Él había terminado de afeitarse como había podido con el neceser de cortesía que le había suministrado el hotel.
La verdad es que la maquinilla de afeitar era un poco mala y se había cortado en el mentón y en el cuello cerca de la nuez.
Apenas pudo escuchar los acordes de Gossip. Salió apresuradamente del cuarto de baño y buscó en el escritorio desordenado.
-Buenos días princesa. ¿Qué tal estás?
-Bien. Te he llamado hace un momento y no me lo has cogido.
-Huy. ¿Qué le pasa a la madrugadora? ¿Anoche mucha fiesta y estamos de mal humor?
Estaba en la ducha y no he oído el móvil-explicó él.
-¿Estás aún en el hotel?-preguntó ella extrañada.
-Estaba a punto de salir- mientras hablaba con ella, metió los brazos por la camisa azul marino de Caramelo.
-¿Pero a qué hora empiezas?
-Se supone que a las nueve.
-¿No vas a llegar tarde?-preguntó ella.
-A las nueve no llego ni de coña. Pero no pasa nada, ayer estuvimos de cena, que nos invitaba la delegación de Barcelona y la cosa se alargó un poco.
-Toni. A ver si te van a decir algo.
-¿Qué cojones me van a decir?
-Toni. Por llegar tarde.
-El jefe nos dijo que con llegar a las diez para preparar la presentación era suficiente-él terminó de abotonarse la camisa.
-¿Pero has desayunado?-se preocupó ella.
-No. Quedé con Felip en que me llevaba a un bar a desayunar algo típico catalán.
-¿Felip? ¿Se supone que le conozco?
-Es uno de la delegación de Mallorca, pero es de aquí. Ayer después de la cena nos llevó a un garito por Gràcia a tomar una copa-. No había empezado a ponerse los pantalones. Estaba en calzoncillos y camisa. Se tumbó en la cama que estaba sin deshacer para seguir hablando con ella.
-Entonces sí que saliste-dijo ella reprobándole.
-Tía. ¿De qué te crees que va un Congreso? No nos fuimos de juerga loca. Esto va de entablar contactos con clientes.
-Y eso lo haces saliendo de copas.
-No nos fuimos de copas. Nos fuimos de cena y después me tomé una copa-dijo él con condescendencia.
-Si a mí me da igual que te fueses luego de copas. Te lo digo porque hoy trabajas-dijo ella en tono más conciliador. Se dio cuenta de que se había puesto en plan inquisidor-. Sólo me preocupo por ti cariño.
-Que ya lo sé princesa-se rió él-. Bueno ¿Y tú qué?
-¿Yo qué?-preguntó ella.
-¿No saliste anoche?
-Ir de cena con los del trabajo no es salir.
-Vale ¿Y qué tal la cena?-Antonio pensó que ella se lo montaba muy mal. No haber hecho amigos en el trabajo después de seis o siete meses que llevaba en la empresa no era normal. Pero ella era muy seca de primeras. Ya le costó a él lo suyo conquistar a ese bomboncito.
Mientras hablaba con ella, se acordó de lo buena que estaba. Sintió que se le empezaba a poner dura. Es un efecto que ella tenía sobre él. Era pensar en ella y le entraban ganas de hacerlo.
-No gran cosa.-continuó ella.
-Cuéntame mujer.
-Pues no sé cómo se llamaba el sitio. Está por Arturo Soria. Nos pusieron en plan La Última cena. Mesa en forma de U. El jefe en el centro y a las de administración nos pusieron todas juntas a un lado y a los de “despacho” enfrente.
-Eso es porque el muy cabrón os tiene como su harén-se metió la mano en los calzoncillos y empezó a acariciarse el miembro.
-Nos pusieron de entrantes lo típico. Jamón, queso, salmón…
-Vamos, que no se estiró una mierda-Antonio ya había conseguido una erección.
-No hables así por favor. Estaba todo bueno. El vino blanco estaba bueno, el tinto era muy fuerte-explicó ella.
Al mencionar el vino blanco, Antonio no pudo evitar recordar la noche pasada. Eso hizo que le entrasen aún más ganas de hacerlo.
