Si estáis con el ordenador y no es mudo, os recomiendo pinchar aquí para disfrutar del relato.(Nota del A.)
Montones de nieve sucia bordeaban la carretera comarcal.
- En el cruce a la derecha- señaló Claudio.
En el giro, se enfrentaron a la majestuosa imagen del Veleta. Blanco, frío, como una fortaleza de mármol.
-Por ese camino a la izquierda- Claudio les dirigió a abandonar el asfalto hacia un camino de barro.
Se adentraron en una región de antiguas casonas de la campiña granadina.
Casas separadas de sus vecinas por viejos campos de cultivo abandonados hace tiempo. El esqueleto de algún almendro disperso recordaba lo que debió de ser la comarca un siglo atrás.
-Es esa- Claudio señaló una antigua casa de campo de desconchadas paredes encaladas que no tenía muro ni valla, custodiada por un maltrecho y quemado jardín.
Alberto detuvo el coche frente al porche orientado al sur que daba acceso a la puerta de la casa.
-¡Primo!- Claudio y un chico desgarbado, de melena despeinada y sin afeitar se fundieron en un abrazo.
-Yo soy Paco- se presentó el anfitrión- Bienvenidos.
Ariadna le saludó con un abrazo y dos besos surgidos del afecto de personas que ya se conocían.
-Hola yo soy Alberto y ella es Elena- se presentó la pareja de acompañantes.
-Pasad dentro que en la calle hace un frío de mil demonios- invitó el nuevo amigo.
-La casa la tengo alquilada por muy poco dinero- explicó el anfitrión mientras les hacía pasar al interior de la vivienda-. Aquí vivía una señora que se tuvieron que llevar a la Residencia de Las Carmelitas cuando ya no se pudo valer por sí misma. Murió el año pasado y la heredó un sobrino que vive en Alicante.
-Está un poco hecha polvo- prosiguió mientras ya todos estaban dentro de la casa en un pequeño recibidor- Esa de la izquierda es mi habitación. Era una antigua sala de estar, pero saqué dos sillones orejeros que había, tiré la televisión que no funcionaba y puse la cama y el colchón ahí. Es la habitación más cálida de la casa porque da a mediodía.
-Eso de la derecha es la cocina- señaló Paco aún desde el recibidor- No tengo mucho en la nevera porque salgo a trabajar a las cinco y vuelvo a las siete de la mañana y me paso casi todo el día durmiendo. Solo hay cervezas y un jamón que me trajo mi madre hace un mes.
-No te preocupes- dijo Claudio- hemos traído cosas para desayuno y la idea es comer arriba y cenar en Granada de tapas.
-Hay platos y vasos y los dos armarios están vacíos. La puerta no se puede cerrar- prosiguió Paco.
Entraron en la pequeña cocina chapada de azulejos blancos y azules donde la fotografía sepia de una señora de unos cuarenta años de pelo recogido en un moño que vestía de negro, les recibió con una mirada penetrante.
-Esa era Doña Teodora, la antigua dueña de la casa- dijo Paco señalando la fotografía de la pared.