martes, 22 de enero de 2013

Primero Con La Cabeza y Luego Con El Corazón

Él había terminado un poco antes de lo habitual.
El día había sido muy largo y con sólo una hora para comer, terminar a las siete se agradecía. Se maldijo por no tener nada planeado para esa noche.
Dirigió sus pasos hacia la estación de metro Lista.
No tenía ganas de ir a su piso y ponerse a ver los capítulos de HIMYM que estaba descargando, con lo temprano que era y tampoco tenía ningunas ganas de hacerse el hervido de espinacas ni el atún en papillotte que tenía para cenar.

Después de enviar cinco wasap y no poder quedar con nadie, decidió girar sobre sus talones y poner rumbo al Vips de Ortega y Gasset. Pasearía un poco para matar el tiempo y se cogería algo del mini súper del Vips, así no tendría que cocinar.
Le gustaba pasear por la Milla de Oro. El ambiente era muy naif, con los chicos y chicas sacados de un catálogo de Tommy, Polo y Spagnolo, ayudaba a desconectar.

Carla no había cogido cesta. Se suponía que sólo iba a coger una ensalada César, pero no pudo resistirse a los volcanes de chocolate que se hacían en el horno en 12 minutos y la última edición del Vogue.
Mientras esperaba su turno en la cola de la caja, ojeó unas páginas de la revista al azar.



-Son ocho con treinta por favor-dijo con voz nasal el cajero.
Carla abrió el bolso, rebuscó hasta encontrar la cartera.
-¡Vaya!-sólo llevaba un billete de cinco. Volvió a escarbar en el bolso y sacó el monedero. Una moneda de un euro, tres de cincuenta céntimos, dos de diez céntimos...y nada más.
Carla abrió el bolso de nuevo y comenzó a rebuscar en los bolsillos interiores con la esperanza de encontrar alguna moneda más.
-Le faltan 60 céntimos- informó la voz de pito del cajero.
-Ya, ya...- Carla seguía buscando apurada. Empezó a sacar cosas del bolso. Una barrita de cereales, una muestra de Fleur Defendue de Lolita Lempicka, una agenda...
-Toma, cóbrate.
Carla observó sorprendida cómo una mano depositaba tres monedas de veinte en la bandeja de pago.
Boquiabierta, miró por encima del hombro a ver quién había completado su cuenta.
-¡Oh! ¡Qué lindo!- Al momento de decir lo que pensaba se ruborizó. No podía creer que se le hubiese escapado esa frase tan cursi.
-Su ticket y su bolsa- informó la voz de pito.
Carla tardó más de lo normal en coger ambas cosas. Estaba descolocada con la situación.
El peso de la bolsa en su mano, le devolvió al presente. Entonces se fijó en quién había pagado la parte de la cuenta que no había podido completar.
Era un chico de unos treinta años, moreno, que vestía con camisa azul de Replay, pantalones esport gris oscuro de PuroEgo y cazadora de motorista de cuero color café.
-Gracias- alcanzó a decirle al extraño con su acento porteño.
-No hay de qué- contestó él sin hacerle caso al tiempo que pagaba su cuenta y cogía su bolsa.