-¿Y qué os pusieron?-Antonio empezó a acariciarse el pene. Notaba las venas marcadas en la palma de la mano.
-Si ya te lo he dicho.
Bajando el tono de voz, Antonio volvió a preguntar.
-¿Qué más os pusieron?
-Luego pasaron a los platos individuales. Ensalada tibia de rape. Es lo que más me gustó-recordó ella-. De segundo solomillo con miel y también vieiras gratinadas.
-¿Carne y pescado?-Antonio ya estaba muy excitado. No paraba de tocarse la polla y ya no podía, no quería parar.
-Había dos segundos. La verdad es que no estaban muy allá.
-¿Y después saliste a tomar algo?
-Sí, algo rápido-dijo ella entristeciéndose.
-Con lo guapa que irías, seguro que ligaste-no podía parar.
-No seas tonto-le reprendió ella.
-Con lo puesta que va siempre mi princesa, seguro que te los tenías que quitar a todos de encima-. Antonio terminó. Se había manchado los calzoncillos y la mano. Decidió dejar la mano ahí dentro hasta que terminase de hablar con ella y luego se limpiaría.
-Toni. Sabes que no me gusta que hables así. Pareces un salido.
-¿Por decirte lo guapa que eres?
-No. Por hacerme sentir como un objeto que va por la calle al que todos los tíos se quieren llevar a la cama-dijo ella enfadada.
-Ya empezamos con la historia de siempre-. Ella era la leche. Una tía que estaba tan buena y que no quería que se lo dijesen.
-Si me arreglo es porque me gusta ir bien vestida y no hecha un desastre. No lo hago para ir ligando por ahí ni para que todos los cerdos se me queden mirando.
-Venga princesa, que ya hace un mes que no nos vemos. No nos peleemos ahora por esta tontería.
-Vale.
-¿Sabes que te echo de menos?-estaba muy relajado después del orgasmo y no tenía ganas de discutir.
-Yo a ti también. ¿Cuándo nos vamos a ver?-preguntó ella con tristeza.
-A ver si el fin de semana que viene me organizo la agenda y tiro para Madrid. ¿Cómo está tu madre? ¿Te dijo algo anoche por llegar tarde?-cambió de tema. Lo más probable es que no fuese en otros quince días por lo menos.
-Ayer no dormí en casa-dijo ella un poco tensa.
-¿Cómo?-preguntó extrañado.
-Dormí en casa de Ariadna, una de contabilidad-dijo ella casi trastabillando las palabras.
-¡Hombre! Una amiga por fin-dijo él jubiloso-¿Y cómo fue lo de quedarte en su casa?
-Pues que me dijo que no me volviese a Alcobendas en taxi, que me quedase en su casa. Al principio no estaba muy segura de quedarme porque no había cogido ropa, pero luego me apeteció.
-Entonces es que acabaste a las mil y por eso te quedaste en su casa-se cachondeó de ella.
-No acabamos a las mil. Es solo que me apeteció. ¿Vale?-dijo ella tajante.
-Cómo estamos hoy-Antonio pensó que ella no tenía remedio-. Bueno princesa, que al final voy a llegar tarde. Luego nos mandamos un wasap o nos llamamos.
-Vale Toni.
-Te quiero Elena.
-Yo también te quiero-dijo ella.
Elena estaba delante de su ordenador.
Aún no era la hora de empezar, así que había aprovechado para llamar a Antonio a ver qué tal estaba. Se sentía fatal después de lo de anoche y quería hablar con él. Pero cuando Antonio empezó a sacarle de quicio, no pudo decirle lo que le quería decir.
Se puso los cascos para escuchar música mientras era la hora de empezar. Conectó el Spotify y pulso su playlist en modo aleatorio.
Por capricho del motor del sistema, empezó a sonar Turnedo de Iván Ferreiro. El estribillo final martilleó en lo más hondo de Elena.
“¿Quién no tiene el valor para marcharse?”
-¡Estúpida!-le salió de dentro del alma.
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