*Continuación de La Noche Que Lo Cambió Todo (parte 1) y La Noche Que Lo Cambió Todo (parte 2). Invítame A Un Chupito.
-¡Hola!- dijo él saludando a la chica.
-¡Hola!- dijo ella sonriendo.
-¡Invítame a un chupito!- dijo Marc.
-¿Qué?- dijo ella extrañada.
-¿No eres de la Comisión?- dijo él. Ella asintió con la cabeza sonriendo.
-Pues que si me invitas a un chupito- explicó él. Ella rio.
-Pero me tienes que comprar la entrada para Pachá antes- dijo ella- invitamos a chupitos a quienes compran la entrada para pagarnos el viaje.
-Bueno, tú invítame al chupito y luego te compro la entrada- dijo él sonriendo.
Ella le miró condescendiente y sonrió.
-¡Qué morro tienes! Anda vamos- los dos se dirigieron a la barra y ella pidió dos chupitos. Brindaron y los bebieron de golpe.
-Recuerdo que me dijiste que eres de Alcoi- dijo Marc. Ella asintió- ¿Y vienes todos los días?
-No, entre semana estoy en Alicante- respondió ella. El asentía prestando atención.
-Lo que no recuerdo es cómo me dijiste que te llamabas. Yo soy Marc.
-Me llamo Raquel.
***
Alberto prestaba atención a la chica rubia que no paraba de parlotear.
-¡Qué grunge eres tío!- dijo ella mientras soltaba una risotada.
Alberto sonrió, metió las manos en los bolsillos y hundió la barbilla en el cuello de la camisa.
-¿Por?- dijo Alberto.
-Está muy chulo el brazalete que llevas- dijo ella.
-Es un salvatablas- explicó él hablándole a los botones de la camisa- hago windsurf, se me rompió el domingo y ya me lo he dejado- ella dio una carcajada y le empujó suavemente. Alberto estuvo a punto de perder el pie.
Al recolocar la postura, vio a Marc que estaba hablando con las chicas esas de Novelda.
Marc no tenía remedio. Le había dado por ir con ellas a la biblioteca a estudiar a mediodía todos los días. Él les había acompañado un par de veces y se había sentido fuera de lugar. Marc, como siempre, no tenía ningún problema en hablar con ellas de lo que fuese, era la ventaja de ser el nexo de unión de Marc y de Claudio. Él era muy tímido y Marc siempre le presentaba alguna chica que conocía, o cuando salían de marcha, era el que se encargaba de romper el hielo. Claudio y sus ojos, las encandilaba. Él necesitaba cuatro o cinco copas para soltarse y hablar con ellas.
Lo que no entendía de Marc, era qué hacía quedando tanto con esas tres de Novelda que además tenían novio.
Entonces vio a Marisa.