-Tengo que
mear.
-¿Qué haces?- le miró ella extrañada mientras Antonio se dirigía a los coches que estaban aparcados en batería-. Anda, sube a mi casa, no lo hagas ahí.
-Da igual. A Carol le dio risa.
-No seas guarro, sube a mi casa.
-Que no. Que no tardo nada. Además, paso con tus padres arriba. -Entramos sin hacer ruido, haces pis y si quieres bajamos otra vez- propuso ella.
Antonio dudó. Sabía que si subía y se despertaban los padres de Carol, ella no volvería a bajar.
-Soy especialista en mear rápido entre dos coches. -Anda ven bobo- Se acercó los cuatro pasos que le separaban de él. Le cogió del brazo y tiró de Antonio llevándolo hacia el portal.
Antonio se dejó llevar.
-¿Qué haces?- le miró ella extrañada mientras Antonio se dirigía a los coches que estaban aparcados en batería-. Anda, sube a mi casa, no lo hagas ahí.
-Da igual. A Carol le dio risa.
-No seas guarro, sube a mi casa.
-Que no. Que no tardo nada. Además, paso con tus padres arriba. -Entramos sin hacer ruido, haces pis y si quieres bajamos otra vez- propuso ella.
Antonio dudó. Sabía que si subía y se despertaban los padres de Carol, ella no volvería a bajar.
-Soy especialista en mear rápido entre dos coches. -Anda ven bobo- Se acercó los cuatro pasos que le separaban de él. Le cogió del brazo y tiró de Antonio llevándolo hacia el portal.
Antonio se dejó llevar.
Entraron en el ascensor.
-¿En qué piso vives? -El cuarto.
4 personas Max 300kg. Pudo leer Antonio. En la chapa alguien había rayado el nombre de Marc x Jùlia.
En el reducido espacio, Antonio tuvo consciencia de lo menuda que era Carol.
No se hablaban. Se dirigían furtivas miradas, a veces directas a sus cuerpos otras al espejo que les devolvía su escena como un cuadro de Renoir.
La máquina del tiempo que es un ascensor, llegó a su destino.
-¿En qué piso vives? -El cuarto.
4 personas Max 300kg. Pudo leer Antonio. En la chapa alguien había rayado el nombre de Marc x Jùlia.
En el reducido espacio, Antonio tuvo consciencia de lo menuda que era Carol.
No se hablaban. Se dirigían furtivas miradas, a veces directas a sus cuerpos otras al espejo que les devolvía su escena como un cuadro de Renoir.
La máquina del tiempo que es un ascensor, llegó a su destino.
Se abrieron
las puertas. En el rellano había por lo menos cuatro puertas y
un olor característico a madera húmeda impregnaba el aire.
-Es el B.
Carol sacó
del bolso un llavero de madera con muchas llaves. Seleccionó una del manojo y
la introdujo en la cerradura. Al girar la llave, los cerrojos de la puerta
blindada dieron un golpe seco tras otro que hizo eco en la escalera por cada
una de las tres vueltas que necesitó para abrir la puerta.
Las bisagras
de la puerta chirriaron suavemente.
Antonio
pensó que si aquello no había despertado a los padres de Carol, nada lo haría.
Entraron a
oscuras en el pasillo que hacía de recibidor.
-Es la
tercera puerta de la izquierda- susurró Carol.
-No veo nada- dijo
Antonio en voz baja.
-Enchufa el
móvil. Es todo recto- dijo ella entre risas ahogadas.
Antonio
dudó.
-Ve tu
delante.
Carol avanzó
por el estrecho pasillo entre espasmos de risa silenciosa.
-Calla que
al final nos van a pillar- susurró Antonio. También empezó a aguantarse las
ganas de reír.
La puerta
del cuarto de baño gruñó al abrirse.
-Pasa- invitó
Carol.
Antonio
entró. Pulsó la llave de la luz y se encendieron las bombillas del espejo.
Daban más bien poca luz. Cerró la puerta.
Levantó la
tapa del inodoro y empezó a orinar intentando apuntar fuera del agua para hacer
el mínimo ruido posible.
Cuando
terminó, pulsó el descargador de la cisterna, no bajó la tapa del inodoro y
abrió el grifo del lavabo. Empezó a lavarse las manos.