Carla se dirigió a la puerta pensando aún en lo que le había sucedido cuando decidió esperar al extraño y darle otra vez las gracias.
Él no tardó mucho en dirigirse a la salida donde montaba guardia Carla.
-¡Hola!- dijo ella un poco nerviosa-. Gracias otra vez por dejarme el dinero.
-De nada-. Contestó él con aire extrañado.
-Me has salvado el cuello- bromeó ella.
Él sonrió- No exageres.
-Sí- continuó ella- me hubiese costado mucho decidir qué dejar de las tres cosas y sobrevivir a esta noche.
-Jajaja. Vale, si son objetos de primera necesidad, entonces sí que era importante tu compra- contestó con aire divertido.
-Llevo mi cena, chocolate y mi Vogue- dijo ella triunfal.
-Sí que es gordo- bromeó él señalando la revista- casi tanto como mi libro.
-¿Qué estas leyendo?- sintió curiosidad Carla.
-La Potencia De Uno, de Bryce Courtenay- contestó él enseñándole la cubierta del libro.
- No lo conozco. ¿Qué tal es?- Carla ya se estaba relajando.
-Es muy crudo. Va de la capacidad de sobreponerte a las adversidades creyendo en ti mismo. Es muy duro porque el libro maltrata mucho al personaje, que es un niño, pero supera siempre las adversidades en una montaña rusa de circunstancias buenas y malas, amando a las personas.
-Tendré que leerlo y no algo tan superficial como mi revista- bromeó ella.
-¡Eh! Que yo también leo Más Allá- le siguió el juego él.
Los dos rieron a carcajadas.
-Déjame que vayamos a un cajero y te devuelvo el dinero- se ofreció Carla.
-¡Sí mujer! Por sesenta céntimos- se rió él- no lo acepto.
-Bueno, pues otro día que nos veamos te lo devuelvo. ¿Vives por aquí?
-No hace falta. Es sólo dinero y ayudarte no me ha costado nada- explicó él-. Con las gracias es suficiente- le sonrió.
-Bueno, pues gracias otra vez. Yo me llamo Carla- se presentó ella.
-Yo...- en ese momento sonaron los acordes de Avril Lavigne - perdona, el móvil.
-Sí. Rafa. Te he mandado un wasap antes porque he terminado temprano de trabajar. Sí. ¿Nos hacemos unas salchipapas?¿No?Vale¿Entonces donde?Sí. Creo que sé ir. Cojo el metro y nos vemos allí.
-Perdón- se excusó él- me tengo que ir Carla. Ha sido un placer conocerte.
-Bueno. Pues gracias otra vez- dijo ella.
-No me ha costado nada. Hasta otra.

Estos volcanes de chocolate eran la perdición.
-¿Qué hacen hoy en la tele?- preguntó Carla mientras rechupeteaba la cucharilla.
-Perdona Si Te Llamo Amor, en Divinity- le contestó Maia.
-¿Otra vez?
-No hacen otra cosa decente para nuestro corazón- bromeó Maia.
Maia y Carla compartían piso desde hacía cinco meses. Ninguna de las dos tenía pareja y se pasaban las noches bromeando sobre cómo tenía que ser quien ocupase sus corazones.
-Vale, tú eres la crítica televisiva de la casa- de todas formas estaba cansada y lo bueno de esta película es que además de romántica, al haberla visto ya, no le importaba perderse el final si se dormía en el sofá.

***

Carla había terminado con los últimos expedientes y ya se iba de su despacho de la consultoría en la que ejercía su especialidad.
Se quedó pensando un rato. Decidió que no iría directa a casa.

Después de esperar media hora mirando los nuevos trajes de Hugo Boss se quedó mirando en el cristal del escaparate unos instantes y decidió ir a casa.
***

Se había puesto una blusa beige de Óscar de la Renta y traje de chaqueta y pantalón de Purificación García negro de raya diplomática. Decidió que hoy no esperaría en la acera de enfrente. Entraría y con la excusa de comprar un libro, haría tiempo dentro.
Después de echar tres vistazos al expositor de libros, se decidió a preguntar.
-¿Tenéis La Potencia De Uno?- preguntó Carla.
-Espere que lo consulte- replicó la voz de pito-. No, no lo tenemos.
Carla pensó que probaría en la Fnac.
Se fue a casa un poco alicaída.

-Carla ¿Qué te pasa?- preguntó Maia.
-Hace tres días me pasó una cosa. No le di importancia. Pero es que no me lo puedo sacar de la cabeza-. Carla le explicó la historia del extraño que le completó la cuenta del Vips.
-¡Que bonito tía! ¿Era guapo?- bromeó Maia.
-No es eso lo que me tiene obsesionada. Es lo que hizo. Me quedé desarmada y no paro de pensar en encontrarlo otra vez para conocerle y saber más de él.
-Tía. Tú estás mal- bromeó Maia-. Esto de no tener novio y de idealizar a los chicos no debe de ser sano-. Continuó- vamos a irnos de cena hoy y a pillarnos una buena y ahogamos las penas con calorías, cerveza y chocolate.
Vamos a ir al Vips a ver si nos encontramos a tu caballero- le dijo guiñándole un ojo.

