metió en el cesto de la ropa sucia.
Se puso unos pantalones largos grises de deporte de algodón encima de los boxer límpios que se había puesto después de ducharse y reparó en recoger la ropa de Elena.
Cogió los pantalones de vestir y los dobló en el respaldo de la silla del escritorio, encima puso la blusa de pedrería dorada que llevaba Elena anoche y su sujetador sin tirantes.

Cuando escuchó que ella había cerrado el grifo de la ducha, decidió volver a calentar el té en el microondas.
Alberto volvió a la habitación, Elena estaba allí mirando la calle Alcalá a través de la ventana.
Al oirle entrar, se dio la vuelta y no dijo nada.
-¿Quieres desayunar aquí o en la cocina?- rompió Alberto el silencio.
-Aquí está bien, sólo voy a tomar té y yogurt- ella hizo una pausa- entre semana no suelo desayunar mucho.

Elena se acercó a la cama y se sentó en el borde.
Dio un sorbo al té y se quedó mirando la taza sumida en sus pensamientos.
Alberto bebió del zumo de naranja, respiró hondo y decidió que daría cuenta de su ración de crêpes.
Un silencio estruendoso inundaba la estancia.

-¿Cómo vamos de tiempo?- preguntó ella.
-Bien. El metro sólo tarda diez minutos en llegar a la parada del trabajo- Alberto estaba terminando su crêpe-. Con que salgamos a las nueve menos cuarto nos sobra.
-No "vamos" a salir a menos cuarto.
Alberto le miró con cara de poker.
-Yo voy a salir antes.

-¿Qué hostias pasa Elena?
Elena le miró y se concentró de nuevo en el té. Tragó el sorbo que había dado.
-Tengo que llegar temprano al trabajo.
-¿Y no podemos ir juntos?
-Alberto, no vamos a ir juntos.
-Bueno, podemos ir juntos en el metro y si quieres me espero un poco para no entrar juntos.

-No me lo pongas difícil.
Alberto soltó la cucharilla con la que estaba comiendo el crêpe y se le quedó mirando.
-Entiendo que no quieras que se sepa que anoche estuvimos juntos...
Elena cerró los ojos y comenzó a hablar.
-Voy a llegar al curro con la misma puta ropa que llevaba en la cena. Quiero llegar antes para poder ponerme lo que llevaba puesto ayer que dejé en la taquilla del vestuario.
-Elena...
-Mira, no es fácil para mí. Se supone que le he puesto los cuernos al gilipollas de mi novio.
Alberto guardó silencio dejándole terminar.
Ella ya no dijo nada más.

-Te comprendo- dijo él-. Yo sólo puedo decirte que ayer me hiciste sentir especial y que me gustas.
-No me digas eso.
-Es verdad y no me importa decírtelo aunque tú ahora te arrepientas de haberte liado conmigo.
Elena no le miraba, estaba concentrada observando la bandeja del desayuno.
-Pero no me importa, porque no puedo remediar que, una vez que creo que te he conocido, me gustes y quiera conocerte más.
Elena le miró con ojos vidriosos.

-Alberto- dijo ella a media voz- para ti todo es como en un libro, pero esto es la vida real, las personas somos inseguras, no podemos decir siempre lo que pensamos ni lo que sentimos, porque somos cobardes y tenemos miedo a la realidad y a descubrir que nos podemos equivocar o peor aún, miedo a descubrir que podemos acertar.
-Mira a ver si esto te parece de libro- Alberto saltó por encima de la bandeja derramando el desayuno sobre la cama y la tarima del suelo, cogió a Elena por el cuello y empezó a besarle los labios.
-Dime si esto es de libro- susurró él mientras seguía besándole-. Dime que esto no es la realidad y que esto no es lo que sientes.

Elena se había cogido con las dos manos a la cabeza de Alberto y no quería parar de besarle, no quería dejar de escuchar sus palabras.
Tiró de él y se tumbó en la cama con Alberto a su lado, mirando sus ojos, estudiando sus facciones, memorizando sus rasgos, dibujándole en su memoria.

-Ojalá esto fuese un sueño en el que hoy no tuviésemos que ir a trabajar.


Capítulo 7. La mesa de billar.



Chats(1)          Loe                         
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 Marc!! 14:07
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Hola 14:07
q haces? 14:07
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T vienes sta tarde a esqiar
??                14:08
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                                      joder anda q avisas
                               14:08 vv cn tiempo        
Es al Vall de Nuria14:08
te vienes o q?
??                    14:09
                                        Bueno vale, como vamos
                        14:09 vv qien pone coche               
                                14:09 vv A q hora hay q star?
Tu??             14:10
ajjajajaj        14:10
                             14:10 vv yo?    
Q como tu coche es
mas grande q si llevas tu coche14:10
                                           14:11 vv Bueno, vale
Una cosa Marc
Viene Júlia 14:11
                                           14:11 vv y??
Y nada, paraq lo sepas14:12
                                           14:12 vv no pasa nada
Venga luego pasas por mi
Casa y nos recoges a los 5
Tb se vienen Cristin y Doc 
Ellos van en su coche      14:12
                                           14:13 vv bueno               
                                           14:13 vv hasta luego
 bsos!! 14:13
                                           14:13 vvbesitos ciao


Llegar a la Vall de Núria puede ser una aventura.
Lo más bonito es llegar en coche a Queralbs y coger el Tren Cremallera, que sube a la parte alta del valle, al lago que hay cerca de la estación de esquí.
Una vez allí, te puedes alojar en el albergue que hay en la parte alta de la Estación, al que se llega por telecabina. Por lo tanto es recomendable no llevar demasiado equipaje. (Nota del autor)

***


-Podéis elegir la habitación que más os guste- informó el recepcionista. En una placa de plástico, decía que se llamaba Arnau-. Para seis, son todas iguales y sólo hay otro grupo de cuatro. Los sábados es cuando más gente se queda en el albergue.
-¿Entonces no hay nadie más en la estación?- preguntó Joan.
-En el hotel sí que hay más gente. Pero sin puentes y sin excursiones de estudiantes...Somos una estación pequeña y hay poca gente en el albergue- pareció excusarse Arnau.
-Por eso nos gusta Núria- le sonrió Loe.
-Después de cenar querríamos hacer una fiestecilla- dijo Joan,
-No hay problema. Como no hay nadie, podéis poner música en el salón de la chimenea. No hace falta que os quedéis en la habitación- dijo Arnau.
-¿Qué hay de cenar?- preguntó Loe.
-Brou y botifarra- le sonrió Arnau- se empieza a servir a partir de las ocho y media.
Loe le puso cara de medio asco, pero bueno, por lo menos, no había pescado.



La cena no había estado tan mal.
La sopa se agradecía. No porque hiciese frío en el albergue de madera, que hacía más bien calor, sino porque pegaba con el paisaje del valle nevado y el lago helado que veían  cuando miraban por la ventana. En cuanto a la botifarra, no era tan grasa como suele ser en los albergues catalanes.
Las natillas de chocolate, fueron un buen broche final a la cena.

Joan y Marc se dirigieron a la recepción.
-Arnau. Como no hay bar en el albergue- empezó a exponer Joan- nos hemos traído unas botellas. ¿Hay algún problema en que bebamos en el salón?
-Si me invitáis a unas copas, ningún problema- bromeó el recepcionista autoinvitándose. 


Joan ya se había hecho dueño del reproductor de CD del albergue y estaba machacando a los demás con el álbum de Vetusta Morla que llevaba cargado en el iPad.
Marc había sacado unas latas de Pepsi y 7Up de la máquina de refrescos y todos tenían ya una copa en la mano.
Los otros cuatro alberguistas se habían unido al grupo. Eran tres chicas y un chico de La Seu que también habían ido a esquiar ese fin de semana.
Los once estaban montando bastante jaleo.

-Buscando el baño me he encontrado una sala en la que hay unos dardos y un billar- dijo Doc- ¿Echamos una partida?- Le preguntó a Júlia.
-Yo no sé jugar- se excusó ella.
-¡Ni que yo hubiese rodado El Color Del Dinero!- exageró Doc- Yo tampoco. Es para divertirnos y librarnos de Vetusta un rato. Cristin ¿Vamos?
-Vale- Cristin se alejó unos pasos en dirección a la chimenea-. Marc, vamos a jugar al billar ¿Vienes?
-Cualquier cosa mejor que más concierto en directo de Vetusta con la filarmónica de Murcia.

Arnau les había abierto la mesa de billar, de manera que no tenían que pagar las partidas.
Decir que eran malos jugando, es poco. Habían decidido jugar ellas contra ellos.

Marc estaba un poco nervioso.
Desde aquella noche del cumpleaños de Júlia, se habían visto tres veces más y siempre habían estado muy tensos los dos.
Júlia estaba especialmente guapa esa noche. Se había tenido que quitar el cárdigan color hueso y se había puesto muy cómoda con una camiseta verde militar de U y unos jeans Guess que le hacían un culo fantástico.

La sala del billar era pequeña, a veces daban con los palos en las paredes al golpear para hacer las carambolas.
Cada vez que Júlia pasaba cerca de Marc, él sentía una punzada en el estómago.
Júlia y Marc esperaban su turno. Doc estaba tomándose su tiempo calculando la jugada a tres bandas que quería hacer para meter la bola negra en el agujero.
Júlia estaba detrás de Marc y en un momento de distracción, él sintió que el pecho de Júlia estaba tocando su espalda. Estaban tan cerca que podía oler su Deep Red de Hugo Boss que le traía gran cantidad de recuerdos de aquella noche juntos. Buenos y malos recuerdos.

-Tengo que ir a hacer pis- dijo Cristin.
-¿A mitad de revancha?- bromeó Doc-. Vale pues voy a ponerme otra. ¿Queréis algo?
-No- dijo Marc.
-Si- dijo casi a la vez Júlia.
Rieron juntos.
-Va. Os traigo otro ron a cada uno-. Doc y Cristin salieron dejándolos solos.

Un silencio atronador se adueñó de la sala. De fondo se podía oír cómo Doc había decidido dar un golpe de estado en el iPad y cambió de registro musical.

Tiene que haber alguna manera
tiene que haber alguna manera
de que yo hable contigo
quiera o no quiera"

-Bueno Marc- empezó Júlia- ¿Cuando vamos a hablar tú y yo?
-¿De qué tenemos que hablar?- Saltó Marc a la defensiva.
-Marc- se armó de valor Júlia- siempre nos hemos caído bien y te aprecio mucho. Me da pena que acabemos mal  y no quieras ni hablarme.
-Mira- dijo él tragando saliva- tú no te has portado bien conmigo, o al menos no como yo creo que me he portado contigo.
Júlia le quiso interrumpir.
-Déjame terminar por favor- Marc prosiguió-. Yo no soy rencoroso y a pesar de todo, eres una persona a la que quiero mucho y no quiero que me caigas mal. Prefiero recordarte por lo bueno que hemos tenido juntos.
-Marc, tu siempre me has gustado y aunque sólo sea como amigo no quiero...
Marc no le dejó terminar. Cogió a Júlia de la cintura.

-¡Hostia!- Cristin paró en seco en el marco de la puerta- Espera Doc, no entres que estos dos se están enrollando.
Doc echó un vistazo curioso, cerró la puerta y les dejaron intimidad.

Si después de tanto tiempo
No te dejo de querer..."

Él empezó a besarle con dulzura. Júlia no se resistió, sus besos eran correspondidos.

Él cogió a Júlia de los muslos y la levantó sentándola en la mesa de billar.
Ella le abrazó y empezó a acariciarle el pelo.
-¿Te has atrevido a hacer esto?-dijo ella con una sonrisa.
-Echaba de menos tus labios- le contestó él entre susurros.
Júlia le sonrió.
-Además, la camiseta que llevas ayuda a decidirse- le sonrió él.
-¿Te gusta?- preguntó ella.
-Más me gustas tú- prosiguió él- y más me gustaría esa camiseta lejos de ti tirada en el suelo
Júlia le devolvió una mirada pícara.
-Creo que a veces hablas demasiado- le invitó Júlia- Y ¿a qué esperas?
Él le quitó la camiseta.

-Espera- se alejó unos pasos de Júlia, cogió un palo del billar y se dirigió a la entrada de la sala. Atrancó con el taco la puerta.
Júlia le miró divertida- Un hombre de recursos- bromeó ella.
Él volvió a los brazos de Júlia.
-Es para que no se escape el gato- dijo él.
-¿Te refieres a la gata que tienes encima de la mesa de billar?- Júlia empezó a besarle el cuello, recorriendo la curva de su mentón, buscando de nuevo sus labios.
-No estamos en igualdad de condiciones- dijo ella al tiempo que le quitaba el jersey de Jack&Jones azul marino con coderas y la camiseta Lost de manga corta que llevaba debajo.

-No sé cómo haces para estar igual que hace años cuando nos conocimos- dijo ella al tiempo que le acariciaba el pecho.
Él sonrió- Ese día sí que es verdad que no estábamos en igualad de condiciones. A mí me dejaste en bóxer y me palpaste todo con la excusa de las prácticas del reconocimiento físico, mientras ibas con tu pijama blanco de médica que te quedaba tan sexy. Fue una tortura.
-Digamos que encontré la excusa para poder tocarte- dijo cómplice ella tras soltar una carcajada.
-¿Y ahora que excusa tienes?- preguntó él.
-Ahora no necesito excusas. Ahora simplemente te tengo aquí para mi sola.
Júlia tiró de él y se recostó sobre el tapete de la mesa de billar. En un acto coreografiado, él se colocó al lado de ella. Unas bolas de billar golpearon entre ellas. El siete granate entró en una de las esquinas rompiendo el silencio de la estancia donde se escuchaba de fondo la música de Los Planetas.


Empezaron a besarse de nuevo. Ávidos el uno del otro. Ella tenía la boca abierta, esperándolo, atrajo su lengua y experimentó con la suya, tanteando los recovecos de su boca.
Él se apartó y le sonrió. Empezó a besarle los nervios tiernos del cuello y la garganta, que despertaron largos espasmos deliciosos por lugares íntimos de ella. Sus manos, la exploraron sintiendo la textura sedosa de sus hombros y espalda.
Le desabrochó el sujetador y se maravilló de lo llenos y firmes que eran sus pechos, bronceados hasta el límite del pezón. Con la boca cálida, siguió el camino entre sus pechos y rodeó la curva de uno de ellos.
-Así me haces cosquillas- susurró Júlia.
Siguió besándole los pechos. Hizo círculos cada vez más pequeños con la lengua y sintió el cambio de textura de la piel al llegar a la corona. Júlia gimió al sentir que le tomaba el pezón en la boca.
Con su mano siguió el movimiento circular de la lengua en el otro pecho, y sus dedos sintieron el pezón duro y erguido. Júlia respiraba fuerte, gemía suavemente. Él empezó a sentir un ardor que palpitaba en sus partes.
Júlia se arrodilló y se quitó los jeans y las braguitas.
Él se quitó las asics marrones a puntapiés, los jeans Esprit y el bóxer con urgencia.

Ella se acostó a lo largo encima de él. Los dos desnudos, piel sobre piel.
Empezó a besarle el pecho y a acariciarle los costados.
Con la mano, él le acariciaba, la cadera, el culo. Entonces tocó la parte interior del muslo. La piel de ella se erizó y sus músculos se tensaron. Después se relajaron y Júlia abrió las piernas. Él puso su mano sobre su escaso vello púbico y jugueteó a hacerle rizos unos instantes, después puso la mano sobre su humedad caliente y comenzó a acariciarla evitando tocar directamente su clítoris. Ella se quedó tal y como estaba, luchando por dominarse, hasta que se rindió cuando sintió una oleada de humedad.
La ayudó a levantarse sobre él, poniéndola a gatas. Acostado de espaldas, reptó por el tapete.
Él comenzó a besarle de nuevo los pechos, su vientre, la curva de sus caderas. Le besó el pubis y siguió bajando. Ella temblaba  y cuando la lengua de él alcanzo la parte alta de sus labios mayores, ella emitió un gemido y arqueó la espalda, abandonándose al placer mientras su lengua exploraba cada pliegue, cada borde de sus partes íntimas.
Júlia le cogió la cabeza y empezó a besarle con fuerza. De repente se arqueó y se dejó caer sobre su miembro montándolo a horcajadas.
Él sintió toda su cálida humedad que le envolvía y lo recibía todo.
Ella salió y volvió a montar sobre él. Esta vez él empezó a acompañarle en su ritmo. Volvió a montar una y otra vez con un abandono total a las sensaciones, cediendo cada vez a su necesidad de forma total.
Él se irguió quedándose sentado con ella sentada encima de él, de rodillas, abierta, recibiendo su miembro. Él empezó a apretar las caderas, para ayudarle a seguir el ritmo de su penetración. Ella metió el pulgar en su boca y él se lo acarició con la lengua y succionó, luchando por respirar entre jadeos. Ella sacó el dedo de su boca y se abrazó al cuello de él.
Él bajó la cabeza hasta los pechos de ella y acarició con la lengua sus pezones erguidos y duros.
Ella aceleró el ritmo de sus embestidas y él sintió cómo su calidez se cerraba presionando su pene. La tensión estaba alcanzando la cima. Al tiempo que los gritos de éxtasis de ella se iban acelerando en armonía con los gemidos más profundos de él, mientras ambos se estremecían en la cresta del placer.
Durante unos instantes, ambos permanecieron en esa posición, ella encima de él, con su miembro aún dentro de ella, los dos jadeando, abrazados, ausentes a la realidad que les rodeaba.

Cuatro piernas y cuatro brazos sobresalían del único cuerpo que formaban el abrazo de los amantes acostados en la mesa.
-Estoy muy a gusto contigo encima- dijo él- pero me estoy clavando la tiza en la espalda.
Júlia rio. Rodó a un costado. Con el codo golpeó el ocho negro y lo metió por uno de los agujeros laterales.
-Tengo las rodillas rozadas- se quejó ella.
-Y yo el culo joder- dijo él riéndose-. En las pelis porno sale como algo especial hacerlo sobre una mesa de billar, pero la verdad es que está dura y el tapete raspa.

En el silencio que quedó en el cuarto, solo se escuchaba el suave roce de las caricias de la mano de él jugueteando con el vientre y los pechos de Júlia y de fondo el tema de Los Planetas.

en una nueva dimensión.
¿Qué podría ser mejor que estar siempre juntos tú y yo"


Capítulo 8. Segundo premio

Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.
El aire frío de la noche te taladra los pulmones.
Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.
Sientes la corriente helada que te seca el sudor de la frente.
Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.

“Cuando no te puedas mantener en pie,
y ya no te quede nada por beber.
Y tengas que volver,
y tengas que volver.
Y tienes tanto que explicar 
que no te pienso escuchar.
Y no sepas que hacer…”



-¡Vaya hijo de puta!
Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.
-No creo que lo haga porque sea mala persona.
-Perdona, es ¿la tercera que te hace?
Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.
-No llevo la cuenta ¿Para qué?
Inspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira, inspira,expira, inspira, expira.
-En realidad la culpa es mía por...- inspira,Inspira, expira, inspira, expira, inspira, inspira, expira, inspira, expira- porconfiar en él.
-¡Mándalo a tomar por culo!
-No creo que supiese ni porqué se lo dijeseinspira,inspira, expira, inspira, expira, inspira, inspira, expira, inspira, expira-. Creo que sólo es que está pagado de sí mismo y no ve dos palmos  más allá de su iPadinspira, inspira, expira, inspira, expira, inspira, inspira, expira,inspira, expira-. Nunca he tenido que ir chupando el culo de nadie por una amistadInspira, Inspira, expira,inspira, expira, inspira, inspira, expira, inspira, expiraen fin, de lo que siembre que recojaLa otra tarde, si no es porque, encima soy tan imbécil que me cae bien, me hubiese caído como una patada en los huevos.

“y no sepas que hacer.
Y lo que tienes que decir
es algo que no quiero oír.
Esta vez nadie te va a preguntar…”


Inspira, Inspira, expira, inspira, expira, inspira,inspira, expira, inspira, expira.
-Yo me tengo que ir ya. He quedado.
Se chocaron las manos.
-Vale tío. Voy a dar una vuelta más.
Subió el sonido del iPod.

“Y si piensas volver
Y si piensas volver
Si lo has pensado alguna vez
puede que entonces yo no esté
Y ¿qué vas a ofrecer?,
y ¿qué vas a ofrecer?
Si lo que antes te sirvió
no tiene ya ningún valor.
Si te esfuerzas puedes desaparecer,
Y si vas a volver…”



“Time forty minutes- Distance eight point one kilometers- Pace four minutes thirty-seven minutes per kilometer- Current Pace four minutes twenty seconds per kilometer.”



La voz en off del programa de monitorización de entrenamiento, le avisó de que había llegado al final de la sesión de hoy.
Bajó el ritmo de carrera para recuperar pulsaciones, apagó la app, insertó el comentario para compartir en las redes sociales y salió del parque. Sólo escuchaba el latido de su corazón y la música del iPod.

Siguió corriendo a un ritmo menor para no enfriarse en el camino a casa. Al pasar por la plaza del Ayuntamiento, de reojo, vio una melena conocida, volvió a mirar para asegurarse de que era ella.
Estaba con otra chica y llevaba una bolsa de deporte  Nike en la mano. Ella le miró y le saludó. Pareció dudar un momento y se decidió.
-¡Marc espera!

Marc paró de correr y se mantuvo a unos diez pasos de ella. Apagó el iPod. Ella se despidió rápido de su amiga y se acercó a donde esperaba él.
-Hola atleta- dijo regalándole una mirada cariñosa.
-Hola Sofía.
Sofía se acercó otro paso más para darle dos besos. Marc dio un paso atrás. Ella se dio cuenta.
-¿Cómo estás?
-Voy tirando.
-¿Sigues corriendo?
-Nunca he dejado de correr.
Un frío silencio les separaba.
Ella se percató de que él estaba incómodo y se le borró la sonrisa de la cara. Marc respiró hondo.
-He quedado para correr con James. Ya voy de vuelta a casa.
No pasaba mucha gente por las calles a esa hora. Un nuevo silencio se apoderó de la conversación.
-Yo vengo de inglés- Sofía le miró de arriba abajo, Marc se percató de ello- ¿Qué tal el trabajo?
-Muy bien, he renovado.
-Sí, ya lo vi- sonrió ella- ¿Qué tal los…-Marc le interrumpió.
-Sofía, ¿De qué vas?

A ella se le borró otra vez la sonrisa de la cara.
-Marc...
-¿De qué hostias vas?-  Marc hablaba muy tranquilo- ¿De amigacha porculera? ¿De “aquí no ha pasado nada” y ahora aparezco y tenemos que ser amigos?Sofía le devolvió una mirada entristecida- A ver si te crees que no sé que sabías lo de mi padre y ni un puto mensaje.
-Marc ¿Qué querías que hiciese? Todo estaba muy reciente. Para mí todo esto no ha sido fácil ¿Sabes?
-No cuesta tanto comportarse como una persona normal. Fuiste la única que no dio señales de vida- Marc hablaba en un tono extrañamente tranquilo-. Que lo nuestro no fue a ningún sitio, de acuerdo, pero después de tanto tiempo...
-Marc, que lo nuestro no haya funcionado,no significa que no te aprecie y que quiera que seamos amigos.
Marc miró al suelo y negó con la cabeza.

-Tío, nos conocemos hace mucho y sé que tú también me aprecias.
Marc se quitó el puf de la cabeza y se lo puso en el cuello para no enfriarse. La miraba impasible.
-¿Te apetece que quedemos un día? En plan amigo, sin presión, hablamos de nosotros, nos aclaramos y quedamos en paz.
-Ahora estamos hablando- dijo él. Sofía le dedicó una sonrisa irónica.
-¡Venga va!- dijo ella-  no seas crío. ¿Qué quieres que te diga?
Marc se restregó la cara con una mano como si la conversación le estuviese dando dolor de cabeza. Dio unos golpecitos al suelo con la punta del deportivo y la miró.

-Tengo que reconocer que encima soy gilipollas y soy incapaz de odiarte- dijo detrás de una sonrisa resignada.
Sofía se acercó para darle un abrazo. Él volvió a echarse hacia atrás.
-No me toques mujer, que voy todo sudado y hecho un cerdo.
Los dos sonrieron. Guardaron un corto silencio.
-El viernes he quedado con Joan y Loe para ir a una “cena maridaje” en Casa Mama Lola. La bodega Torres trae un sommelier y presentan sus vinos. Son treinta euros. ¿Quieres venir?

