*Relacionado con Siberia
Las piedras
gruñían debajo de ellos. A cada paso, los crujidos del camino, amortiguaban el
silencio de las ramas, solamente roto por la suela de sus zapatos.
-¿De verdad
te apetece?
-Sí.
Las cortas
sombras jugaban a arrancar destellos de su melena, en una desordenada acuarela
de tonos pajizos y bronces.
-¿Pero donde
es?- preguntó ella. Él señaló con el dedo detrás de los árboles. Le pasó una
mano por detrás de su chaqueta tweed de LloYd´s animando a su espalda a
continuar hacia la casetas de madera que se escabullían detrás de los troncos
de unas acacias.
-¿Qué se
supone que vamos a ver aquí?- su pie resbaló con un guijarro del camino-
¡Jolín! Y yo con tacones-. Marc le sujetó por la cintura.
-Pensé que
te gustaría ir a la Feria- le sonrió él.
Unas casetas
de madera blanca se alineaban a ambos lados del camino de tierra pisada, aún
húmeda por la primavera. Allí donde las siluetas de las copas de los árboles no
llegaban a abrazar las parcelas del terreno, se podía ver a parejas y grupos de
amigos, tumbados en el césped, disfrutando de la digestión, remoloneando a la
tarde que comenzaba, rendidos al cálido
baño de los rayos del sol.
Algunas
casetas, madrugadoras, ya habían
levantado sus toldos de madera anunciando a los visitantes que daban por
comenzada la jornada vespertina.
El
reluciente brillo de una calva, que iba acompañado al brazo de un cardado
tintado de rojo, se demoraba por los primeros puestos, ojeando con parsimonia
cada uno de los ejemplares expuestos, preguntando a una aburrida barba
descuidada, mientras señalaba el que tenía más a mano.
-No sé qué
es lo que se supone que hemos venido a ver aquí- gruñó ella.
-Sonia, a mi
me gusta bucear en los estantes por ver las novedades. Además, a veces encuentras
algún ejemplar que falta de una colección o algún título de un autor que es
difícil de encontrar- explicó Marc- me gusta venir y respirar el olor a
celulosa y manosear el papel barato y sin tintar de los libros de bolsillo. Es
muy probable que en unos años, ya no existan los libros de papel.
-¿Por dónde
empezamos?- Sonya le regaló una mueca burlona.
-Si quieres
vamos a las firmas científicas por si quieres ver algún libro de fotografías de
bilogía.
-Jolín, ¿Qué
quieres, que me vaya ya?- se quejó Sonya. El camino, más transitado, libre de
pequeños cantos, hacía más estable su caminar.
-Vamos a ver
si viene algún escritor esta tarde y hay firma de libros- propuso Marc-
compramos un ejemplar y que nos lo dedique.
-Eres un
friki- sus pasos les dirigían a una caseta que estaba abriendo en ese momento
su portón.
Marc comenzó
a ojear los lomos de los ejemplares, sin ningún objetivo en concret, curioso a
los nombres y sus autores.
-La Insoportable
Levedad del Ser- susurró la voz de Sonya.
-Lo he leído-
dijo distraído Marc- muy bueno, pero hay que tener ganas para cenarse algo así
después de todo el día trabajando.
-¿Por?
-Porque
habla de las parejas y el sentido y objetivo de la vida. Se ve que la absenta
ayuda a los checos a ser unos comebolas.
-En mi país,
en el colegio, era obligatorio leer a Kafka- reflexionó Sonya. Sus finos dedos
acariciaban las letras en relieve de algunos títulos. Se despidieron de una chica
que les ignoró atenta a su móvil detrás de una pila de libros.
En el
siguiente puesto abierto, un grupo de chicas se arremolinaban en torno a unos
ejemplares de tapa dura, impidiendo acercarse a los libros.
-¿Qué pasa
aquí?- preguntó curiosa Sonya.
A Marc le
saltó un globo en la pantalla del iPhone y sonrió.
“ufff, no es mi rollo…ahaha”
-Voy un momento
a por un café ¿Quieres un té?
-Ya tuvimos
bastante té el otro día- miró cómplice Sonya- me quedo a ver si averiguo de qué
va esto.
Marc encaminó sus pasos hacia una caseta de madera
de pino sin tratar que hacía las veces de cafetería y cantina mientras tocaba con el dedo índice la pantalla del móvil.
Una mujer
daba la espada a Marc mientras esperaba su turno. Un tres cuartos color camel,
arropaba sus hombros. Un bolso cayó del brazo del abrigo. Marc se agachó para
recogerlo del suelo.
-¡Hostia!-
exclamó Marc mientras se frotaba con la mano la frente.
-Perdón-
dijo la señora- te he dado con el codo sin querer, no te he visto.
Marc tendió
el bolso, retornándoselo a la señora, mientras se seguía tocando la cabeza.
-¿Te he
hecho daño?
-¡No que va!-
sonrió Marc- Yo es que de vez en cuando me dedico a estampar la frente contra
el codo de la gente.