-Este Vips no es- dijo Carla- fue en el de arriba, no en el de Serrano.
-En este conozco a Nora, que es encargada y no pagamos la cerveza- le sonrió Maia.

Tras la cuarta ronda de cerveza, ya casi no recordaban el motivo de la cena. Lo estaban pasando en grande. Se estaban echando unas risas de lo más sano.
-¡Por tu Don Juan de pacotilla!- brindó Maia un poco borracha- Que nos ha traído aquí a pillarnos un buen ciego un jueves por la noche.

Sus carcajadas no pegaban mucho con el ambiente tranquilo del restaurante.
Nora, la amiga de Maia, se sentó con ellas a tomarse una ronda. De risa en risa se les hizo las mil.
-¿Nos vamos a tomar una copa al Gabana?-propuso Nora- a ver si vemos a algún famoso.
-Yo si no me ligo a Andrés Velencoso esta noche, no podré dormir- dijo con lengua enredada Maia.
Las tres rieron a carcajadas.
Cogieron sus chaquetas y bolsos y se dirigieron a la salida del local.
-¿Cogemos un taxi?-propuso Carla.
-¡Qué va!, si está aquí al lado- dijo Maia.

Cuando salieron del local, se encontraron con el frío de la noche madrileña.
Entre risas y hablando de sus cosas, Maia y Nora se habían quedado un poco detrás de Carla, que había salido antes del Vips.
Carla se quedó petrificada. No lo podía creer. ¿Tan borracha iba? Una pareja salía del pub de la parte de arriba del Vips de Serrano y ya enfilaban la acera.
-Maia- susurró Carla sorprendida.
-¿Qué te pasa?- le preguntó Maia extrañada.
-¡Es él!- contestó Carla.
-¿Quién?
-El chico del Vips de Ortega y Gasset- respondió Carla.

Espera!-gritó Carla.

El chico y la chica se dieron la vuelta, un poco extrañados, se miraron y parecían preguntarse si se referiría a ellos.
Carla se armó de valor y caminó hacia la pareja.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- dijo dirigiéndose al chico.
-¡Hola!-dudó él-. Bien supongo.
Carla se dio cuenta de que no la había reconocido.

-Soy Carla. No se si te acordarás que nos conocimos el otro día en el Vips- empezó a sentirse fatal. No creía que se le hubiese ocurrido hablarle a un chico al que apenas conocía y que además se notaba que no se acordaba de ella y que encima iba con su novia cogida de la mano.
-¡Ah! ¡Hola!- él pareció recordarla-. ¿Qué tal estás? ¿Te has terminado ya el Vogue?
-Jajajaja. Sí.- Carla se quedó callada unos segundos- Esto... es que te he visto y te quería dar las gracias por lo del otro día- Carla ya no sabía donde meterse. ¿Qué locura le había llevado a hacer esto? Por lo menos él parecía lo bastante educado como para seguirle un poco la conversación y no hacerle sentir peor de lo que ya se sentía.

-Otra vez te digo que no me costó nada ayudarte- explico él-. El otro día no me terminé de  presentar. Yo soy Alberto y ella es Elena.
-Encantada- alcanzó a responder Carla. Ya se le iba pasando un poco el bochorno.
-Bueno Carla, ha sido un gusto encontrarte- dijo Alberto-. Ahora nos tenemos que ir a leer un libro- dijo Alberto mirando a Elena.
Elena y Alberto se sonrieron con una mirada cómplice.
-¿La Potencia De Uno?- preguntó Carla. No quería que Alberto se fuese tan pronto después de haber pasado dos días buscándolo. La realidad le iba sacando de su sueño, pero ella se resisitía a separarse de él.
Alberto la miró extrañado y al momento cayó en la cuenta y sonrió.
-No, otro más divertido- sonrió Alberto-. Bueno, hasta otra Carla.
-¡Adios!- contestó Carla.

Carla vió cómo se alejaban Alberto y Elena. Ella cogida al brazo de él, hacían un bonita pareja y ella se sentía sola y sin un amor otra vez.

BSO Avril Lavigne
*Relacionado con Espera y Los Miserables 

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