***
Marc había recogido a Sofía con el coche y habían llegado al restaurante antes que Joan y Loe.
Bodegas Torres había preparado una  recepción en la puerta del restaurante. Un par de camareros se paseaba entre los ochenta invitados que completaban el aforo máximo del local. 
La copa de bienvenida consistía en champagne. No dieron ningún aperitivo de entrante para acompañar.
Mientras esperaban a sus amigos, tomaron un par de copas.
-¡Hola!- Joan y Loe aparecieron un cuarto de hora tarde.
Intercambiaron los besos de rigor.
-Tardones- sonrió Marc- venga que os quedáis sin champagne. Aunque la verdad es que no está muy allá.

A las nueve y media, el personal del restaurante les comunicó que podían ir pasando.
Les habían asignado en una mesa para cuatro.

-Buenas noches- el murmullo de la gente  no permitía escuchar muy bien al orador- Buenas noches- poco a poco las voces se fueron acallando.
-Es un placer para mí daros una noche más la bienvenida a nuestra Casa.
Veo muchas caras amigas, así que ya conocéis las cenas maridaje de nuestro mesón. En nuestra pasión por el mundo del vino, hace tiempo que organizamos una vez al mes este tipo de eventos.
Hoy nos visita Bodegas Torres. Para ayudarnos a sacar el máximo partido al maridaje de hoy, tenemos el placer de contar con Xavi Folls, sommelier de la bodega, que nos guiará en la experiencia.
Torres nos presentará hoy cinco vinos. En la recepción habéis podido probar Piper-Heidsiek, es un champagne elaborado con chardonay y pinot meunier que pertenece al grupo Torres. Pero creo que es mejor que Xavi sea quien os de los detalles técnicos de los vinos de hoy.

-Hola buenas noches. Como ha introducido Daniel, hoy presentaremos cinco vinos que maridarán con los platos que hemos convenido con su jefe de cocina. 
Para quien no lo sepa, lo de maridar es que el vino, por su sabor y características, “casa”,es marido y mujer, con el plato que va a ser consumido.
Después iré presentando cada vino y sus características antes de la consumición de cada plato, pero les adelanto que de primero serviremos un vino blanco Milmanda, seguiremos con Santa Digna un rosado de nuestra bodega de Chile , de nuestra gama de tintos, hemos elegido Mas Borràs y para el postre, un vino dulce, Vendimia Tardía.

Pasaron a tomar el primer plato.
Una vez les fueron servidas las copas con el vino blanco, Xavi Folls, hizo la descripción del vino y la nota de cata y explicó porqué maridaba con el pescado servido.
-Está rico- Joan metió de nuevo la nariz en la copa y dio otro sorbo al vino- no tiene nada que ver con Viña Sol.
-Tampoco creo que cueste lo que vale Viña Sol- le sonrió Loe.
A Marc le pareció que era un vino de sabores muy complejos y que, en realidad, no casaba mucho con el rape que les habían servido, porque se imponía en exceso por encima del sabor plato, pero el vino era muy bueno.

De segundo sirvieron el rosado, según Xavi, Santa Digna era un vino con la facilidad de entrada en boca de un blanco y la complejidad de tono largo de un tinto, lo que lo hacía idóneo tanto para carnes blancas como para arroces o pescados.
Los camareros, dejaban una botella de vino en cada mesa. La conversación se fue animando, de manera que no giraba en absoluto en torno a los vinos que estaban probando.
-¡Ay!- dijo Loe- No queda más vino y estoy seca.
-Perdone- Marc se dirigió a un camarero-se nos ha terminado el vino.
-Ahora les traigo otra botella, está pensado una botella cada dos personas.

El servicio se retrasó un poco para retirar el segundo plato y dar paso al tercero. Mientras tanto la tercera botella de vino también cayó.

Marc ya no llegó a prestar atención a la explicación del vino tinto. Se notaba en una nube. 
En su neblina, se dio cuenta de que empezó a beber copas de vino como si fuese agua. En su mente se dio la señal de “guarda la compostura” cuando se acercó Xavi a interesarse por su opinión por los vinos que estaban probando. Prefirió no decir nada, porque se dio cuenta que le costaría mucho hilvanar una frase coherente. Se fijó en Sofía que estaba a su lado con la mirada perdida.

Del vino de postre, ni supo si lo había probado.

La siguiente imagen que vino a su mente, fue verse con Joan, Loe y Sofía en Rompeolas
No recordaba haber ido hasta el centro de la ciudad en coche, supuso que habrían ido todos en el coche de Joan.
Loe le llevó una copa de ron con cola y le llevó otra a Sofía.
Conforme le dio la bebida, Marc sintió cómo le salpicaban los camales de los pantalones.
-Joan, pídele otra copa a Sofía que se le ha caído- dijo Loe.
Marc no era consciente ni de si se había reído de lo sucedido, dio un largo trago a su cubata y siguió en trance sin decir nada.
Joan le dio la copa a Sofía y esta vez Marc sí que vio como se le caía de la mano y se volvía a romper en el suelo.
Joan se desternilló.
-Tía, pareces un muñeco de Playmovil con la mano grande- dijo Loe.
-Voy a traerle otra- propuso Joan.
-Déjalo Joan- dijo Loe- creo que va hasta arriba, no vale la pena darle más alcohol.

Marc se vio en la puerta de Santa María balanceándose adelante y atrás y Joan preguntándole algo.
-Marc- dijo Joan- ¿Dónde vive Sofía?
-En su casa- dijo él balbuceando.
-Joder tío, pareces un puto bucle, eso ya me lo has dicho tres veces ¿Te acuerdas en qué calle o cómo llegar?
-Joan déjalo, que se vengan a casa a dormir la mona y ya está- dijo Loe.
-No me acuerdo del- Marc paró- del, del nombre de la calle, pero sí que sé ir.
 Decidieron que cogerían el coche de Joan y Marc les guiaría a la casa de Sofía para dejarla.

Marc iba sentado en el asiento de atrás con Sofía al lado. Iba dirigiendo a Joan hacia las afueras.
-¿Sofía vive en el campo?- preguntó Loe.
Joan levantó los hombros en un signo de que lo desconocía.
Marc les dio una vuelta por caminos sin asfaltar hasta que llegaron a una casa de campo sin verja de la zona de la huerta.
-Hostia- dijo Joan- ¡Marc! ¡Nos has traído a la casa de campo de tus padres!
-Aquí vive Sofía- se medio entendió a Marc.
-¿Ahora qué hacemos?-  preguntó Loe.
-Conozco la casa- dijo Joan- los acostamos a cada uno en una habitación y ya mañana que se las arreglen.
-No sé si es buena idea- dijo Loe- Marc está cabreado con Sofía y lo de hoy era una excusa para hacer las paces. Lleva una temporada saliendo con Júlia.

Marc se despertó de un sobresalto. Seguía ebrio y no entendía donde estaba. Alguien había encendido la luz y vio cómo salía corriendo de la habitación.
Marc saltó de la cama y siguió a quien había salido apresuradamente de su cuarto.
Una mujer se dirigía al cuarto de baño,era Sofía.

Sofía estaba vomitando. No le había dado tiempo a llegar al aseo y había empezado a devolver en el pasillo dejando un rastro de vómitos hasta el indoro. Una vez allí, no le había dado tiempo a abrir la tapa del sanitario y estaba potando contra la pared.
Se acercó a Sofía y le cogió la cabeza dirigiéndosela hacia el plato de ducha. Sofía parecía un aspersor devolviendo todo lo que había cenado ese día. Después de regurgitar un par de veces más, parece que ya se quedo aliviada.
Con lágrimas en los ojos, se abrazó a Marc.

-Ya, ya- le consolaba él como si de una niña pequeña se tratase- ¿Te encuentras un poco mejor?
Ella asintió con la cabeza. Marc le pasó un par de tiras de papel higiénico y ella se secó la cara y la boca.
-Vete a la cama que voy a recoger un poco  esto- dijo él.
-Yo te ayudo- dijo Sofía.
-No déjalo. Vete a dormir y voy recogiendo la empastrá que si no mañana no va haber quien lo limpie.

Sofía salió del cuarto de baño y Marc se fijó en que iba con el culo al aire debajo de su blusa verde champagne de Zara.
Fue a coger la fregona y el cubo, y lo llenó un poco en la ducha. Comenzó la tarea de recoger, borracho aún, los restos de la cena que había dejado Sofía por el pasillo y el cuarto de baño.

No pudo limpiar mucho, le tocó salir corriendo al aseo. Levantó la tapa del inodoro y dio buena cuenta de lo comido aquella noche contra el fondo de la taza.
La vomitera le vino bien, le despejó un poco. Se lavó la cara.
-Mierda-  se dio cuenta de que él también iba desnudo de cintura para abajo.


Capítulo 9. El día después

-(¡La puta!)- retumbó en su cabeza.

Creyó abrir los ojos, pero no pudo asegurarlo, todo lo percibía en un negro carbón.
Estiró el brazo buscando la lamparilla de la mesita de noche. Tanteó en el aire y no encontró nada. Se tumbó sobre ese costado y se estiró más pensando que así alcanzaría la luz de su mesita, pero siguió encontrando el vacío más absoluto.
-(¡Joder! ¿Donde está la puta mesita?)

Decidió que se incorporaría en la cama y así la buscaría mejor.
Se sentó en el borde del colchón y en las tinieblas, siguió buscando una mesa que no quería dejarse encontrar.
Pensó que se tendría que poner en pie.
Cuando dio el primer paso, topó con la pared.
-(¡La puta! ¿Qué hace aquí una pared?)

Ahora que estaba de pie, pudo ver una rendija de luz que se colaba por debajo de lo que parecía una puerta.
En su mente algo le dijo que la puerta de su cuarto no debería estar ahí, pero era lo único que le alejaba del terciopelo negro de la estancia.



  Palpó lo que parecía una puerta de madera y encontró el pomo. Al abrir, un cañón de luz le hizo daño al esfínter de su iris. Cuando pudo habituarse, encontró el interruptor de la luz.
-(¡La puta! ¿Donde estoy?)
La habitación le era totalmente desconocida. Esto le asustó un poco. No sabía donde estaba, qué hacía en aquel lugar, ni cómo había llegado allí.

Se sentó en la cama y meditó unos instantes. Seguía sin recordar. Sabía que anoche había quedado para cenar con unos amigos, pero no recordaba con quién.
Se rascó la piel reseca de los muslos, entonces tomó consciencia de que iba desnuda de cintura para abajo.


Con la mirada, buscó sus pantalones, no aparecían por ningún lado. Miró en el suelo, creyendo que, tal vez, se los quitase antes de acostarse, pero tampoco los encontró, sólo encontró sus zapatos de tacón.Encima de un sinfonier color cerezo, sí que vio su bolso.
Al levantarse de la cama, las sábanas cayeron al suelo. A los pies de la cama, allí estaban sus braguitas y los pantalones.

Se puso las braguitas, abrió el bolso, sacó un salvaslip y se lo puso.
Se terminó de vestir y decidió salir a ver donde había terminado la noche.

Al atravesar el quicio de la puerta, dio a lo que parecía un salón comedor. Enfrente del cuarto donde había pasado la noche, había otra puerta.
A su izquierda, pudo ver otra puerta entreabierta, un lavabo le indicó que allí debía de estar el cuarto de baño. A su derecha, el salón se estiraba y daba a lo que parecía la puerta principal de la casa.
Una vez que se hubo situado, tomó consciencia de que la casa no le era desconocida y que, después de todo, sabía donde estaba.
Se dirigió a la cocina.

-Bon día Marc.
-Hola Sofía.

Marc estaba mirando la televisión y tomando un zumo.
Un frío silencio siguió a las resacosas palabras que sirvieron para comenzar el día.

-Parece ser que anoche se nos fue un poco de las manos la cena maridaje.
-Sí, un poco- dijo él.
El silencio siguió de nuevo a esas palabras.

-¿Me ofreces un café?- sugirió ella.
Marc abrió un armario de la cocina y comenzó a preparar una jarra con la cafetera americana.
No intercambiaron más palabras, cada cual sumido en sus pensamientos.
Al café le costó salir lo que pareció una vida, aumentada por la falta de conversación.

-Gracias- dijo ella recibiendo la taza de café con leche condensada de las manos de Marc.
Sofía dio un par de sorbos y siguió sumida en sus pensamientos.

-¿Cómo es que terminaste trayéndome al campo a pasar la noche?- preguntó ella.
-No estoy seguro- respondió él. Dio un trago al zumo- El caso es que mi coche no está, supongo que alguien nos traería.
-Ayer debimos de pillarla muy gorda- dijo ella para sí misma.
-- dijo él- anoche vomitaste.
-No lo recuerdo- murmuró Sofía.

-Oye Marc- dijo ella después de una pausa-¿Por qué he amanecido desnuda esta mañana?
Marc le miró inseguro y le devolvió una respuesta en forma de silencio.
Sofía aguardó unos instantes.

-¿Por qué he dormido en tu habitación esta noche?
-Porque después de vomitar te acostaste en mi cama y yo he dormido en la habitación de enfrente.

-Ya- Sofía hizo una pausa- ¿Por qué estaban tus pantalones a los pies de mi cama dentro de las sábanas?
-No estoy seguro.
-¿No estás seguro?
-No.
-¡La puta Marc!- exclamó ella- ¿No estás seguro?- entonó ella imitándole desde una burla.

-No estás seguro...- Sofía arrastró las palabras.
-¿Qué quieres que te diga?
-¡La puta Marc!- gritó ella- Aparezco en tu casa de campo desnuda, no me acuerdo de lo que ha pasado y ¿no estás seguro de lo que ha pasado?
-¿Qué quieres que te diga joder?- dijo él mirando al suelo- Puedo imaginar lo que pasó, pero no me acuerdo.
-¡Venga ya! ¡La puta Marc!- Sofía le miraba negando con la cabeza.
-¿Te acuerdas tú acaso?
Sofía le regaló una mirada de odio.
-¡Vete a la mierda!

Marc respiró hondo.
-A mí esta situación también me supera ¿Sabes?
Ella le miró con desprecio.
-Eres...
-Un momento Sofía no te lances que nos conocemos- dijo Marc mostrándole la plama de la mano, tomó aire- Llevo dos condones encima cuando salgo. Esta mañana seguían sin usar.

Sofía le dedicó una mirada gélida, se frotó las sienes.
-¡La hostia puta Marc!
-A ver- tragó saliva- no estoy seguro de que nos acostásemos anoche, no me acuerdo, pero si lo hicimos, no usamos condón.
-¡Joder Marc!
-¡Joder Sofía! Te garantizo que no me quería acostar contigo, pero si ha pasado, te tendré que decir que lo hicimos sin nada.
-¡Me cago en la puta! ¿Ahora que hago?
-Algo tendremos que hacer.
-¡Joder, joder, eres subnormal!
-No te quito la razón- dijo él-. Pero ahora vamos a centrarnos en lo que tendremos que hacer. Para empezar voy a pedir un puto taxi y que nos baje a la ciudad.

-¿Estás segura de que no tenemos que ir a Urgencias?
-Dijeron que ya no hacía falta, de todas formas preguntamos y ya está.


***
Al otro lado del mostrador, la señora estaba siendo muy amable explicando cómo se tenía que tomar.
-...es mejor que la tomes en casa porque te puede dar mareos y si vomitas, tendréis que venir a por otra.
-Vale. ¿Tengo que ir luego al médico?
-En principio no hace falta, pero yo te recomiendo que si te sienta mal, vayas, porque es una bomba y puede cambiarte el periodo. ¿Alguna duda más?
-Creo que no.
-¿Cuanto le debo?
-Dieciocho con setenta y seis.

Marc sacó la tarjeta de crédito y se la dio a la señora que vestía de blanco.
La farmacéutica metió la cajita de NorLevo en una bolsita de papel y le devolvió la tarjeta a Marc.
-No hacía falta que la pagases tú- le dijo Sofía muy seria.
-Vale- dijo él- ¿Te acompaño a tu casa?
-¿Para qué?
-Por si te mareas. Ha dicho que te podías marear o vomitar.
-No- Sofía comenzó a andar buscando la salida de la farmacia- no quiero que vengas.
Marc calló y la evaluó con la mirada.
-Como quieras, pero si te encuentras mal, haz el favor de ...- no pudo terminar la frase. Se quedó helado.

-¡Eres un hijo de puta!


Capítulo 10. Denia.




"Por dentro
donde nadie sabe verte
donde nadie se ha atrevido a entrar
donde dicen que hay peligro de derrumbe
donde a veces siempre duele
donde cuesta respirar"

-Vale, sí que me gusta.
Ella le miró de reojo y le sonrió, volvió a centrar su atención al frente.
El espejo que era el azul del Mediterráneo a esas horas de la mañana, le hizo olvidar lo cansado que estaba después de las horas de viaje.
-¿Cuándo llegamos?- preguntó imitando a un niño pequeño.
-Pronto- respondió ella alargando las oes-. Venga, retiro lo dicho sobre las reglas del coche.
-¿Me dejas poner la música un rato?
-A pesar de ser mi coche, haré una excepción.

Marc pulsó las entradas del equipo de audio y pasó por CD, FM1, FM2 hasta llegar a BT-STREAMING. Desactivó la conexión del Xperia de Júlia y sincronizó su móvil con el Bluetooth de la radio del coche y buscó en su lista de temas.
-¿Qué vas a poner?
-A ver si adivinas.
-A ver, a ver- Júlia arrugó el entrecejo- ¡El Sueño de Morfeo!
Marc le sonrió.
-¡Melendi!- bromeó ella.
-Como sigas insultándome, me bajo del coche.
-¡Bisbal!
-¡Para el coche!
Júlia se desternillaba de risa.
-Apuesto por Los Planetas- Marc le miró de reojo y le sonrió- Pero que no sea nada de malos rollos.
-Confía en mí- dijo él- Además en esta canción sale una parte de ti- los primeros acordes del temas llenaron el habitáculo.


desde antes que amaneciera
estuve esperando en tu puerta
desde las seis de la mañana
esperando a que vinieras”


-Me gusta como huele tu coche- dijo él.
-Es un ambientador que compro por internet- Júlia cambio de marcha- ya no lo noto.
-Pues sí que se nota- Marc tocó el frasquito de cristal que estaba enganchado en el respiradero del salpicadero- Olor a nuevo. Mola.

Marc tarareaba la letra de la canción.
Pensó en lo raro que se sentía viajando de copiloto en el coche de ella. Le gustaba su Audi A3 , por dentro tenía acabados en piel beige y rojo, a juego con el bermellón de la carrocería.
-¿Y cuando se supone que salgo yo?- preguntó ella.
-No sales tú, sale una parte de ti- Marc subió un poco el volumen-.  Ahora.

“no la he podido olvidar
que desde el momento en que la vi
no he pensado en nadie más

miro la luna
que se refleja
en sus ojos verdes
cuarto creciente”


Júlia le sonrió.
-La pena es que casi no se le entiende.
-¿Te gusta?
-Que sí, pesado- dijo ella sonriendo.
-¿Pesado yo?- dijo él- ¿Cuándo llegamos?



***
El Audi abandonó la autopista y enfiló la carretera nacional. Júlia iba muy concentrada en la conducción, los virajes de la carretera le hacía cambiar de marcha muy a menudo.
El Tom Tom  cantaba la dirección a seguir en cada cruce.
-No sé cómo a nadie se le ha ocurrido convencer a Luis Moya para que preste su voz para el GPS del coche- pensó Marc en voz alta.
-Sí que está disponible para el Tom Tom- Júlia metió tercera.
Júlia continúo unos metros más y enfiló hacia una avenida que terminaba debajo de un cartel que anunciaba Hotel Marriott La Sella.

Se registraron en recepción y les acompañaron a la habitación 214.

-No está mal la choza que has elegido para la escapada- concedió él dejando las maletas a los pies de la cama.
-No soy torpe del todo- dijo Júlia y le lanzó un almohadón a la cabeza a Marc.
-O te portas bien- amenazó Marc- o se acabó lo que se daba- mientras hacía como que cogía otra vez las maletas.
-¡Oh! No se enfade usted señor sacaojos- se excusó ella con una sonrisa picarona.
-Tengo que ir un momento al baño.

Marc entró al aseo. Cuando salió Júlia ya se había quitado la camiseta de Miss Sixty . Evidentemente, no llevaba gran cosa debajo. Su falda se deslizó a lo largo de sus piernas y, en un abrir y cerrar de ojos, hizo volar por los aires sus bailarinas. Se tendió sobre la colcha completamente desnuda.
Marc debió de poner cara de estúpido, porque Júlia se rió de buena gana.

Marc cogió el almohadón que estaba tirado en el suelo y se lo tiró a Júlia a la cara. Cuando ella se tapó para recibir el golpe, él saltó a la cama y comenzó a hacerle cosquillas. Júlia se revolvía como una lagartija entre carcajadas. Lucharon como salvajes, él aún vestido y ella desnuda como una niña, tersa como un albaricoque. Cuando Júlia consiguió ponerse encima de Marc, fue evidente que ella sabía mucho más que una niña. Le desabrochó los pantalones a Marc y se los bajó lo suficiente de forma que quedó claro que él no estaba pensando en hacerle más cosquillas. Los dedos de Marc sentían una espalda, lisa, llena de pecas pelirrojas y, más abajo, su trasero, firme como un melocotón. Marc la abrazó y la hizo rodar hasta quedar encima de ella. No duraron ni quince minutos.
La habitación estaba llena con la respiración acelerada de los dos. Marc se acostó al lado de Júlia.
-¿Esto es lo que nos espera el fin de semana que has organizado en Denia?- dijo él con la voz entrecortada.
-Esto sólo ha sido el aperitivo- replicó ella entre risas.
Saltó de la cama y, imitando un pase de modelos, se dirigió al cuarto de baño.

***
-¿Me tiene que sonar el sitio?- preguntó él.
-¿No me dijiste que veías los Tróspidos?
-Bueno sí, pero no me acuerdo de que saliese. Tampoco lo vi todo, sólo al final.
-Lo miré por internet y ponía que La Seu era uno de los restaurantes más de moda en Denia.

Decidieron pedir un menú degustación y un arroz abanda y un meloso de bonito con calabaza para poder compartir los platos.
Cuando ya estaban en los postres, comenzó el espectáculo.

El jefe de sala, se dirigió a la mesa que estaba pegada a la de Júlia y Marc. Dejó unas botellas de ginebra, unas tónicas y unos vasos con trozos de hielo encima de la mesa. Le acercaron una espada tipo medieval y apoyó la punta de la misma en el borde del vaso, cogió la botella de ginebra y vertió el licor sobre la hoja de la espada. La ginebra manó hasta el vaso. A continuación, hizo lo propio con la tónica, en el último momento, justo cuando se iba a llenar la copa, el espadachín, inclinó la espada y la clavó en el hielo con un golpe seco.
Los comensales comenzaron a aplaudir.
Marc estaba girado en la silla, porque la mesa donde se desarrollaba el espectáculo, quedaba a su espalda. Cuando comenzaron a preparan el segundo gin-tonic, se giró hacia Júlia.

-Es una pasada- dijo ella.
-Sí ¿Verdad?- le sonrió él- No recuerdo haberlo visto en el programa.
-¿Quieres que pidamos luego uno?- propuso ella.
-Bueno, soy más de ron, pero así podremos contárselo algún día a…¡Joder!
No terminó la frase, escuchó un golpe como de un vidrio que estallaba y sintió en la espalda un líquido frío que le empapaba la espalda.

-¡Perdón, perdón, perdón!- el jefe de sala estaba a su lado con la cara descompuesta, cogió la servilleta de Marc y comenzó a secarle la espaldera de la camisa que estaba empapada de ginebra- ¡Perdón!
-No pasa nada- dijo Marc mientras trataba de quitarse de encima el sobeteo de la servilleta. Miró a Júlia que se tapaba la cara y temblaba en convulsiones. Ella no pudo resistirse más y empezó a soltar carcajadas- No se preocupe- dijo Marc mientras miraba a Júlia con ojos de cuchillo.
El jefe de sala, miraba a Júlia con cara de circunstancias y sin saber cómo disculparse aún.
-No te preocupes- acertó a decir Júlia desde su hilaridad- Nos invitas a un par de gin-tonics y te perdonamos.
-Por su puesto- dijo el jefe de sala- termino con estos señores y ahora les preparo unos.

-Serás cabrona- dijo Marc- vaya pestazo a borracho barriobajero que llevo encima.
-Eau de Gin- bromeó ella al tiempo que olfateaba el aire- seguro que triunfaría. No te preocupes que con lo siguiente que he preparado, se te va a secar la camisa.