De repente
escuchó el click de un interruptor de la luz y en la penumbra de las bombillas
del espejo del cuarto de baño se quedó helado. Ese click le sonó como una
bomba. Por debajo de la puerta del baño pudo ver luz en el pasillo.
-Joder- dijo
ahogando la exclamación.
(¿Ahora qué
hago? Seguro que se han despertado cuando he tirado de la cadena)- pensó.
Decidió
esperar. No sabía qué hacer. Se dio cuenta de que ni se movía en un vano
intento de no estar allí en ese momento.
Empezó a
entrarle la risa.
-(Esto es
ridículo. Ni que tuviese 15 años).
Esperó un
par de eternos minutos más. No escuchaba ruido fuera.
Respiró
hondo y decidió salir. Aquello empezaba a parecerle algo patético.
Había luz en
el pasillo y en la habitación del fondo que debía de ser el salón comedor.
No vio a
Carol en el pasillo, así que se dirigió al comedor. Saludaría a su padre o
madre y se iría.
Cuando entró
en el salón, vio a Carol sentada en el sofá y dos copas de vino blanco encima
de la mesa de centro de madera blanca de Ikea.
-Tendrías
que verte la cara- dijo Carol y empezó a reírse a carcajadas.
Antonio
estaba confundido y tenía media sonrisa en la boca. No entendía nada. Estaba de
pie en la puerta del salón como un pasmarote sin moverse y sin decir nada.
-Anda tonto
ven al sofá. Esta es mi casa. Vivo sola- dijo compadeciéndose de él.
Antonio bajó
la cabeza y empezó a reírse para sus adentros.
-Serás
cabrona.
-Mis amigas
están aún estudiando el postgrado, pero yo llevo ya dos años trabajando en la
agencia. Éste es mi piso- explicó Carol.
-¿Tuyo?
-Alquilado.
Pero mi humilde morada- entonó grandilocuente con una gran sonrisa.
Antonio se
sentó en el sofá junto a ella.
Carol cogió
las dos copas y le ofreció una a él.
-Por tu
Congreso del Cereal que ha hecho que vengas y nos conozcamos- brindó ella con
gesto entre serio y divertido.
Antonio
sonrió.
Brindaron y
bebieron.
-¿Lo has
decorado tú?-preguntó Antonio mientras se preguntaba-(¿Y ahora qué? ¿Me ha
invitado a subir porque quiere algo o sólo para hablar?).
-Sí. Cuando
lo cogí, las paredes tenían gotelé grueso medio amarillento.
-(La verdad
es que está buena).
-Los muebles
eran del Cuentamé y la vajilla de antes- continuó Carol-. Rasqué las
paredes...
-¿Rascaste
las paredes? Eso es un trabajazo- dijo él-. (Qué bien le queda la blusa toffee
que lleva)- sus senos se marcaban firmes.
-Sí. Con
estas manitas- continuó ella-. Puse el papel en las paredes. ¿Te gusta?
El papel era
de un fondo marfil con filigranas en morado y berenjena.
-Es original-
sonrió él. Estaba tan cerca de ella que podía oler su perfume
de matices madera y limón.
-Los muebles
los he ido cogiendo de Ikea. El de la tele lo encontré al lado de un
contenedor, lo lijé y lo pinté.
-(No se
callará...)- pensó él.
-El sofá era
de mi tía- continuó Carol- le cambié el relleno y compré unas fundas de una
casa de telas.
-Te ha
quedado genial, parece nuevo- contestó Antonio- ¿Es siestero? (Cómo me gustaría
que nos tumbásemos juntos en este sofá hecho por ti).
-Jajaja. Sí.
Ya le he hecho la forma de mi espalda- bromeó ella-. Estas copas son de A
Loja Do Gato...
Antonio le
estampó un beso rápido y corto en los labios y se quedó a unos centímetros de
ella.
Por primera
vez en toda la noche, Carol se quedó sin palabras. Le miró sorprendida y giró
la cabeza.
-(Joder. La
he cagado)-pensó él-. Carol yo...-empezó a disculparse a media voz.
Carol se
abalanzó sobre Antonio. Le cogió con una mano de la nuca y con la otra de la
cabeza y empezó a besarle los labios con fuerza.
Se puso a
horcajadas encima de él y relajó un poco la presión de sus besos.
-¿No tenías
otra forma de decirme que me callara?- le susurró ella al oído.
Siguió
besándole con dulzura el cuello.
Los labios
de él bajaron buscando los de ella. Cuando se encontraron, comenzaron a besarse
suavemente, explorando con la lengua los rincones de su boca.
Mientras se
besaban, Carol empezó a desabrochar la camisa de Antonio y acarició el vello de
su pecho.
Él
desabrochó un botón de la parte de arriba de su blusa y se la sacó por la
cabeza. La tumbó boca abajo contra el sofá, retiró el pelo de su nuca y empezó
a besársela mientras le acariciaba la espalda.
-¿Para esto
me decías que me acompañabas a casa? ¿Por si me pasaba algo y te creaba cargo
de conciencia?- gimió Carol.
-¿No te
gusta que haya venido?- susurró él.
-¿Te parece
que no me esté gustando?- dijo ella a media voz con una sonrisa en la boca.
Carol se dio
la vuelta. Con él encima, le desabrochó el pantalón, metió las manos dentro de
los calzoncillos y le cogió el culo con las dos manos. Lo tenía pequeño y duro,
con un poco de vello suave.
Antonio se
levantó, se puso de rodillas a los pies de ella, le desabrochó el pantalón, lo
cogió de la parte de abajo de las perneras y tiró de las dos puntas a la vez
sacándole los pantalones en un sólo movimiento rápido y eficaz. La había dejado
en braguitas y sujetador.
Con ambas
manos, comenzó a acariciarle la parte de delante de los muslos desde las
rodillas hacia las caderas.
-Me haces
cosquillas- le sonrió pícara.
Ella se
levantó y se puso de rodillas enfrente de él. De un empujón, hizo que se
tumbase boca arriba en el sofá. Le abrió la camisa, cogió una copa de vino y
derramó un poco sobre sus abdominales manchándole el pantalón. El vino estaba
frío y Antonio dio un respingo al tiempo que se le endurecían los pezones.
Carol empezó a besarle por donde había caído el vino.
La erección
se hizo visible a través del pantalón desabrochado de Antonio.
Ella miró el
bulto que era ostensible debajo de sus Unno. Carol sonrió, le miró a los
ojos y metió la mano dentro de sus bóxer ajustables. Cogió su miembro con
firmeza y le sonrió.
-¿Ya estás
así?-le susurró con picardía.
-En La
Cigale no hablabas tanto- susurró él.
Carol
sonrió, le acarició con suavidad el pene, sacó otra vez la mano de su paquete y
le terminó de quitar los pantalones y los calzoncillos. Se puso a horcajadas
encima de Antonio y empezó a frotar sus partes íntimas contra su pene
ejerciendo presión sobre él a través de sus braguitas. Se irguió y apretó
contra su órgano presionando su clítoris en cada nueva embestida.
De repente
se levantó y se puso de pie.
-¿Qué haces?- preguntó
él con voz entrecortada por la excitación.
-Ahora
vengo- dijo ella mirándole cómplice.
Antonio
la vio salir del salón. De espaldas en braguitas y sujetador estaba muy sexy.
Al momento
Carol volvió con una sonrisa de oreja a oreja. Le tiró un paquetito a Antonio
que seguía acostado con la camisa abierta como única indumentaria.
Antonio miró
lo que le había tirado Carol, durex pudo leer en el paquetito de color
plata y azul con letras blancas.
***
Antonio
seguía durmiendo en la cama.
Carol se
levantó con un poco de resaca. Era viernes y tenía que ir a trabajar. Le
dejaría dormir un poco más y después le despertaría para que se marchase.
Se puso unas
braguitas limpias y una camiseta Bazinga!
Fue al salón
a ordenarlo un poco. Recogió los pantalones de Antonio que estaban tirados por
el suelo.
En la
alfombra, dónde antes estaban los pantalones, había un llavero de Cruzcampo y
un papel blanco medio arrugado.
Era un
ticket de compra de la Fnac. El Guardián Entre El Centeno 20,50€.
* BSO Nuevas Sensaciones- Los Planetas
*Disfrutad
del fin de semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario