Elena terminó a las ocho de la
tarde de trabajar. Metió en una bolsa de Tintoretto los zapatos de tacón, la
blusa dorado cava y los pantalones de vestir que llevaba anoche, y acudió a la
cita que le había propuesto Alberto en el post it.
La calle Juan Bravo estaba lo suficiente
cerca para ir caminando y lo suficiente lejos para que fuese improbable encontrarse
a ningún compañero del trabajo. No sabía por qué motivo, iba acelerando el
paso, se sentía nerviosa, como si estuviese haciendo algo prohibido.
Torció la esquina de la calle Príncipe
de Vergara y vio que Alberto estaba consultando el móvil en la puerta del bar,
esperándole.
-¡Hola!- el saludo fue más bien
un susurro detrás de una sonrisa nerviosa.
Elena apoyó su mano izquierda en
el hombro de Alberto y se acercó a él. Alberto posó su mano en la parte baja de
la espalda de Elena y la atrajo ligeramente hacia si. Se dieron dos marcados
besos en las mejillas.
-¿Qué tal estás?- le sonrió
Alberto- Vamos dentro que con este viento nos congelamos.
Echaron un vistazo al local y
tomaron asiento en una mesa del fondo. Uno al lado del otro.
-¿Qué tal has pasado el día?-
preguntó él.
Elena sonrió y le miró con cara
de complicidad.
-Cansadísima- dijo mientras le
regalaba una mirada pícara- ¿Y tú?
-Deseando que terminase para
encontrarme contigo.
Elena se miró las manos mientras
sonreía y volvió a mirarle a los ojos.
-¿Qué os pongo?- la voz del
camarero interrumpió el momento.
-Yo un vino blanco- dijo Elena.
-Otro- dijo Alberto- ¿Qué tienes?
-Verdejo.
-Dos verdejos entonces- sentenció
Alberto.
No habían podido, ni querido,
encontrarse en todo el día.
La genial idea del Boss de
organizar una cena de empresa un jueves y tener que trabajar al día siguiente
en horario normal, había dado como resultado uno de los días menos productivos
que se podían dar. Todos los compañeros, hacían su particular remember y high
lights de la fiesta de anoche, prestando más interés por las conversaciones
privadas que la atención a los clientes y sus quehaceres profesionales. Parece
que nadie había reparado en que Alberto y Elena habían desaparecido juntos de
la fiesta.
Alberto y Elena hablaron de esto,
de cómo a la gente les gusta recordar los buenos momentos pasados sólo hacía
unas horas y las ganas que tenían todos de repetir ese tipo de salidas, las
buenas intenciones de hacerlo al margen del Boss. Propuestas que después nunca
se materializaban ni se materializarían.
No hablaron de su noche, la
tenían aún demasiado reciente y era confuso hablar de ello. Los dos sabían lo
que había pasado y cada uno tenía su recuerdo vivo e íntimo de lo ocurrido.
Aprovechando la llegada del
camarero con las copas, guardaron unos instantes de silencio incluso momentos
después de que el camarero se hubiese marchado con su bandeja.
-Elena ¿Qué vas a hacer el fin de
semana?
-Mañana por la mañana, trabajar,
me toca cierre de balance- dijo ella apesadumbrada.
-Digo después- insistió Alberto.
Elena guardó silencio. ¿Qué
contestar? ¿Qué decir? Aguardó a escuchar su propuesta.
Alberto dio un largo trago de su copa de vino.
-¿Quieres que pasemos el fin de
semana en Toledo?
Elena quedó sorprendida ante lo
que estaba escuchando y no respondió enseguida.
-Continúa.
-Tengo unas noches de Hotel
pagadas por los puntos de la tarjeta de la gasolina. Hay un Parador en Toledo,
el Parador Doménico, que entra en la promoción. Claudio me comentó que ha ido
alguna vez y que está muy bien.
Elena le devolvía una mirada
interrogante.