***
-Lo único que no me gusta, es el olor a gasóleo mezclado con el de agua de mar corrompida.


Paseaban por el muelle del puerto deportivo.
-¿Te gustan los barcos?- preguntó ella.
-Me gustan lo mismo que me gustan las motos de nieve- dijo él- son bonitas, pero es poco útil tener una.
-Mi padre tiene un barco- dijo ella.
-¿Y lo usa mucho?
-Hombre mucho... Casi todos los fines de semana y, en verano, cuando aún vivía en casa, casi todos los días salíamos a dar una vuelta por la bahía, mi hermano y yo hacíamos de grumete.
-Mi primo tiene un barco- dijo Marc- Fui una vez de vacaciones con unos amigos y sus cuñados a Ibiza.
-¡Que pasada!¿No?- exclamó ella.
- Pues la verdad es que unas vacaciones en un barco pequeño, es como un helado de tres chocolates.
Júlia le miró con extrañeza.
-Sí. Cuando no lo has probado, te imaginas que es mejor de lo que resulta en realidad- los dos sonrieron-. Es incómodo, se mueve mucho, las horas pasan lentas, porque no es como un autobús ni un avión, siempre hace viento, con lo que acabas con dolor de cabeza, el agua dulce es preciada, por lo que no te puedes duchar en condiciones y sudas mucho. Vas más bien hecho un guarro. Luego las vacaciones en Ibiza, cuando usas el barco de hotel en el puerto y vas a visitar las calas, sí que es una pasada.

Pasearon un poco más cogidos de la mano jugando a no pisar las rallas del hormigón del suelo y a empujarse para hacer perder el uno al otro.
-Me alegro que no te marees en barco, porque vamos a ver la Puesta de Sol desde el mar.
Se dirigieron al amarre que tenía apuntado Júlia en el Xperia.

-No va  a poder ser con shampan- dijo el patrón del barco- porque sacabao y no madao tiempo a ir a comprar.
-Cuando hice la reserva por internet, ponía que era Puesta de Sol con champagne- protestó Júlia.
-Ya pero es que se macabao- se excusó otra vez el hombre. La verdad es que no le importaba mucho dar explicaciones, no se le veía muy afectado-. Va a tener que ser con sangría.
-¿Con sangría?- Júlia iba a comenzar a discutir, Marc decidió intervenir.
-Júlia, es igual ¿Qué más da?- miró al hombre- Nos hará un precio especial, supongo.
-Ya lo he pagado con la tarjeta online- dijo Júlia con los dientes apretados.
-Bueno, alguna gracia nos hará ¿No?
-Como vais solos, en ves de los dies minutos normales, os doy una vuelta de media hora.
-Conforme- dijo Marc- ¿Conforme?- preguntó mirando a Júlia.
-Que sean tres cuartos de hora- respondió ella.

Marc y Júlia subieron por una tabla estrecha al barco. Se sentaron en unas tumbonas que había en cubierta en la popa.
-La madre que lo parió- murmuró Júlia.
El patrón subió al barco, llevaba en la mano un brick de Sangría Don Simón.
A Marc le dio por reír. Se sentó en la tumbona con Júlia y la abrazó por detrás.
-Ven aquí- dijo entre carcajadas- y dame un beso ¡Organizadora!
-Yo no beso a borrachuzos que apestan a ginebra- bromeó ella.

Con las últimas luces de Poniente, el barco tomó rumbo hacia la bocana del puerto. 
El patrón estaba en el pequeño puente de mando de la embarcación, Marc y Júlia, abrazados, sentían la brisa que despeinaba los bucles del cabello de ella.
-Si no fuese por el ruido del motor, esto sería muy bonito- dijo ella.
-Tú si que eres bonita- dijo Marc- más bonita que un pensamiento
Júlia miró a Marc a los ojos y comenzó a besarle. El patrón paró el motor y dejó la embarcación al pairo.

-Señores, ¿Van a querer la sangría?
-¿No tiene otra cosa?- preguntó ella.
-Abajo tengo una botella de DYC.
-¿No tiene algo que valga más de un euro?- replicó ella.
-La sangría esta bien, gracias- cortó Marc. El patrón bajó a la bodega a preparar las bebidas.
-¿Pero este tipo de qué va?- dijo ella. Marc no paraba de reír. 
El patrón trajo una ensaladera con un líquido color cereza y hielos flotando. La dejó encima de una mesa auxiliar al lado de dos copas de cava.
-Gracias- dijo Marc.
-Bueno, ya que vamos a estar aquí un rato, yo me bajo a ver el fútbol, les dejo aquí solos.

Júlia cogió una copa y se dispuso a llenarla de sangría.
-¿No irás a beber eso?
-Tengo sed- dijo ella.
-¿Tienes claro, que con lo borde que has sido, seguro que ha escupido dentro?- dijo él. Júlia detuvo la acción de llenar la copa y la tiró dentro de la ensaladera. Marc no podía parar de reír.

-Me gusta la excursión que has montado- dijo él y le besó. La rodeó con sus brazos y atrajo su cuerpo hacia sí, sintió sus pechos y sus muslos deliciosamente apretados contra él. Júlia le pasó las manos por la nuca. Le gustaba el sabor de Júlia, el tacto dulce de sus labios que movía como pequeños mordisquitos sobre su boca. Los suaves gemidos que se escapaban de ella.

Júlia abrió la boca y notó su lengua, la calidez de su contacto con la suya era de una intimidad impactante.
Marc bajó la mano y la introdujo por dentro del suéter de ella hasta acariciar su pecho. Notó cómo el pezón se erizaba mientras el jugueteaba a acariciarlo con el dedo pulgar. Ella le recompensó con otro gemido.
-Cómo te pasas- susurró ella con los ojos entreabiertos.

Júlia se dio la vuelta dándole la espalda a Marc, le cogió por la cabeza acariciándole el cabello y atrajo su boca para que le besase el cuello. Marc la abrazó por el vientre.
Ella le tomó la mano y lo guió por dentro de sus jeans y su ropa interior. Él notó la piel ardiente, el suave vello púbico, y la hendidura húmeda. Él se guió a través de los pliegues y comenzó a mover el dedo en pequeños círculos. Sintió cómo ella luchaba por controlarse, se tensaba y se dejaba llevar al placer en movimientos rítmicos entre jadeos ahogados. Ella se agarró con fuerza al cabello de Marc en un abandono total a las sensaciones. Él sintió como ella relajaba la pelvis y los muslos y se dejaba caer. La abrazó más fuerte con la otra mano y retiró la que tenía metida dentro de los pantalones.

Marc y Júlia estaban acostados en cubierta, abrazados, en silencio, disfrutando del simple contacto de sus cuerpos a través de su ropa, degustando el silencio sólo interrumpido por el batir del mar contra el casco del barco, expectantes a la despedida del Sol de ese día.
Un rayo verde dio paso a la noche.


Capítulo 11. Sushi para tres.



No paraba de pulsar el móvil. Apuntaba a la televisión con el teléfono y volvía a mirar la pantalla táctil.
-Aaayyy- volvió a concentrarse en las instrucciones que tenía abiertas en el  Vaio.
El pitido del interfono le sobresaltó. Fue corriendo desde el sofá y oprimió el pulsador azul del interfono.
-¡Sube!- dejó la puerta de la casa abierta y volvió a pelearse con la televisión que se había quedado sin volumen.

-¿Hola que tal estás?- saludó él.
Ella no contestó, seguía mirando su Xperia y la pantalla del portátil y movía los labios rezándose las instrucciones. De repente se pudo escuchar la sintonía de Anatomía de Grey.
-¡Toma!- exclamó triunfal- Ahora sólo me falta aprender a cambiar de canal.
-¿Qué haces?- preguntó él- ¡Oye! Tele nueva.
-Sí- ella seguía sin mirarle.
Él se acercó por detrás y le tapó los ojos con las manos. Ella se dignó a prestarle una sonrisa y darle su atención.
-Hola- susurró Júlia. Marc esperó unos segundos más, pero ella seguía concentrada en la tarea de programar la app del móvil.

Marc fue a la cocina, abrió la puerta de la nevera y puso al frío la botella que había traído.
-¡La cena está a punto de llegar!- gritó ella desde el salón.
-¿Qué has pedido?- voceó él.
-¿Qué?
Marc se acercó de nuevo al salón.
-Que qué has pedido.
-Para que veas que te cuido, he pedido sushi- Marc le miró sorprendido.
-¿Tú sushi? ¿La señorita si está un poco rojo es que la carne está cruda, ha pedido sushi?- se burló él.
 -Me convenciste con eso que me dijiste que las anchoas y los agrios también son pescado crudo y me gustan- dijo ella dejando de mirar por primera vez el móvil o la televisión. Marc sonrió.




-Júlia, vengo muerto, me he pasado el día en quirófano y después consulta, ¿Me invitas a un café?
-¿A estas horas?- se extrañó ella- En la cocina está la Nespresso ¿sabes cómo funciona?
Marc asintió con la cabeza y se dirigió a la cocina.

Júlia siguió su batalla con la televisión, se quedó mirando un momento la pared, suspiró y se levantó del sofá.
-Yo lo quiero largo e intenso- dijo ella mientras abrazaba a Marc por detrás. Él se giró y se dieron un corto beso.
-¿Quieres un café?
-No me refiero al café- esta vez el beso largo y apasionado fue interrumpido por el timbre del interfono. 
Se dirigió por segunda vez esa noche al interfono y abrió la puerta del portal. Volvió a abrazarse a Marc, puso cara de niña traviesa- Tampoco me refería al beso- le susurró al oído.


Dejaron las bolsas en la encimera de mármol y comenzaron a sacar los envases de aluminio.
-¿Qué has pedido?- preguntó él.
-Como no tenía ni idea, he hablado con el tipo del restaurante y me ha puesto lo que ha querido él- se justificó ella- ¿Por qué se llama sushi si ningún plato se llama sushi?
-¿Cómo?
-Es que cuando he llamado, he pedido sushi y el japo me ha dicho que sushi de qué.
-Y  te has puesto a discutir como siempre- le sonrió él-. Sushi es la ración de arroz blanco acompañado de lo que sea, de pescado o carne o verdura, es como si pides una paella, tienes que especificar de qué la quieres, además que hay muchas formas de prepararlo, como si pides un arroz al horno o meloso.
Marc abrió el primer envase.

-Mira, esto es rollo California- señaló lo que ha Júlia le pareció un mini brazo de gitano de arroz blanco con miniingredientes- es arroz, alrededor lleva sésamo y lo del centro…eso creo que es mango y aguacate, creo que te los ha puesto vegetales- abrió el segundo envase.
-Esos son makis, es lo mismo envuelto en un alga. Se ha estirado, porque dos creo que son de huevas.
-¿Eso negro de fuera es un alga?- dijo con cara de asco.
-Está rico, ya verás- abrió el tercer envase- ¡Joder que cabrón, otra de arroz! esto es nigiri, se ha quedado a gusto- abrió el cuarto envase, allí había cortes de pescado de diferentes colores.
-Mira esto es sashimi, es lo que tú te imaginabas que es a lo que se refieren cuando hablan de sushi. Eso granatate es atún rojo, lo naranja será salmón y eso blanco creo que es pez mantequilla- abrió unos envases blancos redondos.
 -Eso verde, es wasabi, es una especie de mostaza, pica y deja un sabor químico similar a la mostaza de Dijon. La primera vez que fui a un japo, pensé que era guacamole y me puse un motón con el arroz, no veas que asco cuando lo probé- Júlia le sonrió.
-Esos pétalos rosas, son jengibre, se supone que se toma entre bocado y bocado para limpiar el paladar y poder degustar la siguiente ración, pero a mí no me gusta. Y ese líquido oscuro es la salsa de soja.
Se supone que todo se pasa por la salsa de soja y que la salsa se mezcla con un poco de wasabi en función de cuanto te guste el picante, pero yo el sashimi me lo zampo, a veces, con un poco de wasabi solo.

Júlia empezó a mirarle con cara de circunstancias. Marc abrió un cuenco y olió.
-Anda, sopa de miso. A mí no me mata mucho.
-Huele bien, por lo menos sé que comeré de algo- Marc le sonrió.
-Pues he acertado con lo que he traído para beber- se dirigió a la nevera y sacó una botella marrón- es cerveza.
-Qué romántico eres- se burló ella.
-Es Inedit- dijo él condescendiente- es la birra de Ferrán Adriá. Mi tío conoce al comercial de Estrella y me pasa cajas gratis. Para ser cerveza, cuesta una pasta en el Gourmet de El Corte Inglés.

Se sentaron a cenar en la mesa de la cocina. Se limpiaron las manos con unas toallas húmedas tibias que el restaurante había incluido en el pack para llevar.
Júlia reconoció que el pescado crudo no sabía a pescado crudo de pescadería, que el wasabi no le gustaba nada y que el jengibre sí que le gustaba.
-Dicen que todo con un poco de wasabi sabe mejor, como la vida, un poco de picante áspero te ayuda a pasar mejor los malos tragos, y los buenos.
-Oye, pues la cerveza esta sí que está buena, sabe como a vino- dijo ella.
-Es una pijada, pero como me sale gratis, la gasto, si no, no la compraría- le sonrió él.

-Es la cena más deliciosa que he probado jamás- dijo Júlia lamiendo la punta de los palillos y mirando provocativamente a Marc.
-Eres preciosa- observó Marc.
-Ya lo sé. Tú también.
-Ya lo sé.
Rieron a carcajadas apreciando mutuamente su respectiva belleza, y él la besó, no sin encanto.
-Ven- dijo Marc intentando llevarla hacia la habitación.
-No. Aquí en la cocina.
-Eres algo pervertidilla, ¿no?
-Qué va- dijo ella desdeñosa- Lo que pasa es que aquí podremos hidratarnos si nos entra sed.

Para haber pasado todo el día trabajando, no les estaba faltando mucha energía del todo.
-Más despacio- le previno ella cuando Marc se estaba poniendo demasiado juguetón. Era una lata tener que dirigir cada movimiento, pero al menos él se amoldaba a sus deseos.
Al cabo de un rato, Júlia deslizó las manos bajo las nalgas de él y exigió- ¡Más rápido, más rápido!
-Creía que querías ir despacio.
-Pues ahora quiero ir más rápido- dijo ella jadeante, y Marc obedeció.
En un arrebato de placer, Júlia le mordió el hombro.
-¡Joder!- exclamó ella- ¡Más fuerte!
Marc aumento la fuerza y la velocidad, golpeando con sus caderas contra las de ella.
-Creo… que voy a…-jadeó él.
-Pobre de ti- le espetó Júlia en un tono tan amenazador que el inminente orgasmo de Marc se postergó de inmediato.
Después se quedaron tumbados encima de la mesa de la cocina, jadeando y sin aliento. Había sido estupendo, justo el postre que necesitaban.

-¿A qué hora tienes mañana la guardia?
-Primero curro el Jueves horario normal- explicó ella jugueteando con la línea de la espina ilíaca de Marc- y luego empalmo con la guardia de veinticuatro horas de Urgencias el Viernes de ocho de la mañana hasta el Sábado por la mañana.
-Lástima- dijo Marc- Joan y Loe me han comentado que el Viernes por la noche hay una cena maridaje.
-No puedo ir, tengo que pagar la tele nueva- bromeó ella.
-Entonces no nos vemos hasta el Sábado- dijo él.
-Me puedes mandar algún wasap de ánimo, no te aseguro que lo pueda leer al momento, ni que te  conteste, pero cuando piense que ya no puedo más, me alegrará leerlo. ¿Qué vas a hacer?
- Lo de siempre, saldré a correr con James y luego me iré a casa y me pondré con el ordenador hasta que me duerma en el sofá.
-Digo el Viernes.
-¿Qué si voy a ir a la cena maridaje? No creo, paso de ir de carabina de estos dos.

***
Un viento frío y húmedo molestó a Júlia. A pesar de llevar puestas las gafas de sol, iba medio deslumbrada. Un día entero metida en el Hospital, era algo que te dejaba seca de energía.
Abrió la puerta del Audi y arrancó el motor, no inició la marcha enseguida. Pensó en que no tenía ganas de ir a casa a desayunar, a pesar de estar reventada, no podría conciliar el sueño con facilidad. Decidió que iría al centro a desayunar algo fuerte para compensar la basura de comida de Hospital que había picoteado a lo largo del día en la cantina. Rebuscó en el bolso, pero no encontró ibuprofeno, le estaba empezando a entrar dolor de cabeza. Primero iría a desayunar y después pasaría por la Farmacia.

La Farmacia de la calle Joan Carles I abría veinticuatro horas, así que en cuanto terminó de desayunar, dirigió sus pasos hacia el establecimiento a sabiendas que seguro que estaría abierto.
Más gente había pensado como ella y había un poco de cola.
Júlia estaba sumida en su mundo, pensando en la jaqueca que le estaba entrando y lo poco que avanzaba la cola. Curiosa, echó un vistazo a ver el porqué del retraso. Abrió mucho los ojos y la sangre le subió a su blanca tez llena de pecas.

-La pastilla del día después, es mejor que la tomes en casa porque te puede dar mareos y si vomitas, tendréis que venir a por otra.
-Vale. ¿Tengo que ir luego al médico?
-En principio no hace falta, pero yo te recomiendo que si te sienta mal, vayas, porque es una bomba y puede cambiarte el periodo. ¿Alguna duda más?
-Creo que no.
-¿Cuánto le debo?- dijo el chico.
-Dieciocho con setenta y seis.

El chico sacó la tarjeta de crédito y se la dio a la señora que vestía de blanco.
La farmacéutica metió el medicamento en una bolsita de papel y le devolvió la tarjeta.
-No hacía falta que la pagases tú- dijo la chica muy seria.
-Vale- dijo él- ¿Te acompaño a tu casa?
-¿Para qué?
-Por si te mareas. Ha dicho que te podías marear o vomitar.
-No- la chica comenzó a andar buscando la salida de la farmacia en dirección a donde se encontraba Júlia- no quiero que vengas.
El chico la miró y la evaluó con la mirada.
-Como quieras, pero si te encuentras mal, haz el favor de ...- el chico no pudo terminar la frase. Se quedó mirando a Júlia con la boca abierta.

Eres un hijo de puta!- le gritó Júlia a Marc.


Capítulo 12. En concierto



555-90-28-77

-Hey Xiquet ¿qué tal estás?
-¡Hola Marc! ¿Qué tal por la playa?
-Pues mira, Torrándome como el arroz. ¿Y tú por el campo?
-Como una manzanilla. Todo el día a remojo en la piscina...
-¡Escucha! ¿Te vienes al concierto de La Habitación Roja el viernes? Camelot. A las once. Siete pavos anticipada con copa.
-Mola.
-Viene mi amiga Carol y dos amigas suyas.
-¿Están buenas?
-Carol ya sabes que sí. Las amigas son Sofía y Clara.
-Ah coño ¿tu amiga la morena? Sí que sé quién es. ¿Sofía es su amiga rubia?
-Sí. Clara es prima de Pablo del balonmano.
-Vale. No la conozco.
-No está mal. Tiene un buen par de peras.
-¿Y tienen novio?
-Que yo sepa, no. Bueno ¿Te vienes o qué?
-Pues claro. ¿Dónde quedamos?
-Jarras. Plaza del Castillo. Nos hacemos unos megavasos y tiramos para Camelot. A las nueve.
-¡Joder! ¿Sin cenar?
-Nos hacemos unas tapas rápidas en El Amador a las nueve y luego tiramos para Jarras.
-¡Venga va! Unas Tapastrospidas. Quedamos en El Amador. Ya os busco.
-Ale. Ya cojo yo las entradas por el Feis. Hasta mañana.
-¡Au chaval!

Jaume bajó del bus. Pensó que se había equivocado al ponerse sólo el jersey de rallas de hilo y la camiseta Zero de Smashing Pumpkins, La noche era muy fría y húmeda. Se encaminó a El Amador.

 Seis mesas de madera ocupaban la mitad de la acera. Estaban vacías. Tuvo que serpentear entre un grupo de fumadores estacionados alrededor de la puerta del local para poder entrar.
El olor a calamares a la romana, ambientador vainilla y desinfectante le recibió.
Dirigió su mirada a la barra sorteando los cuerpos de los comensales que ocultaban su campo de visión. Dio dos pasos a un lado y volvió a buscar con la mirada. Decidió adentrarse en el bosque de cuerpos de los parroquianos para buscar en el fondo del local.
Sintió una mano en el hombro.

-James. ¿Cómo vas?
-Hola Marc. Se me ha hecho un poco tarde- se disculpó Jaume.
-Mira ven- Marc cogió a Jaume del codo y lo acercó a un barril de vino de 220 litros que hacía de mesa improvisada- Chicas, este es Jaume.
-Hola- Carol, la amiga de Marc se le acercó y le dio dos besos-¿Cómo estás?- Carol era una chica morena con media melena sin flequillo. Era muy guapa y tenía una sonrisa eléctrica, de esas que te hipnotiza. La conocía de algún cumpleaños de Marc- Ella es Sofía- dijo presentándole a una chica rubia de ojos verdes de uno sesenta y con un peinado muy parecido al de Carol.
-Hola yo soy Jaume- se dieron dos besos como saludo. A Sofía también la conocía un poco de vista y mucho por lo que le había hablado Marc de ella.
-Hola- dijo Sofía- me gustan tus Converse azules.
-Son unas Munich- le corrigió Jaume con una sonrisa. Era mucho más guapa de lo que recordaba. Tan guapa como le había dicho Marc tantas veces. Al momento se dio cuenta que había dicho la primera tontería de la noche.
-Me refería al tipo de deportivas- sonrió Sofía-. Esta es mi prima Clara.
-Hola- Clara y Jaume se dieron dos besos también. Clara era un poco más baja que Carol y Sofía y era más guapa de lo que había imaginado cuando habló con Marc.
Era morena con el pelo rizado y unos ojos negros muy bonitos.
-Hemos pedido la primera ronda de tapas- dijo Carol- ¿Te apuntas Jaume?
-Claro- respondió Jaume.
-Una cosa, nadie le llama Jaume- apunto Marc- todos le conocemos por James.

La primera tapa era omelette con pericana y crujiente de bacon.

-¿Tomas vino o cerveza?- preguntó Clara.
Jaume vio que los cuatro estaban tomando vino blanco.
-Os acompaño con el vino-. Clara le sirvió una copa de la botella que tenían en la cubitera. Jaume lo cató- Rico.
-Es un Verdejo- explicó Marc.
Jaume cogió la botella, José Pariente, pudo leer. Estaba realmente bueno.

-¿Y tú qué haces James?- le preguntó Carol.
-Estoy estudiando el grado de arquitectura- explicó Jaume- y también estoy trabajando en un estudio de arquitectos calculando estructuras.
-¡Vaya! ¿Me diseñarás mi casa algún día?- preguntó Carol con una sonrisa.
-¿Si te gusta el riesgo?- bromeó Marc- Sabiendo lo mal que dibuja, yo no me fiaría.
-Si dibujo mal, es porque no veo bien con la graduación que me has hecho- le siguió la broma Jaume.

La segunda tapa consistía en rulo de salmón con salsa de yogurt.

-Si no me sale nada mejor por aquí, voy a terminar cogiendo el trabajo de Zaragoza- le dijo Sofía a Marc.
-Es raro que no tengas buenas ofertas- le contestó Marc- con la industria que hay por aquí, una ingeniero químico debería encontrar trabajo fácil. ¿Tan mal estás en la empresa que estás ahora?
-No es sólo que me pagan poco- se quejó Sofía- es que el jefe que tengo no me deja entrar al laboratorio de desarrollo de producto y así no puedo investigar que es lo que me gusta.

La tercera tapa que pidieron era solomillo con cebolla caramelizada y manzana.

-¡...y el tipo de repente sale corriendo!- contaba Marc partiéndose de risa
-Resulta que le había entrado un apretón y se metió en el primer bar que vio abierto- continuó Jaume.
-Bueno, abierto no estaría, que esto sería a la una de la mañana que nosotros íbamos para Luz de Gas- completó Marc.
-El caso es que termina de hacer lo que tenía que hacer y dice que cuando sale, el tipo del bar le estaba esperando fuera con la fregona- explicó Jaume.
-Voy a pedir otra botella de José Pariente- propuso Carol.
-Y dice que le había bajado la persiana del bar y que fregase el suelo- continuó entre aspavientos Jaume.
-¿Pero no dices que era inglés y que no hablaba ni papa de castellano?-preguntó Clara.
-Sí. Es lo que nos contó luego. Yo que sé-Jaume continuó- Parece ser que cuando el del bar se metió para la cocina, el tipo saltó la barra, cogió una botella de whisky y salió corriendo del local.
-Mira. Si nos ves en la puerta de Luz de Gas y te ves venir a un inglés corriendo de lado a lado, al que apenas conocíamos y se nos tira a abrazarnos y de repente saca una botella de whisky que tenía guardada en los calzoncillos...- completó Marc.
-Anda que no estáis colgaos- dijo Clara entre carcajadas.