La señora
le devolvió la sonrisa. Marc se puso a su lado en la barra esperando para
pedir. El camarero interrogó con un movimiento de cabeza.
-Me pones
una manzanilla- pidió la señora- ¿Qué tomas tú?
-Un café
solo- le pidió directamente al camarero.
-¿De verdad
que estás bien? Es que este bolso se me cae cada dos por tres.
-No se
preocupe, tengo la cabeza dura.
-Tutéame por
favor.
-Me llamo Marc.
¿Has venido buscando algún libro en particular?- ella le sonrió.
-No, he
venido por trabajo. Yo me llamo Rosa.
-¿Estás en
un stand?- Rosa volvió a sonreír, miró
a Marc de arriba abajo y prestó su atención a la manzanilla.
-Sí- se
limitó a afirmar ella.
-Vaya rollo,
yo cada vez que os veo trabajando a los de las ferias, sea de lo que sea,
sentados y la gente que os ignoramos, me parece que se deben de hacer eternas
las horas- Rosa le miraba divertida mientras echaba medio sobre de azúcar en su
infusión.
-¿Y tú? ¿Has
venido buscando algo en particular?
-No, porque
los libros que voy a regalar ya los compré hace unos días, no me espero al día
de Sant Jordi para buscarlo. Pero si veo algo que me guste, quizá me lo compre
para mí.
-¡Vaya! Alguien
que sigue comprando libros- le sonrió ella. Marc le devolvió la sonrisa.
-Sí, me
gusta lo suaves que se quedan los dedos después de manosear el papel, aunque reconozco que también me bajo algo. Pero si me gusta de verdad, acabo comprándolo en papel igualmente.
-¿Y qué
estás leyendo ahora?
-Uno de
Punset, Excusas Para No Pensar.
-Lo he
leído- se limitó a sentenciar Rosa- ¿Y novela, qué te gusta?
-Lo último
que leí, fue Como Los Cuervos de Jeffrey Archer- Rosa volvió a sonreír como
para sí misma.
-¿Te gusta
la novela romántica?
-Me gusta un
poco todo, en definitiva que me guste, me dejo aconsejar por las amistades. Así puedo tener a quién echarle la culpa si no me gusta- los dos sonrieron.
-¿Y novela
española?
-Hace tiempo
me leí La Loca de La Casa y me gustó mucho- Rosa se le quedó mirando con media
sonrisa en los labios, removió la manzanilla, dio un trago y volvió a mirarle.
- ¿Y a ti,
qué te gusta leer?- preguntó Marc, Rosa tardó unos segundos en contestar.
-Cuando te
dedicas al mundo del libro, no lees mucho en realidad, porque es más bien un
trabajo y te satura todo el día, pero me gustan tus gustos literarios.
Marc bebió
su café solo sin azúcar en tres tragos. Pensó que era bastante malo y que
probablemente la máquina llevaba mucho tiempo sin descalcificar.
-¿Qué le
debo?- preguntó Marc al camarero señalando las dos tazas vacías.
-Dos con
sesenta.
Rosa abrió
el bolso y sacó el monedero.
-No déjalo,
te invito yo- dijo Marc.
-De eso
nada, te invito yo que casi te abro a cabeza- se negó Rosa.
-¡Qué va!-
sonrió Marc.
Rosa se puso
de lado, delante de Marc y consiguió que el camarero cogiese el billete de
cinco euros que le estaba tendiendo.
Marc se dio
por vencido.
-Bueno, pues
gracias Rosa.
Los dos
abandonaron la improvisada cafetería.
-¿En qué
stand estás?- preguntó Marc- A ver si vendes algo que me interese.
-En ese de ahí
enfrente- señaló Rosa con la cabeza.
-Anda, pues
mira, allí es donde me están esperando, te acompaño entonces.
Se había
formado una cola de unas treinta personas delante de la caseta de madera
blanca. Las personas, se dirigían al puesto, compraban un ejemplar y aguardaban
su turno en la fila. Sonya estaba entre las diez primeras ojeando un libro.
-¿Qué has
comprado?- preguntó Marc. Sonya levantó la mirada de las hojas y le sonrió.
-La Ridícula
Idea De No Volver A Verte- leyó en la tapa- lo he cogido porque la escritora
viene en un rato y los va a firmar.
-Luego me
dices a mí friki- dijo Marc.
-Será que
todo se pega- dijo Sonya empujándole con el hombro. La cola comenzó a avanzar-
Lo he empezado a leer y es muy divertido- dijo ella.
Marc se puso
a su lado y leyó distraído por encima de su hombro, captando párrafos al azar
por hacer tiempo, deseando que llegase su turno para que le firmasen el libro a
Sonya y poder seguir mirando por la Feria. La última persona antes de ellos,
recibió su ejemplar autografiado y les tocó su turno. Él se quedó con la boca
abierta.
-¿Hola Marc
qué tal esa cabeza?
*Gracias
otra vez Rosa Montero, no me hiciste nada de daño. El autógrafo en realidad pertenece al libro La Loca De La Casa.(Nota del Autor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario