martes, 8 de enero de 2013

Espera


-Tenía dos años menos que yo y era cincuenta veces más inteligente. Era también el mejor en muchos aspectos- dijo Elena.
-Eso es de El Guardián Entre el Centeno.
-¡Vaya! Yo lo estoy leyendo ahora.
-¿Y qué tal?


-Un poco raro, pero me gustan los libros de gente al margen de la sociedad.
-Si te gusta, te recomiendo Escupiré Sobre Vuestra Tumba de Boris Vian. 
Está ambientado en la misma época más o menos. Un tipo con crítica a la sociedad moralista americana y con mucho sexo para la época en la que se escribió el libro. De hecho estuvo prohibido. 

-Te invito a un café.
-Pero si el de la máquina es gratis.
-Más barato me sale- los dos rieron-. ¿Cómo lo tomas?
-En vaso de plástico, sin café, ni azúcar, con agua caliente y bolsita de té - dijo Elena.
Alberto sonrió.
-Te acompaño. Probaré ese café a la Elena, pero yo con azúcar.

Yolanda apareció por recepción
- Alberto, ya hemos terminado. Claudio se queda de guardia.
-Bueno, probaré ese café otro día. Me tengo que ir. Ya sabes que al Boss no le gusta vernos por aquí sin hacer nada. Que te sea leve.

***
Alberto bajó en su parada de metro. Tenía la suerte de que la línea coincidía con la de su trabajo, así que tardaba muy poco en ir a su piso compartido.
Enfrente de su salida había un McDonalds. Él se dirigió al bar de al lado.
-¿Me pones un bocata de calamares a la plancha con salsa picante para llevar? Y una caña mientras espero.
-¿No se queda a ver el partido jefe?
-Paso Jácome, con Casillas en plan paralotodo, paso.


-A ver cómo nos organizamos. ¿Quién ha traído coche?
-Yo voy con Isa y Ariadna, caben dos más, Asun y Yolanda. Claudio…
-He venido en moto. ¿Entonces para donde tenemos pases?- preguntó Claudio.
-¿Y eso donde está?- carcajadas generalizadas-. Vale, en Serrano 41.
-Alberto, yo voy contigo- dijo Elena.
-Venga, así me dices cómo llegar, que ya me ha costado encontrar el restaurante.
-Id cogiendo los pases y nos vemos allí- dijo Yolanda.

-¿No serás una adorable-odiosa Géminis?
Elena sonrió.
-¿Cómo?
Alberto también sonrió.
-Por la música. Primero ese Bodrio y después me pones La Roux, que es de mis grupos favoritos.
-Claro, si te lo he cogido de la lista del itunes- hubo una pausa- ¿A qué te referías con lo de ¿cómo has dicho?... adorable...¿Géminis?
Alberto sonrió.
-Los Géminis son muy peculiares, haciendo honor a su signo, son en un momento el día, te prestan toda su atención, los mejores amigos del mundo, no te dejan de llamar y al siguiente momento, la noche, se olvidan de ti y no sabes si es que has hecho algo malo y como no te toca estar en su mente en ese momento, ya puedes llamarles que te ignoran. -Jajaja- Elena se desternillaba- ¡Pues sí que te caen bien!
-No te equivoques, yo les quiero, sólo tienes que entenderles y aceptarles tal y como son porque valen la pena. Mi mejor amigo, desde que nacimos, nos llevamos tres meses, es Géminis y vale la pena que sea mi amigo, porque en esos momentos en que estás en su vida, son momentos maravillosos y te hace sentir muy especial.
Los dos estaban con una sonrisa en los labios.

-Mira, una novia que tuve era Géminis. Era una chica que te hacía feliz a cada momento.
-Tuviste. Así que había un pero...
-Pero, durante el curso medio vivíamos juntos. Yo sabía que ella tenía un novio en el pueblo. Cuando llegó el verano, se volvió al pueblo. A los quince días de no verla, fui a Tarancón y me encontré con el pastel de que me decía que había decidido volver con su novio porque era su persona de toda la vida y lo nuestro le daba vértigo.
-¿Eso te dijo?- preguntó Elena con cara de asombro.
-No sé ni lo que me dijo. Algo así me parece recordar.
-¿Y aún así dices que te caen bien?- Elena se partía- y tú ¿qué signo eres?

-Libra.
-¡Oh! ¡Un comebolas!- le tomó el pelo ella.
-Jajaja, y que nos comemos mucho la bola también y queremos convencer a los demás.
-¡Muy argentinos! Yo soy Sagitario. ¿Cuál es tu signo favorito?
-No sé cómo se supone que son todos los signos, sólo los de la gente que conozco, pero los Piscis me caen muy bien... y los Sagitario también.
-Serás pelota. Mi novio es Piscis.
-¿Y qué tal es?
-Ahora mismo te quito la razón porque se está portando muy mal con nuestra relación- Elena dudó en si debía seguir contando. Lo estaba pasando muy bien y no quería historias serias.

-Trabaja para Cruzcampo. Empezó de comercial, hizo unos cursos de promoción interna y lleva tres meses en Zaragoza de subdirector de zona.
Cervecero! ¿Me conseguiría birra gratis? Suena a jefazo.
-Sí. Un poco jefe sí que es. Y está cambiando a un tipo de persona que no sé si me gusta- se estaba poniendo triste y eso Elena no iba a permitirlo- en fin. 
-Y esto de los horóscopos ¿Para qué crees tú qué sirve?
-Pues para hablar de algo mientras vas en el coche, en vez de si hace frío o si llueve, porque no sé si te has dado cuenta de que estamos perdidos.
-No estamos perdidos. Mira ahí esta Felipe Varela, un poco más abajo está Gucci y un poco más adelante a la izquierda es donde hemos quedado.

Aparcar no les llevó mucho rato. Un jueves noche, en la zona de oficinas, podías tener la suerte de encontrar sitio sin muchos problemas. Aún así, aparcaron a tres manzanas de la sala.
La acera no estaba en sus mejores condiciones y Elena llevaba mucho cuidado mirando dónde pisaba.
-Cógete a mi brazo.
-¡Que caballero!-dijo burlándose de él.
-Cógete anda que con esos taconazos te vas a matar.
Elena se cogió al brazo de Alberto. Ahora entendía a su abuela, a ella esto siempre le había parecido una cursilada de película de los años cincuenta, pero la verdad es que, con los tacones que se había puesto hoy, iba mucho mejor y ya iba perdiendo el miedo a matarse.

-Usas armani manía.
-¿Eres nariz de plata?- dijo Alberto.
-Trabajé unos meses en El Corte Inglés en el departamento de perfumes, en Armani Gloria Van der Bilt. Allí aprendí a maquillarme.
-Tú eras de esas que cuando pasas por la planta baja, primero disparan, te empapan de perfume y luego te dicen ¿Kouros de Yves Saint Laurent?
-No seas malo, es un trabajo muy duro. Todo el día de pie de punta en blanco y con la jefa de planta rondando todo el rato para que lo tengas todo ordenado y soportando a la gente, que somos unos pesados. A ver si te gusta el mío- Elena ladeó ligeramente la cabeza ofreciendo el cuello a Alberto.
Él se acercó al lóbulo de Elena e inspiró suavemente.
Un escalofrío recorrió a Elena de arriba a abajo. Tuvo suerte de estar cogida al brazo de Alberto o creyó que habría perdido el pie con esos tacones que se había puesto hoy.
-Me gusta
-Es A Scent de Issey Miyake- acertó a decir Elena con la voz quebrada.

Siguieron caminando sin decir nada durante unos pasos.
-¿Tú cómo es que no tienes novia?
-¿A ti quién te ha dicho que no tengo novia?- contestó él divertido.
Elena se quedó un poco cortada.
- Era una forma de preguntártelo.
-¿Tengo pinta de no tener novia?
Alberto se dio cuenta de que había sonado muy brusco y que se había puesto, no sabía por qué, a la defensiva.
-Pues la verdad es que no tengo novia- y se echó a reír.
A ella le apareció de nuevo la sonrisa en la cara.
Él dudó durante unos momentos si contarle su historia. Estaba muy a gusto y no quería volver a estropearlo.

-Entonces he acertado, ¿cómo es que no tienes novia?-volvió a preguntar Elena en broma.
Alberto esbozó una sonrisa amarga y sintió la necesidad de desahogarse.
-Pues mira. Hace unos meses que he salido de una relación de años- no sabía si seguir-. Durante una época de mi vida, no estaba a gusto conmigo mismo. Yo soy muy impulsivo y eso me llevó a una serie de relaciones intensas pero dolorosas y decidí cambiar- ya que estaba, iba a continuar. Ella no parecía que se estuviese asustando, más bien parecía tomarlo un poco a broma-. Así que busqué una relación convencional, con alguien dulce y buena persona, pensando que llevando una vida estándar sería feliz.
-Como en las series de la tele- dijo ella regalándole una sonrisa de complicidad.
Él sonrió, al menos parece que le comprendía.
-Sí. Una familia tipo Seven in Heaven.
-No te veo yo a ti de cura-bromeó Elena.
-Eh, el color negro es mi favorito.
-¿Porque adelgaza?
Él no pudo evitar soltar una carcajada. Alberto era más bien delgado.
-Bueno ¿Y qué pasó al final?
-Pues que no puedes auto engañarte durante mucho tiempo. Te vas minando por dentro, porque no te sientes como tú eres de verdad y haces daño a la otra persona. Así que llega un día que lo dejas. Cambias de ciudad...
-Y empiezas a trabajar en la empresa del Boss, donde se trabaja tanto que no da tiempo ni para pensar-le completó Elena.

Él pensó que Elena era divertida. En el trabajo siempre estaba seria, bueno en realidad, todos estaban serios. No había mucho tiempo libre. A él le daba la impresión de que las demás compañeras le hacían un poco el vacío. Según Claudio, eso era porque Elena iba maquillada y muy arreglada todos los días a trabajar y "las tías son muy celosas". A Alberto, Elena le parecía guapa. Tenía unos ojos negros ligeramente exóticos, muy a lo Nuria Roca y la cara plana con una nariz pequeña y un poco infantil. A parte de eso, el ir siempre con modelitos, probablemente de Zara, pero modelitos, la hacían más atractiva. A él en particular, no le importaba mucho si ella iba con la última falda o con los estupendos pantalones de vestir que llevaba hoy o en vaqueros de tiro largo. Lo que le estaba gustando de ella era lo inteligente y viva que parecía.

-¡Eh! ¿Dónde habéis  aparcado?
-¿Qué?
-¡Nosotros al lado de Recoletos!
-¿Qué?- Allí estaban todos y todas ya- Voy a pedir a la barra ¿Queréis algo?- ofreció Alberto.
-¡Si dices el nombre del Boss, las copas son gratis!- le dijo Claudio.

Dos copas después ya estaban todos haciendo el indio en una parte de la sala con los acordes de Enrique Iglesias.
Elena le dijo a Alberto.
-Te invito a un chupito.
-Se te ha pegado lo de invitar gratis.
Elena soltó una carcajada.
-Venga vamos a la barra.
-La verdad es que para lo mala que ha sido la cena, por lo menos la fiesta está bien- comentó él.
Durante un momento no sabían que decirse.

"You're the dust and I'm the rain...

Refugees atronaba en la sala. Elena elevó el tono de voz por encima del ambiente.
-¿Cómo se llamaba el libro que me comentaste el otro día?
Acercándose al hombro de Elena, Alberto contestó.
 -¿Qué?
-El libro que me comentaste, el de Boris Noseque- dijo Elena más cerca de él.
-Escupiré Sobre Vuestra Tumba.
-¿Te apetece que vayamos a tu casa y leemos los fragmentos que creas que me puedan gustar?

Alberto hizo una pausa de un segundo. Estaba seguro de lo que le había dicho, pero Elena era muy bromista y con la música tan alta, no podía interpretar su tono de voz ni el sentido de lo que le estaba proponiendo.
Como siempre, le miró a los ojos y volvió a acercarse a ella.
-Es un libro muy complejo. No es de los que se pueda leer en una sola noche y al día siguiente te olvidas de él. O al menos yo no me lo tomaría de esa manera.
Elena puso su mano en el hombro de Alberto, se acercó a su cabeza y le dijo al oído
- Si no fuese así, no querría leerlo.
Refugees seguía.
" Don't say there's nothing between us..."

Se hizo un silencio de unos segundos entre ellos. Alberto cogió a Elena de la mano.
Empezaron a avanzar entre la multitud, él abriéndole paso a ella. Al pasar junto a un pilar del local, dejó la copa a medias que aún llevaba en la mano que no le unía a ella y siguió avanzando en dirección al guardarropa.
Elena se dejaba llevar en un avance lento, que se le hacía eterno entre el gentío. No pensaba en nada, sólo quería que todo el mundo se apartase de su camino y que esa mano cálida y firme que le guiaba por la jungla de la noche, no le soltase y le llevase lejos de todo aquello.
-Los abrigos por favor.
Mientras esperaban a que la chica del guarda buscase sus cosas, no se soltaron de la mano. Ya no había ramas ni árboles por los que dejarse llevar, pero no les importaba.
Salieron del local dejando atrás la música de Alphaville.

" ..Do you really want to live forever..." 

-¡Espera!

*Si quieres saber más de Alberto y Elena pincha aquí
BSO de la noche de Alberto y Elena:
Coche Bodrio , La Roux
Serrano 41 Enrique Iglesias , Refugees , Alphaville


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