-Te puedo recoger con el coche a
las dos, después de trabajar. De aquí a Toledo, un Sábado, llegamos en tres cuartos de
hora y pasamos el fin de semana visitando Toledo- dijo Alberto al que
le faltó aire para soltar las últimas palabras de la exposición- si te apetece
claro.
Elena se acercó a Alberto
sonriéndole con la mirada y le dio un suave beso en los labios.
-Pues claro que me apetece.
***
Alberto había ido alguna vez a
visitar Toledo.
Era una de sus escapadas de
Domingo por la mañana que más le gustaba desde que vivía en Madrid. Estaba lo
suficientemente cerca de la capital como para no tener que madrugar y poder
remolonear en la ciudad después de comer sin temor a que se hiciese tarde y
pillar el tráfico típico de retorno de fin de semana de Domingo por la tarde-noche.
A pesar de que conocía un poco
Toledo, le costó encontrar Los Cigarrales. El paraje donde se ubicaba el Hotel,
estaba un poco apartado del casco antiguo.
Cuando llegaron al Parador, las
vistas de la ciudad eran espectaculares.
Se registraron en la recepción
del Hotel y subieron a la habitación. Dejaron el equipaje sin deshacer y
volvieron al ascensor para bajar a coger el coche e ir a la ciudad a comer.
-¿Qué te parece si nos quedamos a
comer en el restaurante del Parador?- propuso Alberto- con lo tarde que es, si
tenemos que bajar a Toledo, dejar el coche abajo, subir caminando y encontrar
un sitio para comer, se nos van a hacer las cuatro y lo mismo no nos sirven.
-Has tenido una buena idea,
porque estoy hambrienta- dijo Elena.
No había muchas mesas ocupadas en
el comedor del restaurante. Un camarero les trajo la carta y les informó de las
sugerencias del chef.
Como especialidades de la
temporada, abundaban los platos con carne de caza.
-Yo creo que voy a tomar el "venado
a la reducción de naranja y cacao"- dijo Alberto.
-No sé si pedir la codorniz- Elena
volvió a abrir la carta- no sé si pedir la liebre…
-A mí la liebre no me gusta- dijo
Alberto.
-¿No es como el conejo?
-El bicho sí que se parece, pero
la carne no tiene nada que ver. La de liebre es más fuerte.
-Entonces no.
-Por lo menos "liebre a la
cazadora", que la hacía mi abuela Sofía que era extremeña.
-¿Era?- dijo Elena- Será que es
extremeña.
Al momento cayó en su error y
puso una mueca de disgusto.
-¡Ostras! Lo siento.
-No pasa nada- le sonrió Alberto-
De todas formas, a pesar de lo que dicen de la cocina de las abuelas, a mi no
me gustaban los platos de mi abuela Sofía, sólo me encantaba la tortilla de
espinacas que me hacía para merendar y los bocadillos de calamares. El resto de
platos extremeños, no me gustaban tanto como los de mi otra abuela, Carmen, que
hacía los mejores arroces de conejo, criados por ella, del mundo.
-Eso será con permiso de mi
abuela- le sonrió agradecida Elena por quitarle hierro al asunto- que es la
mejor cocinera del mundo.
-Te equivocas- dijo Alberto- la
mejor cocinera del mundo es la abuela y la madre de cada uno y eso no admite
discusión. Aunque, para mí, la mejor cocinera del mundo, es mi Tata Paqui.
-¿Tienes una hermana?
-No- sonrió Alberto- es una
hermana de mi madre. Como mi madre trabajaba, me crió hasta los cuatro años. Yo
no tengo hermanos.
Al final Elena se decidió por la codorniz.
Cargaron la cuenta a la habitación
214.
Cuando dieron buena cuenta de la
comida, Elena propuso volver a la habitación y descansar un poco. Entre el Jueves
por la noche que no había dormido, el Viernes que había trabajado todo el día y
el Sábado que había trabajado de diez a dos, estaba muy apagada.
Elena abrió su Samsonite, sacó
unos pantalones de deporte, una camiseta de Sergio Tacchini y una sudadera con
capucha, entró en el cuarto de baño y se cambió de ropa.
Alberto se preguntó qué habría
metido en esa maleta tan grande para un día y medio que iban a pasar en Toledo.
Comparado con su equipaje, una bolsa de deporte de Puma medio vacía, parecía
que Elena se hubiese ido una semana de viaje.
Alberto se quitó la camisa blanca de
Massimo Dutti que llevaba puesta y se puso una camiseta Duff, pero no se cambió los
pantalones vaqueros.
Al ver salir a Elena del cuarto
de baño, en ropa sport, Alberto se quedó con la boca abierta.
-Estás incluso más guapa que
cuando vas tan arreglada a diario.
-Gracias- dijo ella al tiempo que
se ruborizaba.
Alberto dio un salto y se tumbó
de lado encima de la colcha del hotel.
-Ven que te he dejado un sitio.
Elena dio una carcajada y se
acostó a su lado.
Se besaron suavemente durante
unos momentos mientras sus manos jugaban a reconocer sus caras, sus cuellos y
sus cabellos.
-Alberto- susurró Elena mientras
se besaban- estoy muy cansada. ¿Te importa que duerma un rato?
-Importarme si que me importa-
susurró él. Al momento le guiñó un ojo-. ¿Qué me va a importar? Tienes que
estar reventada. Duerme que yo vigilo que nadie te despierte.
Elena le sonrió.
-¿Te importa que ponga la tele?-
le preguntó él.
-¡Mejor!- dijo ella- así me ayuda
a coger el sueño.
Alberto encendió la televisión.
-Mira, hacen Mi Segunda Vez de
Catherine Zeta-Jones.
-La he visto- dijo Elena- pero
déjala si quieres. Me gusta.
Elena se abrazó a Alberto y apoyó
la cabeza en su pecho. No tardó mucho en quedarse dormida. Él tampoco.
Elena estaba desorientada. Estaba durmiendo en la cama y estaba tapada por una manta azul marino. La tenue luz amarilla de dos mesitas de noche, dejaban la estancia en semipenumbras.
Elena estaba desorientada. Estaba durmiendo en la cama y estaba tapada por una manta azul marino. La tenue luz amarilla de dos mesitas de noche, dejaban la estancia en semipenumbras.
Alberto estaba sentado en un
sillón escribiendo algo en el móvil. Elena se le quedó mirando y le sonrió.
-¿Qué hora es?- dijo con voz
quebrada.
Alberto levantó la mirada que tenía
fija en la pantalla del iPhone y le devolvió la sonrisa.
-Son casi las siete.
-Bufff- resopló Elena- ¿Por qué no
me has llamado antes?
-¿Qué no eh?- dijo Alberto al
tiempo que se levantaba del sillón y se acercaba a ella- Te he intentado despertar
a las seis, me has dicho algo incoherente y te has girado.
-Lo siento- dijo Elena mientras
se frotaba las sienes- Hemos perdido toda la tarde.
-Por eso no te preocupes- sonrió
Alberto. Se acercó al ventanal de la habitación y descorrió la pesada cortina,
ya estaba muy oscuro- está diluviando.
-¿Está lloviendo?
-Llover es poco- le sonrió él-
¡Qué le vamos a hacer!
-Necesito una ducha.
-Sí, ya sé- dijo Alberto riendo-
Si no, no eres persona.
Elena le sonrió como pudo detrás de
la neblina que aún era su mirada. Buscó el neceser en el armario y entró en el
cuarto de baño.
Alberto cambió de canal, en
MarcaTv comenzaba un partido de fútbol de Segunda División. Mientras ojeaba el
partido, wasapeaba con los grupos de amigos para hacer tiempo.
Cuando los jugadores enfilaban el
túnel de vestuarios, Elena salió del cuarto de baño con el albornoz del hotel y
una toalla enrollada a la cabeza.
-¿Puedo pasar ya?- dijo Alberto
riendo.
-¿Cómo?- preguntó ella extrañada.
-Nada- dijo él sin darle
importancia- que voy a darme una ducha.
Elena se le acercó y le abrazó.
-Si querías entrar ¿Por qué no
has entrado cuando estaba yo en la ducha y me hubieses enjabonado la espalda?
-Sólo la espalda- dijo él al
tiempo que le abrazaba.
-Bueno- dijo ella arrastrando las
palabras detrás de una sonrisa- la espalda para empezar.
Los dos se besaron. Alberto tumbó
a Elena en la cama y ella se dejó besar el cuello.
-¡Vaya!- el teléfono de Elena
comenzó a sonar- Es el tono que he puesto cuando llama mi madre. Lo tengo que
coger.
Mientras Elena hablaba con su
madre, Alberto respiró hondo y entró en la ducha.
Volvió a salir ya afeitado y
duchado cuando comenzaba la segunda parte del partido. Elena seguía hablando
con su madre.
Esperó unos minutos a que Elena
terminase de hablar antes de vestirse, pero ella sólo le hacía gestos con la
mano de que callara y de “luego”.
Decidió que se vestiría y
esperaría a que ella decidiese qué iba a hacer.
Elena vio cómo Alberto se ponía
su ropa y observaba su imagen en el espejo de la habitación. Ella cogió la ropa
de la maleta y sin dejar de hablar, entró en el cuarto de baño y comenzó a
vestirse.
-¿Sigue lloviendo?
Fue lo primero que dijo al salir
del cuarto de baño.
-Sigue diluviando- bromeó
Alberto.
-Te has puesto muy guapo- le
sonrió ella.
Alberto se miró la camisa y los
pantalones de vestir que se había puesto y le regaló una sonrisa.
-Gracias- dijo un poco
extrañado- es para ir acorde contigo.
-¿Te apetece que nos tomemos una
copa en el bar del Hotel antes de ir a Toledo a cenar?
-Me parece buena idea, porque
pasear por las calles no va a ser muy agradable y aún es temprano para cenar.
Bajaron a recepción, preguntaron
por un restaurante para cenar en Toledo y ordenaron una reserva para dos a las
diez de la noche.
En el bar del hotel, pidieron un
par de Seagrams con Fentimans y piel de naranja.
Los efluvios del alcohol,
hicieron que la conversación fuese animada. Pasaron de hablar de libros, que
tanto les gustaba a los dos, a anécdotas de películas que encontraban bobas y
fallos de guión.
Alberto se asomó a la ventana del
bar y vio que no paraba de llover.
-¿Sigue?- preguntó ella.
-Sí. No caí en consultar el
tiempo. Lo siento.
Elena se acercó a él y le cogió
de la mano.
-Se me ocurre un plan- se puso
delante de él y puso cara de niña traviesa- ¿Qué te parece…- hizo que él le
pasase las manos por la cintura- si nos quedamos a cenar en el Hotel…-ella le pasó
los brazos por detrás de su nuca- y después subimos a la habitación a recuperar
el tiempo que he pasado durmiendo? Con la siesta que me he pegado, me va costar dormir esta noche.
-¿Dónde hay que firmar?- dijo él
sonriendo.
Por segunda vez en el día,
entraron en el comedor del restaurante. La carta de cenas era diferente a la del
servicio de comidas. Abundaban los pescados y mariscos.
-¿Pedimos ostras?- sugirió ella.
-¡Claro!- sonrió él- además que
dicen que son afrodisíacas.
Ordenaron la cena, esta vez
pescado para los dos.
-¿Nos trae la carta de vinos por
favor?- pidió Alberto. Cuando se la trajeron, se la enseñó a Elena- ¿Te apetece
alguno en particular?
-Alguno que esté bueno- rió
ella-. No sé pide tú.
-Mira, Finca La Colina- señaló
Alberto- además es el souvignon blanc que es el que más me gusta.
-¿Lo conoces?- preguntó ella.
-Sí, es más, he estado en la
bodega donde lo hacen y lo he probado en fase de elaboración.
-¡Vaya! ¿Te gusta mucho el vino?
-Gustar me gusta, pero no entiendo
mucho- explicó Alberto-. Este en particular, es que lo hace una íntima amiga
mía de Valladolid que es enólogo en la región de Rueda, La Seca y Toro. Ella es
químico, pero se sacó lo de enólogo. Tiene una empresa con laboratorio y presta
sus servicios a bodegas pequeñas que no pueden permitirse mantener un
laboratorio y un enólogo todo el año. Trabaja elaborando diferentes vinos que
son muy reconocidos por la sutileza y complejidad de aroma y sabor. Finca la
Colina es un vino premiado y se lo dieron cuando ella no tenía ni treinta años.
-¿Cómo de amiga es?
-Como de pillarnos pedales desde
que teníamos quince años y de dormir yo en su casa y ella en la mía. Sólo que
ella aprovechó las borracheras para ganarse la vida.
Las viandas de la cena eran muy
apetitosas y la conversación y el vino acompañaba.
De postre se les antojo Moët con
fresas.
Cargaron la cuenta a la
habitación 214.
Cuando subían en el ascensor a la
habitación, iban besándose y prometiéndose lo que vendría después.
Al llegar a la habitación, Elena
dijo que iba un momento al cuarto de baño. Alberto pudo escuchar el inequívoco
sonido de alguien regurgitando la comida.
-¿Elena?- preguntó él tocando la
puerta del aseo- ¿Elena, estás bien?
Elena salió del cuarto de baño en
unos momentos con la cara color ceniza.
-Creo que me ha sentado mal la
cena- Elena salió corriendo otra vez en dirección al inodoro.
Alberto entró y le sujetó la
cabeza mientras echaba hasta el higadillo.
Una vez terminó, Alberto
humedeció una toalla y le refrescó la cara.
-¿Quieres que vayamos a
Urgencias?
-No. Creo que ya estoy mejor.
-Habrán sido las ostras- dijo él.
-¡Qué mal!- dijo ella a punto de
llorar- Vaya fin de semana te estoy dando.
-¡Eh!- susurró él al tiempo que
le abrazaba- ¡Eh! Mírame, no me estás dando ningún fin de semana. Lo estoy
pasando bien. Al menos original sí que está siendo.
Elena sonrió entre lágrimas.
-¿Quieres que nos acostemos y charlamos de nuestras cosas? Me gusta
escucharte hablar- propuso él.
-Pues de oírme hablar te cansarás.
Elena sacó su pijama de la maleta
y se lo puso. Alberto no usaba pijama, con una camiseta blanca de algodón y
unos bóxer de cuadros de hilo le sobraba.
-¡Madre mía! Ahora sí que no me
engañas- dijo exagerando Alberto.
-¿Qué pasa?- pregunto ella
extrañada.
-Ya te he descubierto, tú no
tenías ninguna intención de que hiciésemos el amor hoy.
Elena le miraba arrugando la
frente.
-Ese pijama de felpa que
llevas puesto- dijo él entre carcajadas- es lo menos sexy que he visto en mi
vida.
-Serás capullo- dijo ella riendo-
Es que es muy calentito y yo soy muy friolera.
-¡Es un repelente de chicos! ¡Por
Dios!
-¡Ay! No me vaciles que después de
vomitar me duele la cabeza- dijo ella riendo.
Alberto se sirvió una copa del
minibar de la habitación. Estuvieron riendo y charlando hasta que Elena se
quedó dormida abrazada a Alberto.
Al día siguiente, Alberto despertó
a Elena a las diez de la mañana.
-Buenos días dormilona.
-Hola- Elena hundió la cabeza en
la almohada.
-¿Qué tal te encuentras hoy?
-Creo que mejor- dijo ella
desperezándose- Mejor. He pasado buena noche- dijo sonriéndole-. Te daría un beso
de buenos días, pero noto la garganta amarga.
-A mí no me importa- dijo él
peinándole con los dedos de la mano.
-A mí sí- dijo ella-. Un momento
que me dé mi ducha para sentirme persona y te prometo que ahora nada te va
salvar de que te eche un buen polvo.
Alberto empezó a reír a
carcajadas.
Elena entró en el cuarto de baño.
Alberto se dedicó a recoger sus cosas en su bolsa de deporte y a doblar la ropa
que había usado Elena para que le fuese más fácil guardarla en su maleta. Pensó
que si no iban a bajar ya, perderían el servicio de desayunos del hotel. Bueno
ya desayunarían en otro sitio.
-¡Alberto!- Alberto escuchó que
Elena le llamaba desde la ducha-¡Alberto!
-Dime.
-No sale agua caliente.
-¿Cómo?
-Que no sale agua caliente.
-Espera que pruebe en el grifo
del lavabo- Alberto abrió la manecilla izquierda que daba paso al agua
caliente, puso la mano debajo del caudal de agua que salía del grifo y notó que
el agua salía helada. Después de esperar un par de minutos, se convenció de que
el agua no saldría caliente.
-Voy a llamar al Servicio de Habitaciones
a ver qué pasa.
Después de intentarlo un par de
veces, sólo conseguía que un rítmico pitido le indicase que el teléfono
comunicaba.
-¡Joder!- maldijo- Debe de estar
llamando todo el mundo. Anda sal de la ducha, que voy a bajar a recepción a ver
qué pasa.
Se puso los vaqueros, los Asics
sin calcetines y ni si quiera se cambió la camiseta con la que había dormido y
salió dando un portazo.
Volvió unos cinco minutos más
tarde. Elena estaba en albornoz recogiendo su ropa en la maleta.
-Nada, que no hay agua caliente-
dijo Alberto apesadumbrado- que se ha roto la caldera y el técnico ha ido al
almacén de Madrid y tardarán dos o tres horas en arreglarla.
-Bueno, no pasa nada- dijo ella-
he descubierto que también soy persona sin necesidad de una ducha.
-Lo único bueno es que en
compensación, no nos cobran nada de lo que hemos consumido, así que nos ha salido
el viaje gratis.
-Mira, algo es algo.
-Bueno ¿Qué hacemos? ¿Nos
arreglamos y vamos a ver Toledo y comemos por ahí?
Elena se acercó a Alberto y le
abrazó.
-No te enfades hombre, que no
pasa nada. Me ha gustado pasar el fin de semana contigo- dijo ella- ¿Qué te
parece si vamos a tu casa, nos duchamos y vamos a dar una vuelta por Madrid?
Recogieron sus cosas y se
subieron al coche.
Se incorporaron a la A-42 en dirección Madrid. Iban riendo recordando el desastre de fin de semana que habían pasado en Toledo y pensando lo a gusto que habían estado los dos juntos.
Se incorporaron a la A-42 en dirección Madrid. Iban riendo recordando el desastre de fin de semana que habían pasado en Toledo y pensando lo a gusto que habían estado los dos juntos.
En el equipo de música del coche de Alberto
sonaba un EP de Dorian.
-Lo que siento es que no hayamos hecho el amor-
dijo Elena.
-No pasa nada Elena- dijo él- yo lo que quiero es verte amanecer.
Elena se le quedó mirando
sonriendo.
-Sal en esa salida.
-¿Cómo?- dijo él extrañado.
-Que salgas en esa salida-
insistió ella.
Alberto obedeció sin entender
nada. Se incorporaron a una carretera secundaria.
-Dirígete a ese grupo de encinas-
dirigió ella.
Alberto comenzó a comprender.
-No nos vamos a ir de Toledo sin
hacer lo que los dos queremos hacer.
"Yo que
lo hago todo al revés,
tengo un agujero en el bolsillo
y sal de mar en la piel.
Para qué creer en Dios,
Si él no cree en nosotros,
Yo que encontré mi lugar,
En el color de tus ojos,
en el fondo todo lo que quiero,
es verte amanecer."
*BSO Verte Amanecer- Dorian
*Continuación de Espera y Sueños Días
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