-¿Otra botella de vino? - se sorprendió Clara- Carol que es la cuarta. Vamos a salir de aquí a gatas- sonó a reproche.
-Es igual- dijo Marc- total, la hora que se ha hecho ya no da tiempo a ir a Jarras, hacemos tiempo hasta la once menos algo y vamos a la sala para la apertura de puertas.

***
Al final habían llegado temprano.
En la sala sonaba la música de Sidonie. Apenas podían ver todo el local. La iluminación cálida de la barra, eran las mejores fuentes de luz, el resto era una alternancia de leds en las paredes y el techo y lámparas de luz azul.

Hacía ya media hora que estaban en el local y el grupo se hacía de rogar.
Los cubitos de las copas que habían pedido al poco de llegar, eran la mitad de lo que habían sido.

-A mí de Pulp Fiction, lo que me gusta es que cada vez que la veo, siempre me doy cuenta de un detalle nuevo- le contaba Sofía a Jaume.
-Sí. Sé a lo que refieres- contestó Jaume- a mí me pasa lo mismo con Alien.
-¿Alien vs Predator?- dijo Sofía entre sonrisas.
-No. El Octavo Pasajero- dijo Jaume soltando una carcajada.
-¿Esa cual es?- le preguntó Sofía.
-La primera. La de Ridley Scott.
-¿Ese es el que se murió este verano?- preguntó ella.
-No. Ese era su hermano- le corrigió Jaume- Ridley es el de Blade RunnerThelma y Louise...
Sofía le miraba con cara de haba.

-¿No las conoces?- Jaume le puso una sonrisa sarcástica- Gladiator, Titanic, Avatar...
-Aaah- empezó a entender Sofía- es que las otras no las he visto.
-El hermano, Tony que es el que murió en verano- continuó Jaume- es el de Top Gun.
-¡Esa sí que la he visto!-dijo Sofía victoriosa.
-Top Gun mola- le sonrió Jaume.
-Y Tom sale tan guapo-dijo Sofía.
-La escena más rara de la película, al menos para mí, es cuando él llega tarde a la cita que tenía en casa de ella, va todo sudado porque viene de jugar vóley playa y le dice "necesito una ducha"- contó Jaume.
-¿Y?- le dijo ella extrañada.
Jaume le sonrió-Si quedo contigo en tu casa, casi ni te conozco porque encima eres mi profesora, llego tarde y hecho un cerdo y te suelto que si me dejas ducharme ¿Tú lo ves normal?- dijo Jaume entre carcajadas.
Sofía se desternillaba- Visto así. Aunque mi casa es una especie de albergue donde se cuela gente casi sin darme cuenta.- explicó ella- a mi es que me va más la música que el cine.

-¿Conoces a los de hoy?- le preguntó Jaume.
-La Habitación Roja me gusta mucho- respondió Sofía- ¿y a ti te gustan?
-Sabiendo que venía al concierto de hoy, he escuchado algunas canciones en el Spotify. Ayer está muy bien- se sinceró Jaume- Bueno, yo los conocía hace unos años, cuando sacaron un tema que se llamaba Universal.
-Hay sí. Qué canción más bonita- dijo ella encantada.
-Fui a verlos en concierto a Altea o Calpe, no me acuerdo bien- contó Jaume- el concierto fue una patata, pero lo pasamos muy bien. La hermana de una amiga se lió con el cantante.
-¿De verdad?-dijo sorprendida Sofía.
-Sí- afirmó él- una groupie- bromeó él.
-¿Groupie?- preguntó ella.
-¿Has visto Casi Famosos?- preguntó él.
-Creo que no- contestó ella.
-Va de un grupo de música rock en los setenta y de un chico de quince años que le gusta el periodismo musical, que consigue que la revista Rolling Stone le compre un reportaje de la gira del grupo. Te va presentando lo que rodea al mundo de un grupo de música desde dentro.
-Es que si es de los setenta, no la habré visto- se justificó ella.
-¡Qué va!- respondió él- si es de hace poco. Es que está ambientada en los setenta. Bueno, te lo decía porque ahí sale muy bien la figura de las groupies.
-¿Y que es una groupie?- preguntó ella.
-Pues una fan de un grupo, que está dispuesta a todo por los componentes del grupo- dijo él mientras le guiñaba un ojo.
-Ah vale- le sonrió ella- ya lo pillo. ¿Quieres otra copa?
-¡Venga! Que esto ya es agua.

Se acercaron los dos a una de las barras del local.
-¿Qué tomas?- preguntó Sofía.
-Ron con cola- respondió Jaume.
-Ponme un Absolut con limón y un Varadero con cola- le pidió Sofía a la chica de la barra.
-¡Chupito, chupito!- Carol llegó gritando- ¡Tomad y bebed que esta es mi sangre!- les dio un chupito color granate a cada uno- venid aquí al lado que vamos a brindar.
Se unieron a Marc y Clara que estaban apoyados en otro tramo de la barra.
-¡Va! ¡Hidalgo!- dijo Marc alzando el chupito-¡Hijo puta quien se deje algo!
-¡Joder!- Dijo Sofía después de haberse tragado el brebaje- ¿Qué era esto?
-Sangre de Toro- contestó Carol- lleva tequila, tabasco y sal.
-Esto no es un chupito- sentenció Marc- es una putada.
Carol no paraba de soltar carcajadas.

Dejó de sonar el tema de Deluxe y un ruidoso silencio de cientos de conversaciones se adueñó de la sala.
Los acordes de una guitarra eléctrica llenaron el vacío dejado por la música ambiente.

-Buenas noches a todos.- la voz de Jorge Martí sonó opaca a través del micrófono- la última vez que estuvimos en esta ciudad, dimos un concierto acústico que nos costó algún reproche por parte de nuestros fans. Gus Mirón, espero que esta noche no tengas que perdonarnos- prosiguió Martí- ¡Vamos allá Indestructibles!
Los acordes del primer tema llenaron el vacío sonoro dejado por la música enlatada.
***
-Qué calor hace. Necesito una ducha- dijo Jaume sonriendo con la lengua enredada.
-¿Qué?- le miró Sofía extrañada. Al momento abrió mucho los ojos y empezó a reír a carcajadas- pues no estoy en condiciones de encender el calentador.
-Da igual- dijo Jaume- con agua fría. Y que se me pase un poco el pelotazo o quedaré inconsciente.
Sofía se acercó a Jaume. La verdad es que tenía la camiseta empapada.
-Pues no te vas a duchar- balbuceó ella- Tú no eres Tom Cruise en Top Gun ni llevas una camiseta blanca.
-Eso es porque soy Tom en Minority Report- alcanzó a decir él.
-No cuela- le corrigió ella- tu camiseta no es totalmente negra. Te sobra la estrella.
-Eso es porque esta estrella me la dieron al valor- dijo él con una risa tonta.
-Pues te la van a quitar- dijo ella acercándose a cinco centímetros escasos de su cara- porque no tienes valor para hacer lo que tienes que hacer.

Jaume se quedó mirando los ojos verdes de Sofía y le sostuvo la mirada unos instantes eternos.

-Lo que yo te diga- le susurró Sofía- al final te voy a quitar la estrella al valor.

Jaume le seguía manteniendo la mirada sin decidirse a hacer nada.

-Anda ven- Sofía cogió a Jaume de la pechera de la camiseta y lo atrajo hacia ella y le besó suavemente en los labios.
Al separase, Jaume se le quedó mirando a los ojos y se acercó otra vez a ella para volver a besarla.
Ella se echó hacia atrás rehuyendo el beso.

-Ahora no cuela Tom- dijo ella con una mirada pícara- primero te voy a retirar esa estrella al valor.
Ella le quitó la camiseta quedando visible su cuerpo fibroso y bien definido.
Sofía se quedó mirando el pecho de Jaume unos instantes.
-He cambiado de idea- dijo ella sonriendo- si que te puedes dar esa ducha. Pero no va a ser Top Gun. Va a ser The Reader.
-Tú eres más guapa que Kate Winslet- dijo Jaume- y no te pareces a una nazi analfabeta.

Sofía se levantó del sofá y llevó a Jaume de la mano hacia el cuarto de baño.
Cuando entraron, Jaume cogió con suavidad las caderas de Sofía por detrás, le retiró la melena a un lado y comenzó a besarle la nuca.
Ella levantó los brazos por encima de su cabeza y acarició el pelo corto de Jaume mientras se dejaba acariciar el vientre.
Jaume le sacó la blusa de muselina por la cabeza, le desabrochó el sujetador y comenzó a acariciarle los pechos con las dos manos.

Sofía se giró y quedó enfrentada a Jaume.
Empezaron a besarse apasionadamente.
Sofía le desabrochó el cinturón y de un tirón desabotonó los cuatro botones  de los jeans de Jaume.
Los pantalones, desabrochados, cayeron hasta los tobillos.
-Métete en la ducha, que ahora entro yo.
-Sofía- dijo él serio- No tengo condones.
-No te preocupes- dijo ella pícara- podemos hacer muchas otras cosas sin necesidad de condones.

Jaume se desnudó y entró en la bañera, giró el monomando hacia la izquierda y abrió el paso del agua.
-¡Hostia!- exclamó él-¡Está helada!
-El calentador- dijo ella- se me olvidaba que está apagado. Espera.

Sofía salió del cuarto de baño.
Pasaron unos instantes en los que Jaume, con el pelo mojado, se estaba congelando.

-¡James!- escuchó Jaume a lo lejos-¡James!

Jaume se decidió a salir de la bañera, se pasó una toalla tapando su desnudez y salió del cuarto de baño en dirección a la galería.
-No puedo encender el calentador- dijo ella entre carcajadas- voy muy borracha.
-A ver que pruebe yo- cuando Jaume cogió la caja de cerillas y probó a encender una, se le soltó el nudo con el que cerraba la toalla que cubría su desnudez y quedó desnudo delante de ella que llevaba puestos sólo los pantalones y estaba en top less.

Sofía no pudo contenerse y empezó a reír a carcajadas.
-Joder- dijo Jaume muy serio. Al momento empezó a reír también y dijo- Esto ha derivado a una película de Fernando Esteso- tiró la caja de cerillas al suelo-. Ven aquí.

La cogió por la cintura y la atrajo hacia él.
Comenzaron a besarse incansables.
Él le quitó los pantalones y el tanga a Sofía y comenzó a besarle el cuerpo.
-Estás helado- susurró ella- ven que te caliente.
-Ya estoy caliente- dijo él. Una vena le palpitaba en el cuello. Cogió a Sofía de las nalgas y la levantó a pulso sosteniéndola con sus manos.
Ella le abrazó el cuerpo con las piernas y se sostuvo en esa posición.

Sofía tenía la respiración acelerada.
-Estoy pensando devolverte la estrella al valor- susurró ella entre gemidos- sólo tienes que hacerme el amor aquí en el patio.

Los gemidos y suspiros de placer de Sofía y Jaume, rompieron el silencio de la noche. Sonidos amplificados por el eco del patio de vecinos, que interrumpieron el descanso de algún vecino insomne.
Jaume, como siempre, se despertó muy temprano. Sentía que la cabeza le iba a explotar.
Miró a Sofía que dormía arropada con una sábana blanca.
Su melena rubia, jugaba a tapar sus hombros llenos de pecas. Estuvo unos minutos jugando a pintarla en su memoria en un cuadro que no querría olvidar.
Fue al baño a cambiar el agua al canario, se puso los pantalones y se calzó. Recordó que la camiseta estaba en el salón, se terminó de poner la ropa que llevaba la noche anterior.
Pasó por la cocina y bebió agua.
Miró las tazas de Sofía y una le gustó mucho.

Cuando Sofía se levantó, Jaume ya se había ido. Fue directa a la cocina a hacerse un café.
En su taza-pizarra pudo leer:


"Esta mañana estabas preciosa mientras dormías"


Capítulo 12. El trío.


Lo malo de los conciertos de pop indie es que en los temas muy tranquilos, uno no sabe muy bien como bailar. Lo mejor es agarrarse con una mano a la copa o botellín de turno, iniciar un vaivén con el cuerpo siguiendo el ritmo de la música y acompañar al cantante con la letra o en caso de desconocimiento de la misma, poner la mejor de las sonrisas y disfrutar del tema y del paisaje de espaldas, cabezas y culos que tienes delante.
Cuando llega un tema movido o que conoces, es el momento de empezar a saltar y darlo todo, buscar miradas de complicidad con tus acompañantes y de dar saltos abrazados.
Es muy recomendable que la copa la tengas ya por la mitad, si no quieres derramarla.
Por eso es más práctico beber en botellín en un concierto, porque es menos probable que se derrame la cerveza.

-Buenas noches a todos.- la voz de Jorge Martí sonó opaca a través del micrófono- la última vez que estuvimos en esta ciudad, dimos un concierto acústico que nos costó algún reproche por parte de nuestros fans. Gus Mirón, espero que esta noche no tengas que perdonarnos- prosiguió Martí- ¡Vamos allá Indestructibles!

Los acordes del primer tema llenaron el vacío sonoro dejado por la música enlatada.
Los cinco se habían quedado en la parte de atrás de la sala.
La verdad es que la calidad del sonido era excelente. No había acoples y para ser un directo, la batería no tapaba la voz nasal del solista.

-Marc, Carol se ha pegado una vomitera en el baño que no veas- dijo Clara.
-¿Pero está bien?- preguntó él.
-Muy bien muy bien, no está- dijo Clara.
A Marc esto le sentó como un tiro. Lo estaba pasando en grande. Ya era duro ver que Jaume y Sofía habían conectado, como para ahora tener que hacer de niñera de su amiga.

Se acercó a Jaume que estaba hablando con Sofía-. James, Carol se ha puesto mala.
-¿Qué le pasa?-preguntó Jaume con cara de asombro.
-Se ha pegado una potada en el aseo- dijo él-. Voy a llevarla a casa.


Jaume le miró serio- No hombre, vamos todos a tu casa, que se acueste y nos quedamos hablando o tomando algo.
-No hace falta- dijo Marc después de hacer una pausa- tú quédate con Sofía y con Clara.

Jaume miró a Marc unos segundos y le dijo al oído-. Marc, me sabe mal. Yo sé que te gusta Sofía y que te quieres quedar.
-¡Que va tío!- dijo Marc forzando una sonrisa- Esa historia fue hace mucho tiempo y nunca llegamos a nada. Quedaos y yo llevo a Carol a casa y la acuesto. Me quedo no sea que vomite y se ahogue.

Jaume se acercó a Sofía y Clara. Estaban al lado de Carol que estaba sentada en un taburete con los ojos medio entornados y una sonrisa tonta en la cara. Les dijo algo a las chicas y señaló con una mano a Marc. Sofía le dijo algo a Jaume. Jaume le contestó. Sofía se acercó a Clara y le dijo algo. Clara le contestó. Iniciaron una conversación en la que de vez en cuando señalaban a Marc, a Carol y a Jaume.
Marc pudo ver como Jaume y Clara ayudaban a Carol a levantarse y la llevaban hacia Marc.
-Vamos fuera a llevarla al coche- dijo Clara.

Un solar de tierra al lado de la sala hacía las veces de parking. Como habían llegado temprano, habían podido aparcar cerca de la puerta.
Las luces de emergencia del coche parpadearon dos veces. Marc se acercó a la puerta delantera derecha y la abrió.
Entre Jaume y Clara ayudaron a Carol a sentarse en el asiento.
-Carol ¿Tienes ganas de vomitar?-preguntó Marc.
-No- contestó ella con la lengua enredada- lo que tengo es ganas de otro chupito- Carol comenzó a reír a carcajadas.
-Tía no me jodas- dijo Marc- no vayas a vomitar dentro del coche.
-Ya te gustaría a ti que te jodiese- dijo ella con una sonrisa en la boca.
Sofía le puso el cinturón de seguridad a Carol.
-Bueno, pasadlo bien- dijo Marc-. En llegar a casa os hago una perdida. Mañana hablamos.
-Ten cuidado Marc- le dijo Sofía.
Marc subió en el coche y se puso el cinturón.
Escuchó cómo se abría la puerta de atrás y se dio la vuelta a ver qué pasaba.
-Os acompaño- dijo Clara- ¿Me puedo quedar en tu casa?
Marc se quedó mirando a Clara. Hizo una pausa.
-Como quieras- contestó él-. Sitio hay.

Marc arrancó el coche y conectó el reproductor de música. Un tema comenzó a escucharse en el reproductor de CD.

"Confía en mí,
nunca has soñado
poder gritar
y te enfureces
es horrible
el miedo incontenible..."

A Marc le apareció media sonrisa irónica en la cara. Incorporó el coche a la circulación.

-¿Te puedo preguntar una cosa Marc? -dijo Clara.
Marc miró a Clara por el espejo retrovisor, ¿qué esperaba que le contestase?
-Dispara- dijo él.
-¿Qué rollo te llevas con Sofía?- dijo Clara directa.
Marc miró extrañado a Clara- ¿Rollo?- hizo una pausa- No hay ningún rollo.
-Sofía me contó que un tiempo estuvisteis liados- continuó Clara.

"entonces ven,
dame un pedazo,
no te conozco
cuando dices qué felices,
qué caras más tristes..."


Marc se sorprendió de que Clara supiese aquello y más aún que Sofía se lo hubiese dicho.
-Bueno, es verdad que salimos un tiempo, pero todo quedó en un par de cenas y cines y alguna fiesta que fuimos juntos.
-Siempre has sido un cortado- intervino Carol con la voz enredada por el alcohol- si te la hubieses llevado a la cama, os habríais relajado y sí que tendríais un rollo ahora.
-¿Y a ti quién te ha dicho que no me la llevé a la cama?- le dijo Marc a Carol en tono burlón.
-A que no te la llevaste...- dijo Carol con una sonrisa satírica.
Marc guardó silencio.
-Si es que te conozco mejor que a ningún tío con los que he estado- dijo Carol a carcajada limpia.
Marc movió la cabeza negando. Carol no tenía remedio. Lo que le gustaba de su amistad era su lealtad y lo directa y sincera que era. A veces demasiado sincera.

"ella sabe y presiente
que algo ha cambiado
¿dónde estás?
no te veo, es mejor,
ya lo entiendo ahora
ya no me lamento.
Yo sigo detrás
¿para qué?"


-Si no me la llevé a la cama fue porque ella no quiso- dijo Marc muy gallito.
Carol empezó a reír de una forma exagerada-¿Y tú que sabrás? Tonto. Nunca te enteras de nada.
-Marc- dijo Clara- No le hagas caso. ¿No ves que va muy borracha?

Marc respiró hondo y guardó silencio.
-¡Noticia!- dijo sarcástica Carol- Marc “comebolas” se ha quedado sin palabras-. Carol empezó a reír otra vez.
Marc miró a Carol de reojo y empezó a resoplar.
-Nunca te enteras de nada- siguió Carol- ¿Qué hay de tu enfermera “Maritetas”?- preguntó con los ojos cerrados- Os acostáis dos veces y luego no sabes qué hacer con ella.

"ella no me imagina
cazando en los bares
viviendo deprisa
¿para qué?"


-¿A ti qué te pasa hoy conmigo?- le preguntó Marc a Carol un poco enfadado.
-Eres tan tonto que dejas que la tía que te gusta se quede con otro tío y no haces nada al res…- a Carol se le trastabillaban las palabras- nada al respecto.
-Lo que voy a terminar haciendo al respecto es abrir la puerta del coche y dejar que te vayas a patita a casa- dijo Marc con los dientes apretados.
-Eres tan blando que ni para eso tienes huevos- dijo ella burlándose de él.
-Marc, déjalo- dijo Clara- no le hagas caso. Yo no creo que seas así.
-¡Anda ésta!- dijo Carol dando una palmada- No te molestes en defender al blandengue este. Aunque te ligase, no tendría huevos para rematar la faena.

Carol empezó a descoyuntarse. Miró pícara a Marc cómo conducía y con la mano izquierda le cogió el paquete.
Marc le dio un manotazo para quitársela de encima.
Te quieres estar quieta joder!- le gritó Marc.

Carol dejó de reír. Cerró los ojos y empezó a sollozar. Un quejido quiso salir de su garganta.
-No te pongas a llorar ahora- le dijo él más tranquilo.
Carol cruzó los brazos y hundió la barbilla en su pecho. Quejidos guturales salían de su garganta.
-Carol. Perdona tía- dijo Marc muy suave.
-Joder tío- empezó Carol a la que casi no se le entendía entre el alcohol y los sollozos- Yo te quiero mucho. Eres un tío de puta madre. No sé por...- se le liaban las palabras- no sé por qué te digo estas cosas.
Carol ya había empezado a llorar.
Clara buscó en el bolso, sacó un cleenex y se lo dio a Carol.
-Tú también eres de puta madre tía- seguía Carol mientras estrujaba el pañuelo de papel- una tía que te cagas.
Carol cerró los ojos. Salían suspiros de su garganta.

Marc aparcó en batería casi en la puerta de su casa.
Clara bajó del coche y abrió la puerta de Carol. Marc le desabrochó el cinturón.
-Carol- le dijo Marc sacudiéndole suavemente el hombro- despierta que hemos llegado.
-¿Qué? - dijo ella muy suavemente desde su mundo de sueños y alcohol.
-Venga. Ayúdanos a sacarte del coche.
Carol no hacía por despertarse.
Clara se decidió y la cogió de los codos y tiró de ella.
Marc le puso las manos en el culo y empujó para ayudarle a levantarse.
-No me toques el culo que ahora no tengo ganas de follar- dijo Carol en un extraño lenguaje con los ojos cerrados.
-Venga ponte de pie- le dijo Clara.
Marc salió del coche. Se pasaron los brazos de Carol por los hombros y se dirigieron al ascensor. Por lo menos Carol daba pasos y se dejaba llevar.
-Los dos sois de puta madre- dijo Carol en su extraño lenguaje-¡Os quiero coño!- Carol tenía la mirada perdida- Eres un tío de puta madre.

Entraron en casa de Marc. Llevaron a Carol a la habitación de él.
-Abrázala por detrás que no se caiga- dijo Marc.
Él se puso delante de Carol que seguía con los ojos entornados y la mirada perdida. Se agachó y le descalzó las bailarinas. Se incorporó, le desabrochó los pantalones y se los bajó.
Le quitó la camiseta de remaches de Zara. Llevaba un sujetador sin tirantes.

-Siéntala en la cama- dijo Marc.
Se arrodilló enfrente de Carol y terminó de quitarle los pantalones. La había dejado en ropa interior.
Se dirigió al vestidor y cogió una camisa azul de PuroEgo.
Entre Clara y Marc se la pusieron. Él le abotonó la camisa. Metió las manos dentro de la camisa buscando la espalda, le soltó el cierre del sujetador y se lo quitó.
-Ayúdame a acostarla de lado no sea que vomite- dijo él.
Recostaron a Carol de lado con la cabeza encima de la almohada.
Marc se levantó, se dirigió otra vez al vestidor y cogió una manta térmica. Arropó a Carol.

-Clara. Haz el favor- dijo Marc- la segunda puerta del pasillo es la cocina. Mira a ver en la galería y traes un barreño no se ponga a vomitar y lo ponga todo perdido.

Clara salió de la habitación, encontró un barreño azul y volvió a la habitación de Marc.
Se quedó mirando la escena que componían Marc y Carol.

Marc estaba sentado en la cama al lado de Carol que quedaba de espaldas a la puerta.
La cálida luz de la mesita de noche bañaba el rostro de Marc dibujando contrastes en sus facciones.
Marc estaba muy quieto mirando fijamente a Carol con mirada soñadora. Acercó la mano a la cara de Carol y le retiró un mechón que le tapaba la mejilla. Le pasó la mano por el cabello acariciando su melena morena.
Marc apoyó las dos manos en el colchón, cerró un instante los ojos como hablando consigo mismo. Movió la cabeza de lado a lado negando a quien le hablaba en su conversación interior. 
Abrió los ojos, respiró hondo y acarició la mano de Carol. Endureció la mirada y se levantó de la cama.

Reparó en la presencia de Clara que estaba plantada en el quicio de la puerta contemplando la escena.
-¿Te apetece tomar algo?- preguntó Marc- Yo necesito algo fuerte.

"si cada vez que vienes me convences
me abrazas y me hablas de los dos.
Y yo siento que no voy,
que el equilibrio es imposible cuando vienes
y me hablas de nosotros dos.
No te diré que no
yo te sigo porque creo que en el fondo hay algo"


Capítulo 13. Gossip


-Buenas Marc- Jaume recibió con una gran sonrisa a su amigo.
Se estrecharon las manos.
-¿Hola qué tal estás?- contestó Marc- Me ha costado aparcar. 
-¿Entramos?- los dos se dirigieron a la puerta de la tetería.
-¡La de tiempo que hace que no venía a Artería!- dijo Marc.
La tetería estaba en una plaza de piedra del Rabal de la ciudad. La puerta del local eran dos desproporcionados portalones de madera mucho más altos que anchos que daban acceso a un espacio en L con paredes enlucidas de yeso y ventanas con rejas de forja por las que se veían las farolas de hierro fundido que ya estaban encendidas a esas horas de la tarde.
-Yo vengo de vez en cuando, porque me pilla cerca de casa- dijo Jaume- ¿Nos sentamos aquí mismo?
-¡Hostia!- exclamó Marc. Al sentarse en la silla, el respaldo, muy bajo, quedaba muy retirado y el cuerpo se le fue hacia atrás.
Jaume se rió.
-¿Qué os pongo?- pregunto el camarero con su voz gutural.
-Yo creo que tomaré un té rojo- dijo Marc- ¿Tienes?
-Sí- dijo escueto el camarero.
-¿Tienes infusión de Diente de León?- preguntó Jaume
-Tengo en la despensa de la cocina para uso propio- dijo el camarero- pero a ti ya sabes que sí que te pongo.
El camarero se fue a preparar las comandas.
-¿El mister no viene?- preguntó Marc.
-Me ha dicho que tiene filmoteca- contestó Jaume- dice que cuando acabe, si no se le hacía muy tarde, venía.
-¡Madre mía!- exclamó Marc- Siguen poniendo el mismo tipo de música que cuando veníamos antes todos.
-Son los Smashing, pero creo que este tema es de un álbum nuevo- contestó Jaume.
-Sí. He reconocido la voz de Billy Corgan- respondió Marc- Por cierto, ayer llevabas la camiseta de los Smashing.


A Jaume le apareció una sonrisa en la cara. Se recostó en el falso respaldo de la silla y volvió a echarse hacia adelante.
-Esa camiseta siempre me trajo suerte- la sonrisa le desapareció de la cara. Jaume se quedó mirando la mesa. Era de madera rústica con un cristal transparente encima. Habían puesto unas pegatinas de marcas de cerveza haciendo un collage en el espacio entre la oscura madera y el cristal.
-Marc ¿Qué rollo tienes tú con Sofía?
Marc movió la cabeza negando.
-Es la segunda vez que me preguntan lo mismo en menos de un día- le apareció una sonrisa amarga- No hay ningún tipo de rollo. Hace un tiempo nos conocimos. Me gustaba, nos enrollamos, empezamos a salir y no funcionó-. Dijo Marc en tono de punto final.

El camarero les trajo las infusiones. También les dejó en la mesa un platillo en forma de triángulo con unas pasas de Corinto.
-Gracias- dijo Marc. Abrió la tapa de la tetera y acercó la nariz al vapor que salía. Percibió el delicado toque dulzón a fermento del té. 
-Tú me has hablado muchas veces de Sofía- dijo James mirando a los ojos a Marc- Y no parece que no te importe ella.
Marc se quedó mirando la pared de yeso arcilla. Se fijó en las fotografías en blanco y negro que colgaban de las paredes, que correspondían a una exposición de Benya Acame, un fotógrafo local.
-Sofía es una tía que está buena y con la que la historia no me salió bien- Marc hizo una pausa- Mentiría si te dijese que alguna vez no se me pasa por la cabeza lo que pudo haber sido y no fue, pero vamos, que me alegro que se quedase anoche contigo.
-Marc- dijo Jaume- Anoche fui a casa de Sofía.


Marc se quedó mirando la tetera que tenía delante. Abrió otra vez la tapa, observó el color de la infusión.
-Creo que este té ya está hecho- Marc se sirvió una medida en la taza cristal con asa de acero. Un liquido color rojo cobre burbujeó mientras llenaba el espacio de la cuba de la tacita-. Hoy me va a venir bien para drenar el hígado y su supuesta propiedad antidepresiva- Marc soltó una carcajada.
Jaume le miraba muy serio. No sabía cómo tomarse lo que le estaba diciendo.


-Aquí tenéis- dijo la chica- Café bombón y zumo de piña natural con una bola de chocolate negro.

-Gracias- dijo Sofía con el ceño fruncido-. Carol, no sé cómo te pides ese mezclijo tan raro.
-Necesito vitamina C para antioxidarme- dijo Carol con cara de pocos amigos- y mi antidepresivo favorito. Ahora te doy un poco y verás cómo el ácido de la piña marida muy bien con el amargo del chocolate negro.
Sofía removió su café mezclando la leche condensada, dando como resultado un liquido color toffee.
-Me duele un montón la cabeza- dijo Carol-. Anoche se me fue un poco de las manos lo de los  chupitos.
-Sí- Sofía le miraba con una sonrisa comprensiva- a todos se nos fue un poco de las manos. Yo también pillé una buena.
-¿Seguisteis bebiendo cuando nos fuimos en el coche?- preguntó Carol.
-Sí- dijo Sofía- Cuando os fuisteis, habíamos pedido un metro y estaba sin empezar. Hicimos el esfuerzo y nos lo bebimos entre James y yo.
Carol bebió un sorbo de la pajita de su zumo.
-Nos quedamos sin dinero y se me ocurrió la genial idea de invitarle a mi casa a seguir con la fiesta- dijo Sofía  con una sonrisilla.
-¡Chica!- dijo Carol con los ojos muy abiertos- No somos nadie. Cuenta, cuenta…

Sofía bebió de su café.
-Nada. Subimos al piso y estuvimos hablando de cine, de esto, de lo otro- dijo Sofía haciéndose de rogar- de esa camiseta qué chula, de que si te pareces a Tom Cruise…
-Bueno, bueno, serás pendón- bromeó Carol- Pero ¿hubo o no hubo tema?
-Al principio no, porque James es más parado que una farola- dijo Sofía bajando la voz- pero yo hice que se animase.
-¡Nena!- exclamó Carol a carcajada limpia.
Carol cogió la cucharilla y probó la bola de chocolate. Estaba exquisito. Cogió otra cucharada.
-Ten prueba- dijo acercándole la cucharita a Sofía.
Sofía probó el helado mezclado con el zumo de piña.
-La verdad es que está bueno- dijo Sofía.
-¿Tan bueno como James?- dijo Carol cómplice.
-No- dijo Sofía entre una carcajada- James está más bueno de lo que parece con la ropa que lleva.
-¿Tan bueno como Marc?- dijo Carol un poco seria.

Sofía cogió una servilleta de papel del servilletero y se limpió los labios. Miró la servilleta, pudo leer Alquimia en letras sobre fondo verde.
-Carol, lo mío con Marc no funcionó- dijo Sofía un poco triste-. Cuando estuve con Marc, él sólo pensaba en ir a conciertos, cines, exposiciones y demás historias siempre con su grupo de amigos y más gente. Nunca hacíamos nada exclusivamente de pareja excepto el momento de despedirnos que hacíamos nuestras cosas. Me dio mucha pena, porque con él lo pasaba muy bien y es muy buen tío, pero no estaba por llevar una relación medianamente madura. Sólo tengo de él recuerdos amargos.
-Sofía tía- dijo Carol- Te has enrollado con su mejor amigo en su cara.
-Que yo sepa, no le debo nada a Marc- le dijo Sofía- Además que James me gusta y es bueno en la cama.
- ¿Te acostaste con él?- dijo Carol en tono de reproche- ¿Te acostaste con él?- dijo por segunda vez con cara de asombro- Te acostaste con él- afirmó con los ojos abiertos y una sonrisa.
Sofía miró a los ojos oscuros de Carol y afirmó con la cabeza y una gran sonrisa en los labios.


-¡James tío!- dijo Marc jovial- que si te fuiste a casa con ella no me importa joder. Y si te acostaste con ella, mejor que mejor para ti.
Jaume también se sirvió una taza de infusión de Diente de León. Cogió una pasa y se la metió en la boca meditando lo siguiente que le diría a su amigo.
-Sí que fui a su casa y me enrollé con ella- dijo Jaume- Bueno. Mejor dicho, ella se enrolló conmigo.
-¿Y eso?- le preguntó Marc divertido.
-Nada. Tuvimos una conversación tonta sobre la camiseta que llevaba y acabamos dándonos el lote en el sofá- dijo Jaume- Luego empezó un juego que no me gustó mucho sobre ducharnos juntos.
-¡Qué cabrón!- exclamó Marc soltando una carcajada- ¿Le comiste las peras en la ducha?
-Mira que eres fino- dijo Jaume riéndose-. No. En la ducha no. En el patio.
Marc le miraba con una sonrisa y el ceño fruncido de no comprender por dónde iba.
-Una historia larga- dijo Jaume comiendo otra pasa-. Acabamos en pelotas en el patio de su casa.
Hizo una pausa interminable.

-Pero ¿Te la calzaste o no?- dijo Marc riéndose.
-Pues no me la follé porque no tenía condones.
 Marc no podía parar de reír mientras le señalaba con el dedo a Jaume.
-¡Pringao!
-Bueno- siguió Jaume- No me la follé pero sí que tuvimos sexo en el patio.
Marc cogió una pasa y se la metió en la boca. Dio un sorbo al té y degustó el sabor tirando a salado de la infusión meditando qué le podía contar a su amigo.

-Parece que a Sofía le gusta el sexo en lugares públicos o con posibilidades de que le pillen- hablaba más bien para él que para Jaume-. Cuando estuve con ella, un día fuimos a un concierto. Éramos cinco. Al final de la noche nos fuimos los cinco a casa de una amiga y acabamos durmiendo los cinco en dos colchones juntos en el suelo- Marc dio otro sorbo al té- Me dice “esta almohada es muy baja ¿me pasas el brazo por debajo para que apoye la cabeza?” Le paso el brazo. Nos pusimos a hablar creo que de cocina o no sé de qué historia y de repente, me coge la otra mano y me la pone encima de una teta y sigue hablando como si nada. Entonces noto que mete la mano en los calzoncillos y empieza a tocármela- Marc cogió otra pasa y se la quedó mirando fijamente con aire pensativo- En definitiva, que nos dimos un buen repaso con los otros tres al lado, que quiero seguir pensando que estaban durmiendo.
Jaume le miraba con una sonrisa y con mirada sorprendida.
-Pues algo parecido a lo que me pasó a mí anoche- dijo Jaume- Estuvo muy bien, pero no lo hicimos.
-Bueno, sí que lo hicisteis, lo que no hiciste es metérsela.
-Macho- dijo Jaume riéndose- qué fino eres. Pues no, a eso me refería. Pero es igual, es una chica que me gusta y creo que voy a llamarla para quedar otro día.


-¿Has pensado que vas a hacer ahora?- preguntó Carol.

-La verdad es que no lo sé. No tenía ninguna intención de liarme con nadie anoche, por eso te dije que sí a lo de salir con Marc y James- Sofía se terminó su café de un trago-. A ver, la verdad es que sí que tenía pensado, si surgía, despedirme de Marc como en los viejos tiempos. Pero estuvimos hablando y empezó a agobiarme con su temita de siempre de chico atormentado, y empecé a pasarlo bien con James y luego te pusiste mala y nos dejasteis solos y – Sofía cogió una tira de papel que contenía una cañita y la abrió- la verdad es que James me ha venido muy bien de despedida.
-¿Estás decidida a aceptar lo de Zaragoza?

-Una cosa James, no sé lo que hablaste con Sofía, pero anoche me dijo que se va a ir a vivir a Zaragoza.
Jaume se quedó callado y le miró serio.
-Primero en la cena me comentó que estaba mal en el trabajo- dijo Marc-. Y en el concierto, antes de que Carol se pusiese mala, me dijo que la habían cogido en Ebro para el Centro de Control de Calidad de Zaragoza y que está esperando a que le confirmen la fecha en la que tiene que empezar.
Jaume le miró con aire pensativo.
-Es igual, le voy a llamar y quedaré con ella- Jaume dio un sorbo al Diente de León-. Por cierto ¿qué tal está Carol?

-Me han hecho la oferta para Zaragoza y estoy esperando que me comuniquen la fecha de incorporación- dijo Sofía.

-¿Cuánto va a tardar eso?- preguntó Carol.
-Lo que tarden en terminar de montar el laboratorio para el que me han cogido- contestó Sofía- Va a estar muy bien, porque aparte del Control de Calidad, me han dicho que te dejan investigar y publicar firmando como autor de la investigación, por lo del I+D+i. Estoy pensando en investigar sobre algún producto que evite las vomiteras de las amigas en los aseos públicos.
                                  
Carol empezó a reír.
 -¡Qué mal tía!- dijo Carol acariciándose las sienes- Es de esos ciegos que llega un punto en que no te acuerdas de nada. Me acuerdo que me metisteis en el coche y que Marc me llevó a casa con Clara- Carol tomó un trago de zumo – La verdad es que no me acuerdo que Clara fuese en el coche, pero esta mañana estaba en casa de Marc.
-Sí que os acompañó en el coche- dijo Sofía- Me dijo que Marc le gustaba y que quería estar a solas con él.
-Pues parece que lo consiguió- dijo Carol pensativa-. Sí que lo consiguió.
Cogió otra cucharadita de chocolate y lo saboreó.
-Cuando me he despertado esta mañana, Marc estaba preparando el desayuno, ha hecho  gofres- Carol rechupeteaba la cuchara disfrutando del sabor a chocolate-. Hemos estado hablando de nuestras cosas un rato y entonces ha aparecido Clara por la cocina. Yo no sabía que estaba en el piso. Cuando Clara ha llegado a la cocina, él se ha disculpado y ha dicho que se iba a la ducha- el poco chocolate que quedaba del helado, se había derretido fundiéndose con el zumo de piña.
-Clara es una tía muy maja. Anoche me cambió de ropa para dormir en casa de Marc cuando iba ciego total.

Marc sonrió.


- Esta mañana ya estaba mejor. La llevamos a casa y la acostamos. Después Clara y yo nos quedamos tomando una copa.
-¿Y…?-  le miró Jaume pícaro- Sofía me ha dicho que le gustas a Clara.
-No si eso ya se notaba ya- dijo Marc mirando la mesa. Cogió un par de pasas y jugueteó con ellas con los dedos-. ¿Tú te acuerdas de la historia del perro, la mermelada y Ricky Martin?
Jaume le miró extrañado y al momento empezó a reír a carcajadas.
-¡Hostia! ¡No jodas!
-Y sólo te digo que no soy gay, así que no hice de Ricky, hice de perro- dijo Marc riendo- pero en las domingas.
-Pero ¿por qué no te la trincaste?
-Porque Clara está buena, tiene un buen par de cacharras, es buena tía, pero no siento nada por ella y no tengo estómago para hacerlo con alguien que conozco sólo por hacerlo- dijo Marc.
-Venga, explica- dijo Jaume extrañado entre carcajadas.
-Prácticamente se me tiró encima- dijo Marc-. Uno no es de piedra y me apetecía comerme ese par de cantimploras, pero no tenía ganas de hacerlo con ella. Pero como el rechazo es algo muy desagradable, le seguí el juego y cuando ya quería más, le di un buen recuerdo- Marc dio un sorbo al té- Ella consiguió lo que esperaba. Después le expliqué que no iba a haber nada entre nosotros porque hay otra persona y no pareció muy sorprendida. Se quedó durmiendo en el sofá y yo no he dormido nada esta noche hasta hoy después de comer que he dormido una hora de siesta.

-Clara ha estado la mar de simpática- Carol removió el zumo con la cañita- y me ha dicho que ayer se acostó con Marc-. Carol continuó bebiendo lo que le quedaba de zumo-. Parece que aquí ayer pilló todo el mundo menos yo.
-Digamos que tú sí que la pillaste- bromeó Sofía.
Carol sonrió solo con los labios.
-Luego me contó no sé qué historia de que Marc está coladito por una tía- dijo Carol con el ceño fruncido-. Estuvo muy misteriosa. Que yo sepa lo de Marc con Júlia estaba terminado- Carol suspiró- Historias que se acaban- otro suspiro-. En fin ¿Y cómo has pensado acabar lo tuyo con James?
-No he pensado nada. Le llamaré uno de estos días y tomaremos algo a ver qué pasa. Él tampoco está muy bien con el trabajo aquí. Se podría venir a Zaragoza.

-¿No me dijiste que la historia con Júlia se había acabado?- preguntó Jaume.
Marc se quedó mirando una fotografía de la exposición como abstraído.
-Lo de Júlia no es fácil- dijo mientras seguía mirando la instantánea-. Hay historias que serían muy complicadas y que sé que no funcionarían.
Marc miró directo a los ojos verdes de Jaume y después por encima de su hombro.

Jaume se le quedó mirando con aire interrogativo unos instantes, pero Marc no parecía dispuesto a dar más explicaciones.
Jaume dio un sorbo al Diente de León y miró a Marc.
-En quince días, me voy a vivir a Dublín a estudiar inglés y a buscar un trabajo de verdad.


Capítulo 14. Toledo





Elena terminó a las ocho de la tarde de trabajar. Metió en una bolsa de Tintoretto los zapatos de tacón, la blusa dorado cava y los pantalones de vestir que llevaba anoche, y acudió a la cita que le había propuesto Alberto en el post it.

La calle Juan Bravo estaba lo suficiente cerca para ir caminando y lo suficiente lejos para que fuese improbable encontrarse a ningún compañero del trabajo. No sabía por qué motivo, iba acelerando el paso, se sentía nerviosa, como si estuviese haciendo algo prohibido.
Torció la esquina de la calle Príncipe de Vergara y vio que Alberto estaba consultando el móvil en la puerta del bar, esperándole.
-¡Hola!- el saludo fue más bien un susurro detrás de una sonrisa nerviosa.
Elena apoyó su mano izquierda en el hombro de Alberto y se acercó a él. Alberto posó su mano en la parte baja de la espalda de Elena y la atrajo ligeramente hacia si. Se dieron dos marcados besos en las mejillas.
-¿Qué tal estás?- le sonrió Alberto- Vamos dentro que con este viento nos congelamos.

Echaron un vistazo al local y tomaron asiento en una mesa del fondo. Uno al lado del otro.
-¿Qué tal has pasado el día?- preguntó él.
Elena sonrió y le miró con cara de complicidad.
-Cansadísima- dijo mientras le regalaba una mirada pícara- ¿Y tú?
-Deseando que terminase para encontrarme contigo.
Elena se miró las manos mientras sonreía y volvió a mirarle a los ojos.
-¿Qué os pongo?- la voz del camarero interrumpió el momento.
-Yo un vino blanco- dijo Elena.
-Otro- dijo Alberto- ¿Qué tienes?
-Verdejo.
-Dos verdejos entonces- sentenció Alberto.

No habían podido, ni querido, encontrarse en todo el día.
La genial idea del Boss de organizar una cena de empresa un jueves y tener que trabajar al día siguiente en horario normal, había dado como resultado uno de los días menos productivos que se podían dar. Todos los compañeros, hacían su particular remember high lights de la fiesta de anoche, prestando más interés por las conversaciones privadas que la atención a los clientes y sus quehaceres profesionales. Parece que nadie había reparado en que Alberto y Elena habían desaparecido juntos de la fiesta.

Alberto y Elena hablaron de esto, de cómo a la gente les gusta recordar los buenos momentos pasados sólo hacía unas horas y las ganas que tenían todos de repetir ese tipo de salidas, las buenas intenciones de hacerlo al margen del Boss. Propuestas que después nunca se materializaban ni se materializarían.
No hablaron de su noche, la tenían aún demasiado reciente y era confuso hablar de ello. Los dos sabían lo que había pasado y cada uno tenía su recuerdo vivo e íntimo de lo ocurrido.
Aprovechando la llegada del camarero con las copas, guardaron unos instantes de silencio incluso momentos después de que el camarero se hubiese marchado con su bandeja.

-Elena ¿Qué vas a hacer el fin de semana?
-Mañana por la mañana, trabajar, me toca cierre de balance- dijo ella apesadumbrada.
-Digo después- insistió Alberto.
Elena guardó silencio. ¿Qué contestar? ¿Qué decir? Aguardó a escuchar su propuesta.
 Alberto dio un largo trago de su copa de vino.
-¿Quieres que pasemos el fin de semana en Toledo?
Elena quedó sorprendida ante lo que estaba escuchando y no respondió enseguida.



-Continúa.
-Tengo unas noches de Hotel pagadas por los puntos de la tarjeta de la gasolina. Hay un Parador en Toledo, el Parador Doménico, que entra en la promoción. Claudio me comentó que ha ido alguna vez y que está muy bien.
Elena le devolvía una mirada interrogante.
-Te puedo recoger con el coche a las dos, después de trabajar. De aquí a Toledo, un Sábado, llegamos en tres cuartos de hora y pasamos el fin de semana visitando Toledo- dijo Alberto al que le faltó aire para soltar las últimas palabras de la exposición- si te apetece claro.
Elena se acercó a Alberto sonriéndole con la mirada y le dio un suave beso en los labios.
-Pues claro que me apetece.

***
Alberto había ido alguna vez a visitar Toledo.
Era una de sus escapadas de Domingo por la mañana que más le gustaba desde que vivía en Madrid. Estaba lo suficientemente cerca de la capital como para no tener que madrugar y poder remolonear en la ciudad después de comer sin temor a que se hiciese tarde y pillar el tráfico típico de retorno de fin de semana de Domingo por la tarde-noche.
A pesar de que conocía un poco Toledo, le costó encontrar Los Cigarrales. El paraje donde se ubicaba el Hotel, estaba un poco apartado del casco antiguo.
Cuando llegaron al Parador, las vistas de la ciudad eran espectaculares.

Se registraron en la recepción del Hotel y subieron a la habitación. Dejaron el equipaje sin deshacer y volvieron al ascensor para bajar a coger el coche e ir a la ciudad a comer.
-¿Qué te parece si nos quedamos a comer en el restaurante del Parador?- propuso Alberto- con lo tarde que es, si tenemos que bajar a Toledo, dejar el coche abajo, subir caminando y encontrar un sitio para comer, se nos van a hacer las cuatro y lo mismo no nos sirven.
-Has tenido una buena idea, porque estoy hambrienta- dijo Elena.

No había muchas mesas ocupadas en el comedor del restaurante. Un camarero les trajo la carta y les informó de las sugerencias del chef.
Como especialidades de la temporada, abundaban los platos con carne de caza.

-Yo creo que voy a tomar el "venado a la reducción de naranja y cacao"- dijo Alberto.
-No sé si pedir la codorniz- Elena volvió a abrir la carta- no sé si pedir la liebre…
-A mí la liebre no me gusta- dijo Alberto.
-¿No es como el conejo?
-El bicho sí que se parece, pero la carne no tiene nada que ver. La de liebre es más fuerte.
-Entonces no.
-Por lo menos "liebre a la cazadora", que la hacía mi abuela Sofía que era extremeña.
-¿Era?- dijo Elena- Será que es extremeña.
Al momento cayó en su error y puso una mueca de disgusto.
-¡Ostras! Lo siento.
-No pasa nada- le sonrió Alberto- De todas formas, a pesar de lo que dicen de la cocina de las abuelas, a mi no me gustaban los platos de mi abuela Sofía, sólo me encantaba la tortilla de espinacas que me hacía para merendar y los bocadillos de calamares. El resto de platos extremeños, no me gustaban tanto como los de mi otra abuela, Carmen, que hacía los mejores arroces de conejo, criados por ella, del mundo.
-Eso será con permiso de mi abuela- le sonrió agradecida Elena por quitarle hierro al asunto- que es la mejor cocinera del mundo.
-Te equivocas- dijo Alberto- la mejor cocinera del mundo es la abuela y la madre de cada uno y eso no admite discusión. Aunque, para mí, la mejor cocinera del mundo, es mi Tata Paqui.
-¿Tienes una hermana?
-No- sonrió Alberto- es una hermana de mi madre. Como mi madre trabajaba, me crió hasta los cuatro años. Yo no tengo hermanos.
Al final Elena se decidió  por la codorniz.
Cargaron la cuenta a la habitación 214.

Cuando dieron buena cuenta de la comida, Elena propuso volver a la habitación y descansar un poco. Entre el Jueves por la noche que no había dormido, el Viernes que había trabajado todo el día y el Sábado que había trabajado de diez a dos, estaba muy apagada.

Elena abrió su Samsonite, sacó unos pantalones de deporte, una camiseta de Sergio Tacchini y una sudadera con capucha, entró en el cuarto de baño y se cambió de ropa.
Alberto se preguntó qué habría metido en esa maleta tan grande para un día y medio que iban a pasar en Toledo. Comparado con su equipaje, una bolsa de deporte de Puma medio vacía, parecía que Elena se hubiese ido una semana de viaje.
Alberto se quitó la camisa blanca de Massimo Dutti que llevaba puesta y se puso una camiseta Duff, pero no se cambió los pantalones vaqueros.
Al ver salir a Elena del cuarto de baño, en ropa sport, Alberto se quedó con la boca abierta.
-Estás incluso más guapa que cuando vas tan arreglada a diario.
-Gracias- dijo ella al tiempo que se ruborizaba.

Alberto dio un salto y se tumbó de lado encima de la colcha del hotel.
-Ven que te he dejado un sitio.
Elena dio una carcajada y se acostó a su lado.
Se besaron suavemente durante unos momentos mientras sus manos jugaban a reconocer sus caras, sus cuellos y sus cabellos.
-Alberto- susurró Elena mientras se besaban- estoy muy cansada. ¿Te importa que duerma un rato?
-Importarme si que me importa- susurró él. Al momento le guiñó un ojo-. ¿Qué me va a importar? Tienes que estar reventada. Duerme que yo vigilo que nadie te despierte.
Elena le sonrió.
-¿Te importa que ponga la tele?- le preguntó él.
-¡Mejor!- dijo ella- así me ayuda a coger el sueño.
Alberto encendió la televisión.
-Mira, hacen Mi Segunda Vez de Catherine Zeta-Jones.
-La he visto- dijo Elena- pero déjala si quieres. Me gusta.
Elena se abrazó a Alberto y apoyó la cabeza en su pecho. No tardó mucho en quedarse dormida. Él tampoco.



Elena estaba desorientada. Estaba durmiendo en la cama y estaba tapada por una manta azul marino. La tenue luz amarilla de dos mesitas de noche, dejaban la estancia en semipenumbras.


Alberto estaba sentado en un sillón escribiendo algo en el móvil. Elena se le quedó mirando y le sonrió.
-¿Qué hora es?- dijo con voz quebrada.
Alberto levantó la mirada que tenía fija en la pantalla del iPhone y le devolvió la sonrisa.
-Son casi las siete.
-Bufff- resopló Elena- ¿Por qué no me has llamado antes?
-¿Qué no eh?- dijo Alberto al tiempo que se levantaba del sillón y se acercaba a ella- Te he intentado despertar a las seis, me has dicho algo incoherente y te has girado.
-Lo siento- dijo Elena mientras se frotaba las sienes- Hemos perdido toda la tarde.
-Por eso no te preocupes- sonrió Alberto. Se acercó al ventanal de la habitación y descorrió la pesada cortina, ya estaba muy oscuro- está diluviando.
-¿Está lloviendo?        
-Llover es poco- le sonrió él- ¡Qué le vamos a hacer!
-Necesito una ducha.
-Sí, ya sé- dijo Alberto riendo- Si no, no eres persona.
Elena le sonrió como pudo detrás de la neblina que aún era su mirada. Buscó el neceser en el armario y entró en el cuarto de baño.
Alberto cambió de canal, en MarcaTv comenzaba un partido de fútbol de Segunda División. Mientras ojeaba el partido, wasapeaba con los grupos de amigos para hacer tiempo.
                                                        
Cuando los jugadores enfilaban el túnel de vestuarios, Elena salió del cuarto de baño con el albornoz del hotel y una toalla enrollada a la cabeza.
-¿Puedo pasar ya?- dijo Alberto riendo.
-¿Cómo?- preguntó ella extrañada.
-Nada- dijo él sin darle importancia- que voy a darme una ducha.
Elena se le acercó y le abrazó.
-Si querías entrar ¿Por qué no has entrado cuando estaba yo en la ducha y me hubieses enjabonado la espalda?
-Sólo la espalda- dijo él al tiempo que le abrazaba.
-Bueno- dijo ella arrastrando las palabras detrás de una sonrisa- la espalda para empezar.
Los dos se besaron. Alberto tumbó a Elena en la cama y ella se dejó besar el cuello.
-¡Vaya!- el teléfono de Elena comenzó a sonar- Es el tono que he puesto cuando llama mi madre. Lo tengo que coger.
Mientras Elena hablaba con su madre, Alberto respiró hondo y entró en la ducha.

Volvió a salir ya afeitado y duchado cuando comenzaba la segunda parte del partido. Elena seguía hablando con su madre.
Esperó unos minutos a que Elena terminase de hablar antes de vestirse, pero ella sólo le hacía gestos con la mano de que callara y de “luego”.
Decidió que se vestiría y esperaría a que ella decidiese qué iba a hacer.
Elena vio cómo Alberto se ponía su ropa y observaba su imagen en el espejo de la habitación. Ella cogió la ropa de la maleta y sin dejar de hablar, entró en el cuarto de baño y comenzó a vestirse.

-¿Sigue lloviendo?
Fue lo primero que dijo al salir del cuarto de baño.
-Sigue diluviando- bromeó Alberto.
-Te has puesto muy guapo- le sonrió ella.
Alberto se miró la camisa y los pantalones de vestir que se había puesto y le regaló una sonrisa.
-Gracias- dijo un poco extrañado- es para ir acorde contigo.
-¿Te apetece que nos tomemos una copa en el bar del Hotel antes de ir a Toledo a cenar?
-Me parece buena idea, porque pasear por las calles no va a ser muy agradable y aún es temprano para cenar.

Bajaron a recepción, preguntaron por un restaurante para cenar en Toledo y ordenaron una reserva para dos a las diez de la noche.
En el bar del hotel, pidieron un par de Seagrams con Fentimans y piel de naranja.
Los efluvios del alcohol, hicieron que la conversación fuese animada. Pasaron de hablar de libros, que tanto les gustaba a los dos, a anécdotas de películas que encontraban bobas y fallos de guión.

Alberto se asomó a la ventana del bar y vio que no paraba de llover.
-¿Sigue?- preguntó ella.
-Sí. No caí en consultar el tiempo. Lo siento.
Elena se acercó a él y le cogió de la mano.
-Se me ocurre un plan- se puso delante de él y puso cara de niña traviesa- ¿Qué te parece…- hizo que él le pasase las manos por la cintura- si nos quedamos a cenar en el Hotel…-ella le pasó los brazos por detrás de su nuca- y después subimos a la habitación a recuperar el tiempo que he pasado durmiendo? Con la siesta que me he pegado, me va  costar dormir esta noche.
-¿Dónde hay que firmar?- dijo él sonriendo.

Por segunda vez en el día, entraron en el comedor del restaurante. La carta de cenas era diferente a la del servicio de comidas. Abundaban los pescados y mariscos.
-¿Pedimos ostras?- sugirió ella.
Claro!- sonrió él- además que dicen que son afrodisíacas.
Ordenaron la cena, esta vez pescado para los dos.
-¿Nos trae la carta de vinos por favor?- pidió Alberto. Cuando se la trajeron, se la enseñó a Elena- ¿Te apetece alguno en particular?
-Alguno que esté bueno- rió ella-. No sé pide tú.
-Mira, Finca La Colina- señaló Alberto- además es el souvignon blanc que es el que más me gusta.
-¿Lo conoces?- preguntó ella.
-Sí, es más, he estado en la bodega donde lo hacen y lo he probado en fase de elaboración.
-¡Vaya! ¿Te gusta mucho el vino?
-Gustar me gusta, pero no entiendo mucho- explicó Alberto-. Este en particular, es que lo hace una íntima amiga mía de Valladolid que es enólogo en la región de Rueda, La Seca y Toro. Ella es químico, pero se sacó lo de enólogo. Tiene una empresa con laboratorio y presta sus servicios a bodegas pequeñas que no pueden permitirse mantener un laboratorio y un enólogo todo el año. Trabaja elaborando diferentes vinos que son muy reconocidos por la sutileza y complejidad de aroma y sabor. Finca la Colina es un vino premiado y se lo dieron cuando ella no tenía ni treinta años.
-¿Cómo de amiga es?
-Como de pillarnos pedales desde que teníamos quince años y de dormir yo en su casa y ella en la mía. Sólo que ella aprovechó las borracheras para ganarse la vida.
Las viandas de la cena eran muy apetitosas y la conversación y el vino acompañaba.
De postre se les antojo Moët con fresas.
Cargaron la cuenta a la habitación 214.

Cuando subían en el ascensor a la habitación, iban besándose y prometiéndose lo que vendría después.
Al llegar a la habitación, Elena dijo que iba un momento al cuarto de baño. Alberto pudo escuchar el inequívoco sonido de alguien regurgitando la comida.
-¿Elena?- preguntó él tocando la puerta del aseo- ¿Elena, estás bien?
Elena salió del cuarto de baño en unos momentos con la cara color ceniza.
-Creo que me ha sentado mal la cena- Elena salió corriendo otra vez en dirección al inodoro.
Alberto entró y le sujetó la cabeza mientras echaba hasta el higadillo.
Una vez terminó, Alberto humedeció una toalla y le refrescó la cara.
-¿Quieres que vayamos a Urgencias?
-No. Creo que ya estoy mejor.
-Habrán sido las ostras- dijo él.
-¡Qué mal!- dijo ella a punto de llorar- Vaya fin de semana te estoy dando.
Eh!- susurró él al tiempo que le abrazaba- ¡Eh! Mírame, no me estás dando ningún fin de semana. Lo estoy pasando bien. Al menos original sí que está siendo.
Elena sonrió entre lágrimas.
-¿Quieres que nos acostemos y charlamos de  nuestras cosas? Me gusta escucharte hablar- propuso él. 
-Pues de oírme hablar te cansarás.

Elena sacó su pijama de la maleta y se lo puso. Alberto no usaba pijama, con una camiseta blanca de algodón y unos bóxer de cuadros de hilo le sobraba.
-¡Madre mía! Ahora sí que no me engañas- dijo exagerando Alberto.
-¿Qué pasa?- pregunto ella extrañada.
-Ya te he descubierto, tú no tenías ninguna intención de que hiciésemos el amor hoy.
Elena le miraba arrugando la frente.
-Ese pijama de felpa que llevas puesto- dijo él entre carcajadas- es lo menos sexy que he visto en mi vida.
-Serás capullo- dijo ella riendo- Es que es muy calentito y yo soy muy friolera.
-¡Es un repelente de chicos! ¡Por Dios!
-¡Ay! No me vaciles que después de vomitar me duele la cabeza- dijo ella riendo.
Alberto se sirvió una copa del minibar de la habitación. Estuvieron riendo y charlando hasta que Elena se quedó dormida abrazada a Alberto.


Al día siguiente, Alberto despertó a Elena a las diez de la mañana.
-Buenos días dormilona.
-Hola- Elena hundió la cabeza en la almohada.
-¿Qué tal te encuentras hoy?
-Creo que mejor- dijo ella desperezándose- Mejor. He pasado buena noche- dijo sonriéndole-. Te daría un beso de buenos días, pero noto la garganta amarga.
-A mí no me importa- dijo él peinándole con los dedos de la mano.
-A mí sí- dijo ella-. Un momento que me dé mi ducha para sentirme persona y te prometo que ahora nada te va salvar de que te eche un buen polvo.
Alberto empezó a reír a carcajadas.

Elena entró en el cuarto de baño. Alberto se dedicó a recoger sus cosas en su bolsa de deporte y a doblar la ropa que había usado Elena para que le fuese más fácil guardarla en su maleta. Pensó que si no iban a bajar ya, perderían el servicio de desayunos del hotel. Bueno ya desayunarían en otro sitio.
-¡Alberto!- Alberto escuchó que Elena le llamaba desde la ducha-¡Alberto!
-Dime.
-No sale agua caliente.
-¿Cómo?
-Que no sale agua caliente.
-Espera que pruebe en el grifo del lavabo- Alberto abrió la manecilla izquierda que daba paso al agua caliente, puso la mano debajo del caudal de agua que salía del grifo y notó que el agua salía helada. Después de esperar un par de minutos, se convenció de que el agua no saldría caliente.
-Voy a llamar al Servicio de Habitaciones a ver qué pasa.
Después de intentarlo un par de veces, sólo conseguía que un rítmico pitido le indicase que el teléfono comunicaba.
Joder!- maldijo- Debe de estar llamando todo el mundo. Anda sal de la ducha, que voy a bajar a recepción a ver qué pasa.

Se puso los vaqueros, los Asics sin calcetines y ni si quiera se cambió la camiseta con la que había dormido y salió dando un portazo.
Volvió unos cinco minutos más tarde. Elena estaba en albornoz recogiendo su ropa en la maleta.
-Nada, que no hay agua caliente- dijo Alberto apesadumbrado- que se ha roto la caldera y el técnico ha ido al almacén de Madrid y tardarán dos o tres horas en arreglarla.
-Bueno, no pasa nada- dijo ella- he descubierto que también soy persona sin necesidad de una ducha.
-Lo único bueno es que en compensación, no nos cobran nada de lo que hemos consumido, así que nos ha salido el viaje gratis.
-Mira, algo es algo.
-Bueno ¿Qué hacemos? ¿Nos arreglamos y vamos a ver Toledo y comemos por ahí?
Elena se acercó a Alberto y le abrazó.
-No te enfades hombre, que no pasa nada. Me ha gustado pasar el fin de semana contigo- dijo ella- ¿Qué te parece si vamos a tu casa, nos duchamos y vamos a dar una vuelta por Madrid?

Recogieron sus cosas y se subieron al coche. 
Se incorporaron a la A-42 en dirección Madrid. Iban riendo recordando el desastre de fin de semana que habían pasado en Toledo y pensando lo a gusto que habían estado los dos juntos. 
En el equipo de música del coche de Alberto sonaba un EP de Dorian.
 -Lo que siento es que no hayamos hecho el amor- dijo Elena.
-No pasa nada Elena- dijo él- yo lo que quiero es verte amanecer.
Elena se le quedó mirando sonriendo.
-Sal en esa salida.
-¿Cómo?- dijo él extrañado.
-Que salgas en esa salida- insistió ella.
Alberto obedeció sin entender nada. Se incorporaron a una carretera secundaria.
-Dirígete a ese grupo de encinas- dirigió ella.
Alberto comenzó a comprender.

-No nos vamos a ir de Toledo sin hacer lo que los dos queremos hacer.


"Yo que lo hago todo al revés,
tengo un agujero en el bolsillo
y sal de mar en la piel.
Para qué creer en Dios,
Si él no cree en nosotros,
Yo que encontré mi lugar,
En el color de tus ojos,
en el fondo todo lo que quiero,
es verte amanecer."



Capítulo 16. Dublín


La primera semana después de mi regreso a Irlanda fue decisiva.
Había vivido seis desconcertantes meses en Dublín. Parece que el cambio de ciudad, hogar, clima, gente, me estaba afectando, tardé en darme cuenta, de una manera positiva.
Durante esos seis meses, conocí a mucha gente. Todos los días eran una aventura, emocionante, pero mi tiempo estaba parado.
Tuve la necesidad de volver a España en Diciembre, aunque fuese por un par de semanas, lo suficiente para darme cuenta de lo que tenía, lo que podía tener y lo que quería.

La primera semana después del regreso a Irlanda, la voy a llamar “La Semana Consciente”, fue como un proceso de asimilación, de toma de consciencia, sabiendo qué había vivido, intuyendo lo que buscaba y con lo que disfrutaba.
Se activó mi reloj y empecé a dar rienda suelta a mis sentimientos, siempre acorde a mi toque racional.
Estaba motivado, valiente, confiaba en mí.

El Domingo me wasapeó mi amiga Rebeca. La conocí a través de Carlos, un chico de Valencia que poco después volvió a su tierra ante la falta de oportunidades cuando terminó su beca Erasmus.
Todos quedábamos para ir a los meetups, quedadas para hablar en inglés con personas de diferente nacionalidad, aunque en realidad, era una excusa para poder conocer gente y quedar para salir.
Cuando estás fuera de tu país, no es fácil conocer gente. Todo es muy intenso, cuando conoces a alguien, quieres no equivocarte y que pueda ser parte de tus amigos, esa familia que uno elige.
Rebeca me comentó la idea de ir a unas clases gratuitas de salsa. No lo dudé, estaba en el momento carpe diem. Después de la  salsa enlacé con kizomba, animado por la profesora de baile que, por cierto, era sevillana.
Para entonces Rebeca ya se había ido, tenía que hacer unas compras. Me fui a casa contento por haber disfrutado el día.

En mi Semana Consciente había empezado a llevar una agenda donde apuntaría todos mis deberes diarios.
Al día siguiente, me desperté temprano con ganas de resolver mis tareas del día. Entre tanto me acordé de que dos días atrás había pasado por la escuela de baile a informarme por las clases de contemporáneo.


  • 14 de Enero  de 2013

De camino a casa se encontraba el vegetariano que vendía la comida que les sobraba del día por 1€. Tenías que estar a las nueve in the evening en punto. En Irlanda, la fruta y la verdura frescas, tienen un precio prohibitivo. Era una forma de conseguir vegetales frescos ajustados a la economía de alguien que tiene que vigilar mucho sus gastos. Yo aprovechaba para coger dos o tres menús y tener comida para un par de días.

A menos cinco, ya estaba en la puerta cuando llegó Daniel, un maño que estaba empezando a ser un buen amigo. Recordé que hace tres días habíamos estado también ahí comprando la cena.
-¿Qué tal?- le pregunté.
-Muy bien, venimos del meetup de "Costa"- dijo Daniel.
Detrás de Carlos estaba Takuto, un japonés que conocimos en los meetup.
-Esta es Laura- dijo Daniel- y ella Helena. Las hemos conocido en el meetup.
-¿Españolas?- les pregunté en tono de afirmación.
-Sí- sonrieron Helena y Laura.

Entramos en el restaurante. Era como un buffet; arroz blanco, arroz integral, judías, pasta y queso en salsa era lo que quedaba del día.
Pedí mi cena a la chica que atendía mientras Daniel se la pedía al chico. Mi mirada se dirigía a Helena.
-¿No vas a pedir?- le pregunté.
-No estoy motivada- dijo ella.
-Venga mujer. Si por 1€, te la puedes guardar para mañana si quieres- dije yo.
-Está bien- sonrió Helena. 
  
***


Chats (1)          Helena                        
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                                   12:07 vv Hola como stas? 

Hola, en casa ya 13:48
La verdad es q contenta 13:48

                                         13:55 vv lq tal ha ido
                                         13:55 vv  ?
Creo q bien
O eso espero J                13:55
                                        13:55 vv como me alegro por ti
                               J 13:56
                                           13:56 vv  Pero q t han dicho 
Estoy contenta pq me he
wxpresado bien en ingles
creo y lo he entendido todo   13:56
                                                                q bien                     
                                          13:57 vv ya estaba un poco preocupado
 Como no contestabs 
                                        13:57 vv no sabia si preguntar       

Estoy cntenta pero no me 
hago ilusiones. La de la   
entrevista ha sido sincera
me ha dicho q ha entrevstado
a irlandeses tb para el puesto   
asi q lo tengo crudo                    13:57
                                                                 Ya veras como t cogen 
                                                13:58 vv tu das el perfil de sobra 

                                         Ahora tenemos que celebralo
                          13:58 vv t apetece qedar para cenar hoy?
                                          Invito yo. Of course 
                                          Asi cuando te den el puesto 
                          13:58 vv me devuelves la invitacion
  J  13:59
Supongo q eso sera un si 
                             13:59 vv ??       
  Siiiiiiiii  13:59
                             13:59 vv jajajjajjaaj
  A q hora? 13:59
                                        14:00 vv A las 7 en la Molly Malone
                               Ok 14:00
                                        14:00 vv hasta luego
                      Un beso! 14:00
                                        14:00 vv un beso

 Podemos qedar a las 19:30 mejor 18:30
                                                      18:44 vv Si mejor

Jaume llegó a las 19:30 “sharp” a la estatua de Molly Malone situada en un extremo de Grafton Street. Helena ya esperaba.
-¡Hola!- saludó ella.
Se saludaron con una sonrisa y un beso en la mejilla. Desde el primer día que se conocieron, siempre se saludaban con un beso, era un gesto de complicidad entre ambos.
Tienes la cara helada!- dijo Jaume- ¿Llevas mucho esperando?
-Desde las siete- sonrió ella- no sabía si habías visto mi mensaje y he venido antes por si acaso- dijo sin darle importancia.
Comenzaron a caminar sin un rumbo fijo por la calle.
-Cuéntame sobre la entrevista - dijo Jaume- ¿Era para Arbatos, subcontrata de Microsoft?
-Sí, pero vamos al Starbucks que necesito wifi- contestó ella


Helena empezó a contarle la entrevista mientras se dirigían al Starbucks.
Una vez dentro del local, pidieron un café para compartir los dos. Se sentaron en una mesa y Helena cogió wifi y empezó a leer y contestar los mensajes de familiares y amigos que se interesaban por la entrevista.
-¡Todos me dicen lo mismo! Seguro que lo consigues. Tú estás preparada. Eres buena… y yo no me hago ilusiones porque luego no lo consigo- decía ella a modo de queja. En ese momento se calló mientras leía un e-mail.

-¡Ves!- dijo sin mucha decepción- “I regret to inform that you has not been selected for the position…”
Jaume quedó un poco decepcionado. No sabía muy bien qué decir ni cómo animarla. Había leído tantas veces en los últimos seis meses esa misma frase en su HTC, que sabía lo que sentía Helena. Las primeras veces, sentías desilusión, después, cuando la frase ya era habitual, te acostumbrabas y asumías que había que mirar adelante. Ese puesto ya no era para ti y de nada valía darle vueltas.
      
-Fui la última en hacer la entrevista después de estar toda la mañana esperando. La chica no mostraba interés, parecía que tenía ganas de acabar e irse a comer y que tenía claro ya a quien iban a escoger. Todos los entrevistados esa mañana eran Irish, y además había un tío muy chulito que parecía comerse el mundo. Contra esos es muy difícil competir y más llevándote ventaja en el idioma.
-No te preocupes- le dijo Jaume- te servirá como experiencia. Yo ya he pasado algo parecido. Pasas unos días jodido pensando qué hice mal y si es que no lo puedo hacer. Pero hay que sacar beneficio de la situación pensando qué mejorarías para la próxima vez.
Helena trató de disimular la decepción que sentía y le dedicó una sonrisa tierna de agradecimiento con sus ojos tristes.
-Venga- dijo ella- mi madre dice que los disgustos se curan mejor con el estómago lleno.

Se dirigieron hacia el restaurante. El tema de conversación seguía siendo el mismo, aunque Helena parecía dispuesta a cambiar y olvidarse por esa noche.
Jaume se paró en la puerta de un local. En el cartel estaba escrita la palabra Ristorante.

-¿Aquí es?- preguntó ella- ¿Tienes hambre? Porque yo no tengo demasiada, he comido tarde y además pasta.
-Vaya, no es buena elección- dijo Jaume- ¿Quieres que vayamos a otro sitio?
-No importa, puedo comer una ensalada- le sonrió ella.
Realmente no importaba donde fuesen, estaban contentos por estar juntos, cualquier lugar hubiese sido bueno.

Al entrar al restaurante, les recibió un camarero que se plantó delante de Jaume sin decir nada. Jaume quedó desconcertado y tardó unos instantes en hablar.
-We are two to take dinner- acertó a decir él.
El camarero seguía sin decir ni hacer gesto de ningún tipo.
-Table for two?- Salió la voz de Helena detrás de Jaume mientras se acercaba a su lado.
El camarero pareció entender y les mostró una mesa donde podían  sentarse.

-Llevo una semana que no he hecho ningún curso de inglés- dijo Jaume mientras seguían al camarero a través del comedor- y rodeado de españoles, mexicanos y brasileños. Creo que me está cambiando el chip lingüístico. Es como si se me hubiese olvidado todo el inglés que he aprendido en seis meses y me estoy dando cuenta de que no pienso en inglés.
Jaume se sentía raro. Pensó en  preocuparse de ese tema otro día, esa noche era para dejarse llevar.
Tomaron asiento y les acercaron la carta.

-Yo en estos sitios nunca he sabido qué pedir- dijo Helena.
-Vamos a averiguar- dijo él- Y lo que no sepamos lo preguntamos.
Mientras hablaban, abrieron la carta a la que no le hacían mucho caso.

-¿Dónde están las ensaladas?- preguntó ella.
-Segunda hoja. Pero pide otra cosa mujer que tienes que crecer, estás muy delgada- dijo Jaume en tono bromista.
-A ver- Helena le sonrió- ¡La carne de pato con salsa de arándanos tiene buena pinta!
En ese momento llegó el camarero que, con un acento muy dublinés, les informó las sugerencias del chef.

-Me ha gustado el rissoto con espinacas que ha recomendado- dijo Jaume-. Me encanta el rissoto. La primera vez que lo probé fue en Croacia, un rissoto negro con tinta de sepia, buenísimo. Ya he decidido.
-A mí también me encanta el rissoto, mi madre lo hace. Yo también quería ese- dijo Helena.
-Bueno, pide tú el rissoto y yo pido otra cosa, así tenemos para probar- propuso él.
-No, no, no importa. Yo pediré ravioli rellenos de setas- dijo ella
-¿Estás segura?- Preguntó Jaume
-¡Uy!- Sonrió Helena- No sabes lo que has dicho
-Sí, lo sé- afirmó él sonriéndole- eres indecisa, te he calado.
-Y tú eres tímido y poco lanzado- respondió ella riendo- ¿Sabes que creo? Creo que has tenido una relación muy larga y eso te ha afectado- afirmó ella.
-Has acertado en lo primero- dijo Jaume sincerándose- pero no en lo segundo. Nunca he tenido una relación larga y la más larga ha sido intermitente.
-Bueno, tampoco vayas a entrar en detalles- se adelantó ella.
Parecía que con poca información sentimental de antiguas relaciones le era suficiente de momento para seguir disfrutando de la noche.

De nuevo llegó el camarero para preguntar si se habían decidido. Era la segunda vez que había ido a preguntar.
-- dijo Jaume- para mí el rissoto de recomendación, los ravioli para ella y ¿Qué vino te apetece?
Helena se puso a estudiar la carta de nuevo. Pasaron unos segundo en los que el camarero, daba golpecitos impacientes con su bolígrafo en la libreta a la espera de una respuesta.
Éste!- dijo Jame un poco al azar, fijándose sólo en el precio.
Helena le sonrió. Entregaron las cartas al camarero y este se fue.

-No sé si habré acertado- sonrió él.
-Seguro que está bueno- rió ella comprensiva.
-Si hubiese estado aquí mi amigo Marc, sí que hubiese sabido qué elegir- dijo James-. Me ha explicado algunas veces cómo elegir el vino en función de lo que pides para comer, pero yo sólo sé que me gusta el Rivera de Duero y el Verdejo y en la carta no había vinos españoles.
- ¿Marc es ese amigo tuyo que escribe relatos? ¿El de esa chica a la que le pagó la cuenta del Vips?- preguntó ella.
-Sí. El cuento ese que te pasé- le dijo él.
-Esa historia me gustó mucho porque yo en Madrid iba mucho al Vips de Serrano y conozco esa zona y parece todo muy auténtico.
-Y tan auténtico como que esas historias son todas reales ya que nos han pasado a los del grupo de amigos a lo largo de los años. No ha tenido que imaginar demasiado, sólo cambiar nombres y lugares y poco más. Dice que sólo hay una que es totalmente inventada y fue porque la escribió de mala hostia y se arrepintió de no poder cambiarla porque era un borrador que tenía programado desde un lunes para que saliese un viernes y su padre falleció un jueves y no estaba para pensar en historias.

El camarero trajo el vino. Sirvió una pequeña porción en la copa de Jaume esperando la aprobación. Jaume balanceó suavemente la copa, olfateó el aroma y lo cató. No raspaba nada.
-Perfect!- dijo Jaume muy serio.
El camarero continuó llenando ambas copas, dejó allí la botella y se marchó.
Jaume miró la botella y luego a Helena que le miraba sonriendo.

-Tú me quieres emborrachar- bromeó ella.
-Pues, un poco sí- rio él-. ¡Brindemos!
-¿Por…?- preguntó Helena.
-Por nosotros, porque hoy y a esta hora hace justo una semana que nos conocimos- dijo él con una sonrisa en los labios.
-Si, en el vegetariano- recordó ella.
-Sloncha!- ¡Salud!- Cheers!

-Voy un momento al baño- se excusó él.
-¿La próstata?- bromeó ella.
Jaume le miró con un reproche y fue al fondo del local.
Helena recordó el día que averiguó la edad de Jaume.

***
 -Él ha estado trabajando diez años en una constructora de arquitecto.
-¿Diez años?- preguntó Helena extrañada- ¿Acabó la carrera con veinte años?
-¿Pero tú qué edad crees que tiene Jaume?- preguntó Daniel con una sonrisa.
-¿Treinta?- preguntó Helena.
Daniel sonreía y negaba con la cabeza.
-¿Treinta y dos?- Helena ya le miraba con cara de estupefacción.
Daniel seguía negando con la cabeza y moviendo la palma de la mano hacia arriba.
-¿Treinta y cinco?- preguntó Helena queriendo acertar.
-Treinta y seis.- respondió Daniel.
-¡Vaya!- se sorprendió Helena- ¿Y tiene hijos?
-¡No!- dijo Daniel entre risotadas- Se conserva bien porque es un maniático de la dieta macrobiótica y hace mucho deporte. Sólo te saca diez años.

***
 Helena pensó en lo poco que le importaba en ese momento la diferencia de edad con Jaume.

Qué bien huele! ¡Y qué buena pinta!- dijo Jaume cuando volvió del baño.
El camarero ya había servido los platos.
Hicieron las fotos de rigor a los estupendos platos.

Jaume le contó que en el baño había una foto tipo orla con los Papas que había habido. Resulta que por ahora iban noventa y nueve.
Esto provocó el inicio de una conversación filosófica que derivó en temas como lo que les estaba aportando el vivir fuera y el comportamiento de la gente. La intensidad con lo que se vive todo y cómo quieres ayudar a los demás cuando, en realidad, lo que necesitas es que te ayuden a ti.
-Como el primer día que nos conocimos, cuando me ayudaste a buscar las academias de inglés- sonrió ella.

***
Jaume llevaba un rato esperando.
Siempre que iba al centro, iba andando desde su casa, la música era su gran aliada en sus largos paseos por la ciudad.
A punto de llegar, había recibido un mensaje de Helena en el que le decía que llegaba tarde porque su LUAS estaba parado por el tráfico.
El tranvía dublinés, estaba mal organizado y cuando había atasco, el transporte público no era una gran ventaja.

Cuando llegó Helena, se saludaron con un beso en la mejilla.

Bajaron por O’Connell dirección al Liffey, "Kaplan" estaba pegada al río, casi en Temple Bar, una academia en la que Jaume ya había hecho un curso gratuito y le había gustado mucho.
Preguntaron. Fue la primera vez que oía hablar inglés a Helena. La notó muy suelta en el idioma y pensó que en algún otro sitio debió practicarlo.
Pensó en lo que tantas veces había hablado por messenger con Marc sobre la generación de los ochenta. Mucho mejor formados para el trabajo que los treintañeros y con el estigma de la falta de oportunidades para buenos empleos. A cambio ellos tenían la ventaja de la experiencia en sus profesiones desde recién terminados sus estudios.

***
 Jaume le sonrió.
-Es cierto que quería ayudarte a buscar una academia para estudiar inglés- dijo Jaume- para ti y para mí. Pero también quería que fuésemos juntos a encontrarla.
-Si te digo la verdad- dijo ella- de ese día lo que más me gustó fue cuando hiciste de guía de sitios baratos para comer. Mi bolsillo te lo agradecerá siempre.

***
 Se adentraron en "Temple Bar".
Mientras, Jaume le explicaba buenos y baratos sitios para comer por allí.
-Aquí está el "Mezz", un pub de música rock alternativo que a mediodía te dan Feijoada por 5 euros. También por aquí cerca hay un restaurante mongol que por 5 euros comes muy bien ¡noodles con verduras y pollo a la plancha acompañado de arroz! - le dijo-. Mira ven.
Pasaron por delante del mongol.



-Me voy a ir apuntando los sitios que me dices para acordarme- dijo Helena.
Sacó su móvil y apuntó a continuación de todos los demás nombres de pub y restaurantes que le iba diciendo.

Salieron a College Green, la calle del Bank of Ireland que da a la puerta principal del Trinity College.
"The International House" no estaba muy lejos de allí. De ésta academia les habían hablado muy bien, preguntaron y les citaron para hacer una prueba de nivel para el viernes.El curso empezaría también en Febrero, por lo que lo descartaron.
Como última opción fueron a "English Academy", en opinión de todos los españoles la peor, pero barata, donde hay mucho español.
-Yo hice un mes de curso aquí- dijo Jaume- Lo mejor es que aquí al lado está el famoso "Living Room", típico pub con miles de pantallas para ver los partidos.

***
 A pesar de no ser demasiada la comida del plato, Helena y Jaume estiraban las conversaciones al máximo. Él estaba pendiente de que las copas siempre estuviesen llenas.
Mientras conversaba, Helena seguía con la mirada cada vez que Jaume le rellenaba la copa.
-James- dijo ella riendo- al final vamos a salir a gatas.
Por fin he escuchado la famosa canción!- dijo él cómplice- Ha dado la casualidad de que Marc me ha pedido opinión para ambientar uno de sus relatos, el de la chica del Vips. Dice que quería hablar sobre la ilusión en el enamoramiento y el amor no correspondido y que sólo se le ocurría ese tema, pero que no quería usarlo en ese relato porque hablaba de una historia del Metro y lo prefería guardar para otro día.

***
 -Te pareces a James Blunt- dijo Helena.
-¿A quién?- preguntó Jaume.
-James Blunt- sonrió ella.
Jaume le miró con gesto de incomprensión.
-"You're beautiful, you're beautiful it's true..."- le cantó Helena sonriendo.
-La verdad es que cantas fatal- dijo Jaume entre risas.
Helena le dio una palmada en broma en el brazo.
-Tonto.
-Es que no me has dejado terminar- dijo él riendo- pero me gusta lo que me has dicho.
Helena se ruborizó al instante.

-¿Te gusta mucho el Blunt ese?
-Sólo conozco de él esa canción- dijo ella- mi cantante favorito es Alejandro Sanz.
-Dioooos- dijo él desternillándose- ¿El anoréxico?
-¿Anoréxico? ¿Por qué?
-Porque cuando se mira en el espejo se ve gordo- bromeó él.

***
 -La verdad es que me sorprende, con tu escasa cultura musical, lo buena que es esa canción.
-¡Serás borde!- dijo ella entre carcajadas- No tengo claro si me has alabado o te has reído de mi.
-No mujer- dijo él- era sólo una broma.
 Guardaron silencio durante unos instantes.

-Mañana podríamos ir a Diceys- dijo Jaume-. No te puedes perder un martes, aunque sólo sea para conocer el pub más famoso al que van los estudiantes internacionales y algún  irlandés despistado. Pintas a 2€ durante toda la noche, hamburguesas a 2€, mucho mejor que las de otras afamadas hamburgueserías. Tenemos que entrar de seis a siete de la tarde si no queremos pagar 5€ que vale la entrada.
 -Can you kiss me? – soltó Helena.

Jaume se quedó un segundo paralizado.
-¿Qué?- Le preguntó a modo de confirmación. Jaume nunca  hubiese imaginado esa pregunta en medio de una conversación y así de repente. Le impactó, es algo que nunca olvidaría.
Nadie nunca me había preguntado eso- dijo Jaume como hablando para sí mismo.
-Can you kiss me? – repitió ella.
Jaume asimiló la pregunta en milésimas de segundo, se acercó a sus labios y la besó.

-Ya estoy notando el efecto del vino- dijo Helena entre susurros mientras acariciaba la cabeza de Jaume- y a ti ni siquiera se te nota.
-Pues yo si lo noto-le dijo él.
-Que va, te controlas- dijo ella.
-Sí, me controlo, porque si no, haría algo no apto para el público presente- dijo Jaume.

***
Estábamos empezando a dejarnos llevar. El mundo alrededor era como un escenario y sus personajes colocados allí para la ocasión.
De postre Helena no quería nada, pero quise que eligiese, pedimos un tiramisú para los dos.
-¡La cuenta por favor- Pedí a una camarera que pasaba a nuestro lado. Vi como Helena se partía de risa y me di cuenta que lo había dicho en castellano.
-¡Pídelo tú que a mí no me salen las palabras!- Dije.
-¡Ahora la traigo!- Dijo la camarera para nuestra sorpresa.

Helena y yo nos miramos riendo como adolescentes pensando en lo que podía haber escuchado la camarera de nuestra parte picante de la conversación. Cogí de la mano a Helena e incorporándonos levemente nos volvimos a besar. Ésta vez fue más largo y cálido.
-Tengo que ir al baño- Dije. 
Al momento de alejarme Helena me agarró más fuerte de la mano sin dejarme ir.
-No te vayas. Dijo tiernamente.
Quién podría resistirse… me quedé besándola.



Capítulo 17. Siberia


-Yo lo que quiero es aprender a hacer es La Fabiola- dijo BA
-¡Mi hermana tiene la receta!- dijo Rubio- Espera que te la paso.



Marc pensó que no tenían remedio. Siempre estaban hablando de comer dulces y luego quejándose de que no les entraba la ropa o de si tenían que ir al gimnasio.




-¡Anda!- dijo BA- Lleva almendras. ¡Qué ricas! ¿Cómo las puedo moler?

-Una bolsa de almendras molidas, un pavo en Mercadona- dijo Marc.
-Nooo- dijo BA- mi padre me las manda ya peladas.
-Las puedes picar con la Termomix- dijo Rubio.
-No tengo- dijo BA- ¿Con la batidora vale?
-¡Claro!- dijo Rubio.
-No te compliques. Un pavo en Mercadona- dijo Marc con una sonrisilla- las almendras de tu padre, las asas y las salas y nos las traes para picotear.
-Anda toma, que ha venido un paciente- dijo BA mientras le pasaba un sobre a Marc.



Marc salió del office y se dirigió a la Sala de Pruebas. Abrió el sobre y leyó la información del paciente (Sonya Fiodorova).

Abrió la puerta de la Sala.



Unos señores con expresión aburrida, de unos cincuenta años, estaban sentados en la parte ancha de la sala.

Una pareja joven estaba al lado de ellos. Ella era mulata, así que no debía de ser Sonya.
Una chica tecleando un móvil de funda blanca con strass, estaba sola en las sillas de enfrente de recepción.
Marc se dirigió a ella.



-¿Sonia Fiodorova?- le preguntó.

-Sí- ella se levantó y empezó a recoger sus cosas.
-Hola buenos días- Marc le tendió la mano para estrechársela.
-Hola.
Se dio cuenta de que Sonya iba cargada con el móvil en una mano, el bolso en otra y estaba intentando coger su tres cuartos gris jaspeado de Miu Miu con las manos ocupadas.
-Deja que te ayude- Marc cambió la dirección de la mano. Asió el abrigo y le invitó a seguirle.
-Gracias- dijo ella.
-En invierno no se puede salir de casa- dijo él amable.
-Sí ¿Verdad?- le sonrió ella.
-Te voy a hacer unas pruebas y luego pasamos a consulta con el Doctor.


Sonya pasó a la Sala precedida por Marc.
-Puedes dejar tus cosas en esa silla negra y te sientas en el taburete de tu izquierda.



Sonya dejó el bolso encima del chaquetón que había dejado Marc en la silla de piel negra y vio dos taburetes grises enfrente de ella. Delante de cada taburete, había una mesa color crema con dos aparatos prácticamente iguales de color marfil y gris.

En la sala también había tres máquinas con cabezales de diferentes diseños puestos en batería y otros dos taburetes grises mas.
Se sentó en el taburete que le indicaba Marc.
Él se situó al otro lado del cabezal del aparato.
-Muy bien, te acercas a la máquina y apoyas la barbilla y la frente- ella hizo lo que le ordenó Marc-. Mira de frente y vas a ver una casa que se va a poner borrosa.
Marc hizo una serie de medidas, le indicó que recogiese sus cosas y la acompañase a su gabinete.



Pasaron a una sala larga y estrecha.

-Puedes dejar tus cosas en la silla azul de la derecha y te sientas en este sillón.
Él se sentó en una silla negra con ruedas a unos dos escasos metros de ella y dejó la historia encima de una pequeña mesa de despacho que quedaba perpendicular a Sonya, de forma que, desde su sillón, ella veía el perfil izquierdo de Marc.



-Bueno Sonia ¿Qué tal estás?- dijo él mirando de lado a Sonya desde su silla negra- ¿Cual es el motivo de la consulta?

-Veo puntitos negros.
-¿Con los dos ojos?
-Sí. Pero a veces vienen y desaparecen.
-¿Desde cuándo los ves?
-Jolín. No se decirte- ella puso la mirada perdida como pensando- No lo sé.
-La visión ¿Qué tal?
-Bien. Veo bien. Creo.
-¿Estás trabajando, estudias...?
-Trabajo.
-¿A qué te dedicas?
Sonya pareció dudar. Él se dio cuenta. Había personas a las que no les gustaba decir su profesión si tenían que ver con algo relacionado con el servicio doméstico. Tenía preparada una respuesta para estos casos.
-La pregunta es para saber tu necesidad visual. No es lo mismo trabajar delante de un ordenador todo el día, que en la calle dirigiendo el tráfico o en una obra, que en un hotel de mantenimiento.
-¡Uso mucho el ordenador!
-¿Administrativo?
-Bueno, sí- dijo meditándolo ella- administrativo.
-Ahora te voy a graduar y ya te digo qué tal ves y si necesitas ayuda visual- Marc miró la historia de forma que Sonya le veía el perfil izquierdo- ¿Tienes los ojos operados de algo?
-No.
-¿Te pones gotas en los ojos para algo?
-No.
-¿Diabetes, hipertensión, hipertiroidismo, anemia...?
-No.
Marc no la miraba, solo hacía marcas o anotaba en la historia.
-¿Tomas pastillas o medicación para algo?
-Anticonceptivos y unas vitaminas.
-¿Vitaminas para algo en particular?
-No sé. Para estar bella...- dijo ella sonriendo.
-¿Más bella aún?- dijo él en tono neutro.




Ella se quedó mirando a Marc con expresión sorprendida y se ruborizó un poco.

Marc la miró de reojo con una sonrisa casi imperceptible en los labios.
Ella se dio cuenta de que él le había visto ruborizada y el tono rojo de su cara, pasó a bermellón.
-¿Alergias?
-No- la voz de Sonya luchó por salir de su garganta.
-Bueno- Marc se levantó y se acercó a ella- voy a graduarte a ver qué tal ves.



Marc comenzó a graduarla. La cara de Sonya, estaba recuperando su color níveo habitual.

Después de realizarle una serie de pruebas, Marc se sentó de nuevo en su silla negra y acercó la parte móvil de la unidad de refracción que contenía la lámpara de hendidura.
-Apoya la barbilla y la frente- dijo él como hablando para sí mismo-. Mira hacia mi oreja.



-BienVamos a tomar la tensión del ojo- dijo él retirándose de la lámpara y cogiendo un botecito blanco con tapón amarillo-. Gotitas.

-Jolin. Por eso no me gusta ir al médico.
-¿Por unas gotas?
-Porque no me gusta que pongan cosas y pasarlo mal- bromeó ella.
Vamos! Por unas gotas que casi no pican, algunos tenéis una imaginación- dijo él fingiendo que estaba ofendido-. Si fuese el dentista y te sacase una muela, pero yo aún no he sacado ningún ojo.
Sonya soltó una carcajada.



Marc se puso al lado de Sonya,

-Levanta la barbilla- Marc sujetó suavemente con los dedos los párpados del ojo izquierdo de Sonya- Mírame a mi. Si ves venir la gota te dará miedo y cerrarás.
Sonya lo miró y Marc pudo ver cómo se le dilataban las pupilas al mirarle.
Puso una gota en el ojo izquierdo-. Pica un poco- Le cerró los párpados suavemente y con la rapidez que da la práctica, abrió el ojo derecho y le puso una gota-. Si los dejas cerrados pica menos- cogió un cleenex y le secó las lágrimas que comenzaban a aflorar.
Con un movimiento aprendido, le puso el cleenex en la mano a Sonya rozando un instante su piel.
-Puedes secarte sin restregarte los ojos.



Marc se sentó en su silla negra.

-Por esto odio a los médicos- dijo ella con los ojos cerrados,
-Puedes abrir los ojos, verás que ya no pica- dijo él sonriendo.
-Jolin.
-Venga no te quejes- bromeó él- encima que te ha tocado el oculista simpático.
-Y guapo- le sonrió ella.
-No. El guapo no ha venido a trabajar hoy- dijo él devolviéndole la sonrisa- Va. Apoya otra vez la barbilla y la frente.
Le midió la tensión de los ojos.



-Una gotita más- anunció él.

-Jolin ¿Otra?- dijo ella exagerando una mueca.
-Sí. Yo es que soy muy malo y de mi gabinete siempre sale todo el mundo llorando.
Sonya se desternillaba.
-Con esta gota, te voy a dilatar la pupila para que el Doctor te pueda ver los puntitos negros - cogió aire- Vas a ver borroso y te va a molestar la luz unas tres horas, bueno, tú tienes los ojos claros, unas cinco horas- puso una voz más dulce- Va levanta la barbilla como antes que ésta no pica.



-Espera unos veinte minutos en la Sala de Espera a que haga efecto la gota y te hago una prueba más.

-Gracias- le sonrió ella- ¿Puedo usar el móvil?
-En unos minutos no verás de cerca, pero por mí no hay problema.
Marc se dirigió a la silla azul, cogió los enseres de Sonya y se los dio.
Cuánto pesa!- dijo él fingiendo un peso exagerado del bolso.
-Gracias- dijo ella entre carcajadas.



Sonya salió del gabinete de Marc y él se quedó dando las últimas anotaciones en la historia.

Salió de su despacho y observó que ella se había sentado en las sillas enfrente de la Sala de Pruebas y estaba hablando con alguien por teléfono.
Marc cogió otro sobre y llamó a un nuevo paciente.



-Mey frau Eva Van Overkempe?- una chica alta rubia de ojos azules, se acercó a Marc. Estrechó la mano que le ofrecía él.

-Komar mer may, asherlif- se dirigieron a la Sala de Pruebas.
-Hamar ier setten, asherlif- ella se sentó en el taburete que le indicaba Marc.
-Ogen oppen. Look straight ahead- Marc realizó las medidas que necesitaba y le invitó a seguirle otra vez.



Al pasar por delante de Sonya, ésta le dijo sonriendo a Eva:

-Cuidado con él, es peligroso.
Marc le miró con una sonrisa apretada y ojos de reproche.
-Sogi. I don´t understand- dijo Eva sonriendo con cara de incomprensión.
-Vas ein grapier- le dijo él- It's only a joke.
Hizo pasar a Eva a su gabinete.
Unos diez minutos después, salía secándose los ojos con un cleenex.



-Marc- dijo BA- a Sonia hay que hacerle un OCT. Lo ha pedido el Doctor.




Marc cogió la historia y se acercó a Sonya que estaba hablando por teléfono, por señas le indicó que le acompañase al ascensor.

Ella terminó la llamada y le acompañó.
-Vamos a hacerte una OCT- explicó él- es una fotografía de la retina, para controlar que todo esté correcto. Tenemos que bajar a la planta de abajo.
Entraron los dos en el ascensor.
-Vaya sensación más extraña, lo veo todo borroso- dijo ella sonriendo- Jolin, parece que vaya borracha.
-¿Ves? Al final te lo estás pasando bien en el oculista- bromeó él.
-Jolin. No lo sabes tú bien- dijo Sonya como hablando para ella misma.



Llegaron a la segunda planta. Marc salió primero del ascensor y le invitó a acompañarle a una serie de puertas.

-Siéntate aquí, te voy a poner unas calzas- Marc sacó unas calzas azules de celulosa de un cajón y se puso en cunclillas para calzarla.
-Así parece que me estés pidiendo algo- bromeó ella.
-Vamos a pasar a la zona de quirófano- explicó él con una sonrisa- ahora es cuando te saco un ojo con una cucharilla de café y hago realidad lo que se te pasa por la imaginación cuando vas al médico.
-Jolin. Con el colocón que llevo, no te digo que me daría igual.
Marc se puso unas calzas y le invitó a seguirle.



Pasaron a una sala oscura con cinco sillones relax y un aparato similar a los que Sonya había visto en la Sala de Pruebas, pero más grande.

-Vaya, está apagado- Marc se agachó y encendió la CPU- Es un momento lo que tarda en arrancar.
-Hablas muy bien castellano Sonia.
-Gracias. Mi trabajo me costó. Estuve cuatro años de Escuela Oficial de Idiomas.
-Pero ¿Tú que eres rusa o ucraniana?
-Rusa. De Siberia.
-Y ¿Cuanto tiempo llevas en España?
-Ocho años.
-¿Qué haces para pagarte ese bolso de Michael Kors?
-A ver. Yo trabajo en una inmobiliaria- parecía dudar en cuánto le quería contar- pero también redacto contratos...-no terminaba la explicación. Estaba un poco insegura.
-Vale, supongo que haces traducciones y lo que te vaya saliendo, ya he visto que no has dejado el teléfono en paz- Marc miró la pantalla del OCT, ya había terminado el chequeo de arranque- Esto ya está. Un momento que meta tus datos...¿Me dices la fecha de nacimiento por favor?
-Treinta de Septiembre del ochenta y dos.
-Santa Sofía.
-Sonia es Sofía en ruso- explicó ella- ¿Cómo es que sabes que es el santoral ese día?
-Una amiga se llama Sofía y mi cumpleaños es la semana de antes. Así que tu cumpleaños y tu santo son el mismo día.
-Ya sabes una cosa más de mi. Que soy rusa, que tengo treinta años, soy rubia como todas las rusas, mido uno sesenta y peso cuarenta y nueve kilos- dijo ella mientras sonreía.
Marc se asomó por el lateral del cabezal del OCT y le sonrió.
-A la máquina con la fecha de nacimiento le sobraba, pero lo demás me lo quedo para mi.



-Bien. Apoya, como antes, la barbilla y la frente. Vas a mirar una equis verde y no puedes parpadear unos segundos.

Marc realizó la prueba y esperó unos momentos a que se procesasen los resultados. Los dos guardaban silencio.
-También sé que eres siberiana.
-Ahora me dirás lo típico- dijo ella sonriendo.
-¿Que aquí seguro que pasas frío?- le dijo él guiñándole un ojo.
-Lo has pillado- dijo ella cómplice-. Eso y que si me gusta el vodka.
-¿Te gusta el vodka?
-Para nada- dijo ella-. No probé el alcohol hasta que vine a España. En Siberia hacía ballet.
Vaya! Ahora ya sé otra cosa de ti, que eras bailarina profesional- bromeó él.
-No- dijo ella entre risas- Yo soy bióloga.



Marc guardó silencio concentrado mientras repasaba los resultados de la prueba.

-¿Está todo bien?
-Sí- dijo él abstraído mientras terminaba de analizar los resultados-. Aquí podemos ver que hay dos ojos- hablaba como si se lo dijese a él mismo- que tienen dos máculas, dos papilas, dos cejas...pero nariz no- Marc hizo una pausa y miró muy serio a Sonya por el costado del cabezal de la máquina- Nariz sólo veo una.
-Jolin. Si que eres malo- dijo ella sonriendo aliviada- Ya me estabas asustando.
Marc sonreía y seguía callado mientras terminaba de analizar las pruebas. Cuando terminó, le miró y le dedicó una gran sonrisa.
-¡Todo está bien en ti!
Ella le sonrió y ambos guardaron silencio unos instantes.


-¿Y a ti te gusta el vodka?

-Sólo si es con limón- bromeó él- pero prefiero el ron para una copa.
-¿Y para tomar a media tarde?
-Un vino blanco.
-¿Cuándo te tomarás conmigo un vino blanco?
Marc la miró unos instantes evaluándola.



-Para tomar un vino contigo, tendría que dejar de ser tu oculista.

-¿Por qué?- le miraba ella sonriendo interesada.
-Porque no puedo salir con una de mis pacientes. Va contra mi ética profesional- prosiguió él en tono de broma.
-¿Nunca haces nada en contra de las normas?- le vaciló ella.
-Sólo si realmente vale la pena.
-Conmigo te aseguro que valdría la pena.
-No sé si una siberiana que tiene frío en España es de fiar- bromeó él.
Sonya rió y movió la cabeza de un lado hacia otro.
-Venga- dijo Marc- vamos a la otra planta que aún te tiene que ver el Doctor.
Entraron en el reducido espacio del ascensor. Los dos iban callados y sonriendo. Cada unos haciendo sus cálculos sobre la extraña consulta que estaban teniendo.



Llegaron a la planta de consultas.

-Acompáñame que vas directa con el Doctor.
Sonya pasó al despacho del Doctor y Marc fue a pasar la consulta de otro paciente.
Cuando Sonya salió del despacho del Doctor, Marc hizo por estar por la zona de recepción.


-¿Todo bien?- se interesó él.

-Sí. Como tú has dicho, todo en mi bien- bromeó ella.
-¿Cuando te ha dicho el Doctor que tienes que volver a consulta?- preguntó BA.
-El año que viene si no me ocurre algo antes. Una cosa- dijo Sonya haciendo una pausa- ¿Qué tengo que hacer para cambiar de oculista?
BA la miró sorprendida con los ojos muy abiertos y miró a Marc que estaba al lado sonriendo y moviendo la cabeza afirmando.
-Vale, ahora te cambio dijo BA.



Marc salió del espacio de recepción y acompañó a Sonya al ascensor.

-Ahora ya puedes tomar un vino conmigo- dijo ella- ¿A qué hora acabas?
-Hoy tengo consulta por la tarde. Creo que termino a las seis.
-¿Sabes donde es la Cava?- preguntó ella.



Esa tarde Marc fue a la Cava y se encontró con Sonya.

Después de una primera copa de Trascampanas, ella decidió que le invitaba a tomar una copa de vodka en su casa, para decidir si de verdad le gustaba o no el licor originario de su país. En realidad no llegaron a averiguarlo porque decidieron descubrir otras cosas más intimas entre ellos.



-Tienes que irte ya- le dijo ella empujándole por el pasillo.

-Si aún no son ni las ocho- dijo Marc haciéndose el remolón entre besos con Sonya.
-Otro día más- dijo ella mientras le besaba.
-¿Por qué me echas?- dijo él abrazándola.
-Para que no pierdas el cercanías- le sonrió pícara.
-Toma- ella le ofreció una bolsa cerrada de supermercado- mete ahí la botella de vino vacío y los preservativos y la bajas al contenedor.
Marc intentó abrir la bolsa con los dedos, le resbalaba y no podía. Se humedeció los dedos con la lengua y al final pudo abrirla y meter los desperdicios de la fiesta que se habían dado los dos.
Cuando llegaron a la puerta, él la atrajo abrazándola.
-Sé que tú vas a decidir cuando quieres volver a verme. Sólo te pido que no me vuelvas loco esperando.
-Marc- Sonya se puso seria- no te voy a dar ninguna explicación. Es mejor que no sepas mucho sobre mi. Te voy a volver a ver pero no sé cuando será eso.




Marc 
El 25 de febrero a las 20:47 cerca de San Juan a través de móvil

Que cada vez que me humedezco los dedos para abrir una bolsa de Mercadona, me venga a la cabeza El Nombre De La Rosa y la posibilidad de envenenarme.
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Capítulo 18. El regalo.



-Holaaaa!- ella le recibió con un abrazo al cuello y dos besazos.
-¡Hola!- le devolvió él el saludo pasándole un brazo por la cintura- ¿Qué tal estás?
-Bueno, aquí pasando el rato- dijo ella detrás de una gran sonrisa-. Cuando me has dicho que estabas en recepción, creía que estabas abajo.
-He mirado el directorio y he visto que era en la segunda planta- explicó él.
-Ven, te invito a un café- ella le adelantó un paso para indicarle el camino.


Siguió a la chica que vestía de blanco hasta una puerta morada.

-Pasa- le abrió la puerta.
La estancia era cuadrada. Un sofá verde tres plazas, una mesa de madera blanca, una nevera metalizada, una mesa de comedor de cristal y cuatros sillas, componían la decoración del office.
-¿Arpeggio?- dijo ella mientras cogía una cápsula morada de un bol de cristal con cápsulas de distintos colores.
Él le guiñó un ojo y se sentó en una de las sillas.




-¿Qué tal va la guardia?- preguntó él mientras echaba medio sobre de azúcar en el vasito de plástico.

-¡Déjate de guardias!- exclamó ella sonriendo- Cuéntame lo de la chica esa.
Marc no pudo evitar soltar una carcajada.
Se quedó mirando su vasito de plástico desechable y miró la taza en la que ella se había servido su café.
-Me gusta tu taza de SuperCoco.

***
Marc llegó temprano de trabajar.
Abrió la puerta del portal de su casa, miró en el buzón y cogió la colección de folletos de publicidad de Mediamarkt, BricoDepot, API inmobiliarias, Carrefour y una carta de Santander.
Entró en el ascensor, se pasó los folletos de publicidad bajo del brazo y abrió la carta del banco.


El ascensor llegó al rellano del cuarto. Marc se dirigió a la puerta dos.

Andaba distraído repasando el extracto de la cuenta corriente. Levantó un momento la mirada para asegurarse de no tropezar con nada, volvió a concentrarse en la carta del banco cuando volvió a levantar la mirada hacia la puerta de su casa. Había algo colgado en el pomo de la puerta.


Marc, curioso, aceleró el paso. Al llegar a la puerta de su casa, vio que había una bolsa de plástico negra con un post it pegado.


"quiero que quedemos otra vez!!"

Sonrió, abrió la puerta de la casa con la mano que tenía libre, dejó la carta del Santander y los folletos de publicidad en una mesita que había en la entrada de su casa y salió a coger la bolsa.
Cerró la puerta y se dirigió al estudio, abrió la bolsa y miró en su interior.
Una caja de cartón envuelta en papel de regalo rojo era todo lo que había.
Sonrió preguntándose qué le habría regalado ella.
Salió al patio, se quitó los zapatos y se puso las zapatillas granate de Celia Ruiz tan cómodas que le hacían sentir que por fin estaba en su hogar.


***



-¿Pero es que la has llevado a tu casa?- le preguntó ella.

-Aún no- respondió Marc.
-Entonces¿Cómo sabe donde vives?
-Una vez que quedamos, le comenté la plaza donde vivo, imagino que habrá mirado el apellido en el interfono.
La chica que vestía con pijama blanco, dio un sorbo a su café.
-Esa tía es una psicópata.
Marc empezó a desternillarse.
-Sí, tú ríete- dijo ella sonriendo- Anibal Lecketer, ya verás. Un día llegarás a tu casa y te encontrarás una cabeza de caballo en la cama.
-No sé tú, pero yo la carne de caballo que he visto mas cerca, han sido las albóndigas de Ikea- bromeó Marc.




***

Marc rompió el papel de regalo rojo y abrió la caja de cartón.
Sacó el contenido de la caja y miró el objeto.
Arrugó la frente, sonrió, volvió a mirar el objeto y se dio cuenta de que tenía pegado otro post it.

"No sé si te gustará,
 pero lo que sí que sé es que tarde o temprano lo usarás
 y te acordarás de mi."

***


-¿Nos haces una foto?- le preguntó a la camarera.

Su amigo y él posaron con sus Murphy´s y los gorros verdes de merchandising que les habían regalado con las pintas en el pub.
-Sloncha!- brindaron en gaélico.



-¿Pero cuantas veces has quedado con la chica esa?- le preguntó su amigo.

-Tres veces en las últimas semanas- contestó Marc.
-Ya- dijo su amigo- eso ya me lo has contado. Lo digo porque el regalito se las trae.
-Me lo dices o me lo cuentas- sonrió Marc.
-Es que es la tela. ¿Es algo vuestro? ¿Alguna complicidad vuestra?
-Pues la verdad es que no lo sé- Marc guardó silencio unos segundos pensativo-. Casi siempre estamos de broma, es muy simpática. Tal vez es algo que hemos hablado y no caigo.
-Cuando quedas con ella, no deberías tomar cerveza, que luego no te acuerdas de lo que hablas y te hace regalitos raros y no pillas la coña.

***
Marc miró de nuevo el objeto.
-¿Y esto?- se preguntó a si mismo en voz alta.
No entendía nada. El regalo le pareció original, pero no entendía a santo de qué le hacía ese regalo.

***
-¿Lo llevas encima?- preguntó ella.
Marc no contestó, abrió la bandolera y extrajo el regalo.
-Es que encima es negro- la chica no podía parar de reír-. Lo que yo te diga, psicópata. Es mejor que no la vuelvas a ver o un día desaparecerás y encontraremos trocitos de Marc en las alcantarillas.

***
Marc decidió que le gustaba.
Sonrió para sí mismo y pensó en mandarle un WhatsApp para agradecerle el regalo.
Cuando cogió su móvil y la buscó en el listado de contactos, vio el estado de ella.

"Sé más fuerte que tus excusas"

***
-¡Ese es tu estado de WhatsApp!- dijo la chica de blanco.
-Ya lo sé- dijo él sonriendo.
-Cuando quedaste con ella para cenar ¿no te fijaste en si llevaba un frasco Rohypnol?
-¿Eso que es?- preguntó él.
-Es flunitrazepam. Es conocida como la droga de los violadores- dijo ella riendo.
-Que yo sepa no me ha violado- exclamó él entre carcajadas- creo que lo recordaría.
-Dexter- dijo la chica de blanco- esa tía es Dexter.

***
-Déjame verlo- dijo el chico del gorro verde.
Marc extrajo el objeto de la bandolera y se lo mostró.
-¿Y aún no te la has llevado a la cama?- dijo mientras sopesaba el objeto negro y suave con una mano- Blanco y en botella.
Marc negó con la cabeza sonriéndo.
El chico repasó con el dedo meñique el grabado que tenía en la superficie el objeto.
-¿Por qué no lo llevas puesto?
-Es que si al menos fuese plateado o incluso de cuero, lo vería más normal, pero así y tan grande...

***
Marc cogió el objeto y se dirigió a su habitación. Abrió la puerta del vestidor. El espejo de cuerpo entero le devolvió una imagen real e inversa de sí mismo.
Se probó el regalo y decidió que le gustaba.
Sonrió unos instantes mientras repasaba la imagen que veía en el espejo.

***
-Seguro que le ha echado un embrujo- dijo ella- un vudú o un filtro de posesión de tu alma.
-No es tan rara no te pases- dijo Marc entre carcajadas.
-Te voy a hacer un favor- dijo la chica- te lo bajo a la incineradora de residuos de metales del hospital y te olvidas del asunto y de la chica.

***
-Mola- dijo el chico probándoselo- ¿Y dices que está buena?
-Es muy guapa- dijo Marc- pero lo que más me gusta de ella, es que cuando estamos juntos, el tiempo se detiene.
-Tú estás encoñao- bromeó el chico.
-Es posible- dijo Marc sonriendo-. Ahora en serio, es muy inteligente y tengo que reconocer que al regalarme esto, no he dejado de pensar en ella en todo el día- Marc dio un trago a su pinta de Murphy´s-.  Lo tengo decidido, voy a quedar con ella y le voy a regalar algo tan sencillo y especial como lo que me ha regalado ella.
-Yo no haría eso- dijo el chico- no sea que le parezca tan raro como te ha parecido a ti su regalo y la asustes y salga corriendo. Es mejor que cuando la veas, lo lleves puesto y averigües el por qué de regalarte esto.
-Ya lo tengo y lo mejor es que, cómo el suyo, sólo cuesta doce euros.

Capítulo 19.Té Tuareg

El eco de sus tacones retumbaba en el portal.
Al llegar a la puerta de metal, pulsó para llamar al ascensor. Se iluminó el triángulo con la flecha hacia abajo.
El suelo de goma del habitáculo amortiguó el sonido de sus zapatos. Admiró a una chica de tez nívea y labios carnosos y rosados que se arrullaba en un abrigo de Max Mara que le devolvía una mirada azul. Presionó el número cuatro.
Al llegar al rellano de la cuarta planta, dirigió sus pasos a la puerta numero dos.

-Hola ¿Qué tal estas?
-Hola- susurró ella antes de darle un corto beso en los labios.
-Pasa- Marc le cogió el abrigo que le ofrecía ella y la guió al estudio-biblioteca- ¿Qué tal el vuelo?
-Otro vuelo, para mí es tan entretenido como pintarme las uñas.

Sonya observó la habitación, dirigió sus pasos al escritorio que hacía las veces de despacho y se sentó encima de la mesa con las piernas cruzadas.
-Así que este es tu sancta sanctorum- seis estanterías Billy blancas en ele abarrotadas de libros ocupaban la mitad de las paredes. Un sillón relax de piel chocolate y dos sillas de escritorio, eran el resto del mobiliario,
-¿A qué hora llega tu amigo?
-Estará al llegar- dijo Marc-. Mira- cogió una bolsa de plástico transparente que contenía unas madejas vegetales color verde. Sonya le preguntó con la mirada- es té verde Tuareg. Me lo ha traido mi tío Paco del Sahara.
-¿Dónde está esa tienda?
-No, del Sahara, Sahara- sonrió Marc-. Mi tío Paco es el aventurero de la familia. La primera vez que fue al Sahara, fue en los ochenta con un Simca mil. Le dio por meterse en el desierto y apareció en un pueblo de mala muerte, se quedó encantado. Al año siguiente compró un Land Rover y lo llenó de material escolar y ropa para regalárselo a los niños y gente de allí. Fue con otro chico que es farmacéutico. Hicieron un tour ellos solos en plan aventura cambiando lo que llevaban a cambio de hospitalidad en diferentes aldeas.


Sonya le miró con mala cara.
-Sí, yo tampoco tendría estómago para viajar así, pero la verdad es que te hace soñar cuando venía con las diapositivas y te contaba cómo vivía la gente- Marc se sentó en el sillón relax-. El caso es que en uno de los trayectos por el desierto, el Land Rover se rompió y se quedaron tirados. Bebieron hasta el agua del radiador. Tuvieron la suerte de que les encontró una caravana de Tuareg que los acogieron. Parece ser que tienen la costumbre de, si le salvan la vida a alguien en el desierto, adoptarlos como uno más de la caravana. El que los encontró primero, los acogió como miembros adoptivos de su familia.
-Jolín ¡Vaya historia!
-Ahora ya no va todos los años, pero fue en Octubre y me ha dado este té y me ha explicado cómo se prepara, porque tiene un ritual para sacar toda la esencia a la hoja del té- sonó el timbre del interfono-. Ese debe ser Doc.



-Doc, ella es Sonia- Doc saludó con dos besos a la chica rubia que tenía enfrente
- Aunque en Rusia se dan tres besos ¿no?- dijo Doc.
-Sí pero sólo a los amigos íntimos y a la familia- bromeó ella.
-Venga, vamos a la cocina que prepare el té- ofreció Marc. 
Llenó de agua una tetera morisca de litro y cuando el agua alcanzó el punto de ebullición, echó  unas hojas de té dentro.
Hay que hervir las hojas unos cinco minutos. Después se prepara un vaso de té con cuatro cucharadas de azúcar y se vierte el té en el vaso desde arriba, como si se escanciase sidra, para que diluya el azúcar y se vuelve a introducir en la tetera. Se hace así para airearlo.

-Sonia, muchas gracias por ayudarme con el inglés- dijo Doc.
-¿Cuando tienes el examen?
-La semana que viene.
-¿Y qué tal vas?
-El oral es lo que más me cuesta porque no tengo el oído hecho.
-Bueno pues hoy hablamos todo el rato en inglés.
-Por cierto, me tienes que dar tu nombre en Facebook- dijo Doc.
-Yo no tengo Facebook- dijo ella.
-¿Y el twitter?- insistió Doc.
-Sonia pasa de las redes sociales, para contactar con ella es por llamada de toda la vida. No tiene ni WhatsApp.
-Sois unos frikis- dijo ella.
-El primer hervor ya está- comunicó Marc. Aireó el té-. Ahora hay que darle tres hervores más.

Pasaron otra vez al estudio.
-Jolin, este té está muy rico- dijo ella- me pones otro vaso.
-Mi tío me ha dicho que es muy fuerte, que no tomemos más de dos vasos cada uno.
-Yo no lo noto fuerte. Es más bien dulzón, aunque con la de azúcar que lleva y la menta, no me extraña.

Doc cambió el asunto a "Loramiguicosdelarusa"

Sonya se quedó mirando unos segundos la lagartija rosa fosforescente que le miraba desde lo alto del techo. Se movía a cámara lenta burlándose de su incapacidad de escuchar nada de lo que se decía. Miró los labios de Marc que se movían muy despacio sin emitir sonido alguno. Cuando pudo captar su voz, las palabras llegaban con retardo respecto a lo que deberían estar diciendo.

Marc cambió el asunto a "mamada para tres"
Doc cambió el asunto a "Marc es gay"
Doc cambió el asunto a "Marc es muy gay"

-Deme un preservativo por favor y dice el farmacéutico, aquí les llamamos condón. Pues deme un Don preservativo por favor.
La mueca irrisoria que formaba las facciones de Doc, parecían extraídas de una máscara de teatro clásico.
-¡Joder que hambre tengo!- dijo Doc- El gnomo que va a por condones y le dice el de la tienda, ¿Control? y dice el gnomo.
Tu puta madre!- interrumpió Marc entre carcajadas.
-Noooo- dijo Doc señalando con un dedo como si pidiese la vez- Sin Trol, sin Trol por favor.
Los dos se desternillaban.
Sonya comenzó a reir a carcajada límpia- ¡Don preservativo! jajajajaja.

Marc cambió el asunto a "Doc la tiene pequeña"
Doc cambió el asunto a "Pero lo de Marc es peor pq no la usa"
Marc cambió el asunto a "Doc es un comealmohadas"

-Sonia, Sonia- se medio entendió a Doc- ¿Sabes que sé ruso?
Ella se limitó a estudiar a la lagartija fosforescente del techo.
-¡Nasdrovia!- gritó Doc alzando su vaso de té y bebiéndolo de un trago.
Nasdrovia!- se supone que dijo Marc detrás de sus carcajadas.
-¿No tienes nada para comer?- dijo Doc.
Yo también sé ruso!- gritó Marc- ¿Cómo se dice puta en ruso? tokiskilasoba.

Doc cambió el asunto a "Cabrón que buena está la rusa joputa"
Marc cambió el asunto a "Semevalapinzainteligente"

-¡Nasdrovia!- gritó de repente Sonya- Dame tres besos Doc- cogió a Doc de la camiseta y le estampó tres besazos en la mejilla.
-Doctor ¿me puedo bañar con diarrea?- dijo Doc- ...si le da para tanto...
Marc estaba a punto de que se le desencajase la mandíbula.
-¿A que no sabes como se dice divorcio en ruso?- dijo Marc.
-Se dice..- comenzó Sonya.
Chaochochín!- interrumpió Marc entre alaridos.
-Eso será en chino- dijo Doc.
Agárrame el pepino!- gritó Marc cogiéndose la barriga.
-¡Nasdrovia!- chilló Sonya a la vez que se servía otro vaso de té.

Doc cambió el asunto a "Doc es guay"
Marc cambió el asunto a "Doc es GuAY"

-Doctor ¿Qué me pasa?- comenzó Doc- Dos cosas. Una tiene cáncer. ¡Vaya! Dice el paciente. Y dos, tiene Alzheimer. ¡Vaya! Menos mal que no tengo cáncer.
-Otro de putas- dijo Sonya- El enano que va al puticlub pero sólo tiene diez euros. Lo ponen con Antoñita "la guarra". Se quita las bragas y tenía un coño enooorme. Acariciñandose, dice: "¡Cómetelo! Y el enano dice "nooo a mi nooo por favooor"- los tres ya reían con carcajadas sordas.
-¡Yo sí que tengo hambre!- gritó Doc- En un segundo pasan muchas cosas. Lo sé yo que vivo en un tercero y se oye tó.

Doc cambió el asunto a "Como somos como somos..."
Marc cambio el asunto a "Hola q ase"
Doc cambió el asunto a "Lap es como lap" 

-Si no paráis ya con el puto móvil, le voy a decir a la lagartija de la pared que os escupa y os deje calvos- amenazó Sonya.
-Trae tu móvil- Doc le quitó el teléfono a Sonya, ella saltó para recuperarlo, pero Marc la abrazó por la cintura y la atrajo hacia él. Ella le miró a los ojos, después le miró a los labios y le sonrió seductora- ¡Ya tienes WhatsApp!
-¡También sé griego!- gritó Doc mientras tecleaba el teléfono de Sonya- ¿No tendrás yogurt griego? ¿Sabéis cómo se dice suegra en griego? ¡Estorbas!
-Tú si que estorbas- susurró Sonya- Doc, toma las llaves de la habitación de mi hotel y vas al mueble bar que hay caviar y vodka que he traído. Allí sí que hay comida.

Doc dormía en la habitación del hotel. Dos latas de metal tiradas en la moqueta, daban cuenta de la cena que había ingerido antes de acostarse.
Las luces se encendieron de repente. Vio a un tipo rubio en tanga de leopardo acostado a su lado en la cama, un chico joven con traje y corbata y una chapa identificativa en la solapa y dos policías locales que le miraban asombrados.



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